Comentario dominical – Domingo XXII del Tiempo Ordinario
03 de septiembre de 2023
Ciclo A: Mt 16, 21–27
Por: Pedro Pablo Zamora Andrade, C.Ss.R.
Introducción
Con el pasaje que se proclama este domingo, comienza la tercera y última parte del evangelio de san Mateo. El evangelista nos ayuda a distinguir el esquema de su obra utilizando la fórmula «desde entonces comenzó Jesús…», que encontramos aquí (Mt 16,21), y en el comienzo de la segunda parte (Mt 4,17). Estos capítulos finales contienen la enseñanza de Jesús a sus discípulos acerca de su destino sufriente y terminan con la consumación de ese destino a través de su muerte y resurrección. Mediante los anuncios de pasión, Jesús da un paso más en la instrucción a los discípulos: su camino mesiánico hacia la resurrección pasa por el suplicio y la muerte. Tras el primero de estos anuncios, el pasaje muestra la reacción de Pedro y la respuesta de Jesús (vv. 22-23), y continúa con una instrucción más larga a los discípulos (vv. 24-28).
Como en otras ocasiones que encontramos en el Evangelio, Pedro asume la tarea de portavoz de los discípulos. Pedro no encaja bien el anuncio de Jesús: «Dios no lo quiera, Señor; no te ocurrirá eso». Pueden ser las palabras de un amigo que no acepta un anuncio nefasto, o las de quien teme que lo anunciado por el Maestro, sea también la suerte de aquellos que le siguen. Pero en este caso, se trata de las palabras de un nuevo tentador que pretende apartar a Jesús de su misión y conducirlo hacia la de un Mesías glorioso.
La instrucción a todo el grupo de discípulos, comienza así: «El que quiera seguirme…». Es una renovación de la llamada que le hizo en la orilla del lago cuando pescaba con su hermano Andrés: «Vengan detrás de mí» (Mt 4,19). Es una invitación a caminar tras sus huellas y a compartir su destino.
A continuación, propone las exigencias o, mejor, las consecuencias del seguimiento. La expresión «renunciar a uno mismo» sugiere la idea de dejar de lado el propio proyecto, la propia mentalidad, los propios gustos, para vivir según el proyecto de Dios. Y el «cargar con su cruz» implica asumir las consecuencias de vivir al estilo de Jesús y trabajar en la edificación del proyecto del Reino. Lo normal es que el cristiano encuentre oposición, calumnias, persecución y –en el peor de los casos–, la muerte. Intentar construir un mundo según el corazón de Dios (justo, humano, fraterno, libre, incluyente) siempre encontrará oposición de parte de los que se creen «dueños» o «señores» de este mundo. Ellos serán los principales opositores para que ese mundo nuevo, distinto, mejor, sea posible. Eso es lo que, tal vez, significa la expresión: «El reino sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12).
Los versículos finales (16,25-27) son una invitación a vivir la vida al estilo del Maestro: como una proexistencia. La vida es un regalo de Dios, pero la podemos guardar de manera egoísta; la podemos malgastar, o la podemos donar en el servicio del prójimo. En esa forma de vivir la vida, está implícito su secreto. Vivir en apertura a los demás, nos garantiza una vida feliz, con sentido, con propósito.
El texto termina con una promesa: Dios «pagará a cada uno según su conducta» (16,27). No se habla de recompensa, sino de paga. Retornamos al esquema salarial y nos apartamos del esquema filial. Sobre este esquema funciona el teísmo, y es bueno que seamos conscientes de su existencia y no lo perdamos de vista.
Comentario
La presente reflexión la hemos titulado: «Condiciones para seguir al Señor Jesús». Nos parece que a eso apunta el texto. Hay varias «condiciones» para ser discípulo del Maestro. No son todas, pero sí una que otra importante. Hagamos un breve comentario de cada una de ellas.
*El primer anuncio de su pasión-resurrección, la reacción de Pedro y la correspondiente respuesta de Jesús. Los evangelios de Mateo y Lucas, siguen a Marcos en lo concerniente a los tres anuncios de la pasión. Después de la confesión de Pedro, Mateo –siguiendo a Marcos– menciona el primer anuncio de la pasión/resurrección. Según los expertos, estos anuncios buscan presentar a un Jesús consciente de la suerte que le espera en Jerusalén. Allí tendrá lugar una confrontación definitiva con los custodios del templo. La consecuencia será su condena a muerte en la cruz.
¿Qué tan consciente era Jesús de una muerte inminente? Dicen algunos autores (Antonio Pagola, por ejemplo) que ni siquiera era necesario que él fuera Hijo de Dios para que se diera cuenta de ese riesgo. Jesús habría pecado de ingenuo si no se hubiera dado cuenta que había personas que lo querían muerto.
Histórico o no, el acento del texto está en la reacción de Pedro como líder del grupo. No acepta que el final del Maestro sea en una cruz. Esa no es la imagen de Mesías que él y sus compañeros tienen de Jesús. Ellos apuestan por un Mesías guerrero, victorioso. No comulgan con un Mesías sufriente, derrotado, muerto.
De ahí la reacción de Jesús. Le pide que se aparte de él, que no trate de extraviarlo del camino. Pedro piensa como los demás discípulos y como la mayoría del pueblo. El Mesías propuesto por Jesús está más cercano al Siervo sufriente de Isaías que al Mesías davídico o real.
*La invitación a tomar la cruz del seguimiento y caminar tras sus huellas. La vida cristiana implica la cruz. Es la cruz que surge como consecuencia del seguimiento. Hay cosas malas que nos suceden cada día o cosas negativas que suceden en el mundo, pero la mayoría de ellas no guardan ninguna relación con el seguimiento de Jesús. Si por seguir a Jesús, por asumir sus compromisos, por edificar el reino, encontramos oposición, críticas, calumnias, persecución…, esa es la cruz.
*La propuesta de vivir la vida como servicio, como donación. Vivir la vida como servicio, como donación, también forma parte de la cruz. Sin embargo, tiene unos matices propios. La idea no es difícil de comprender; lo difícil es ponerla en práctica. Es más, nos parece un ideal hermoso. La figura de la vela que alumbra, pero que –al mismo tiempo– se gasta, la hemos utilizado en nuestras predicas o catequesis. Así vivió la vida nuestro Señor y Maestro, y así nos pide que la vivamos también nosotros, sus discípulos misioneros. Esa es la vida que tiene sentido y valor a los ojos de Dios Padre. Por eso –y no solamente por ser su Hijo– lo resucitó de entre los muertos. Una vida vivida como donación es valiosa para Dios. Es más, en esa manera de vivir la vida está contenido el secreto de la felicidad. Así lo indican hoy hasta los psicólogos que se ocupan del tema.
*La advertencia de que Dios Padre nos va a juzgar según nuestra conducta durante la vida terrena. A los defensores de la figura de Dios como «justo juez» les cuadrará bien este texto. A nosotros nos gusta más la imagen del Dios-Amor, del Dios clemente y compasivo, del Dios lento a la cólera y rico en piedad (Sal 103,8).
A nosotros nos gusta más la relación filial, pero no faltan textos bíblicos y autores que prefieren una relación salarial. Es extraño, por no utilizar otros términos, que un Dios que es gratuidad, hable de pago. Por eso, este texto tendremos que contrastarlo con las parábolas que nos hablan del cielo como un regalo y no como un premio. Nuestras «buenas obras» operan a manera de «cuota inicial»; las demás cuotas son gratis. El mismo Mateo nos dice que, bastará trabajar el equivalente a «una hora» según el horario divino, para que nos hagamos acreedores al «denario» de la salvación (Mt 20,9.12).
Conclusión
El texto evangélico de este domingo nos invita a tener presentes algunas condiciones para ser discípulos del Señor Jesús. A los que, como Pedro, no les gusta la figura del Siervo sufriente, y prefieren centrar su atención en el Cristo resucitado, glorioso, de la teología paulina, hay que recordarles: no hay resurrección sin cruz. A la luz se va a través de la cruz. Un cristianismo sin cruz no existe: es falso o una traición.
Vivir la vida como donación, como servicio, es vivirla en la cruz del Señor Jesús. Así nos enseñó a vivir la vida el Maestro. Es la vida que tiene valor a los ojos del Padre Dios. Vivir la vida como donación es encontrarle sentido. Es el secreto para ser felices.
Más adelante, en el capítulo 25, san Mateo nos dice sobre qué vamos a ser juzgados. El examen final tendrá que ver con la práctica de las obras de misericordia. Conociendo la pregunta, preparemos bien la respuesta. Sólo eso. Lo demás nos puede ayudar o nos puede distraer de lo esencial.
Que nuestra Madre del cielo nos acompañe y nos ayude en la consecución de ese propósito. Amén.