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Comentario dominical

18 de junio de 2023

Ciclo A: Mateo 9, 36 -10,8

Por: P. Alberto Franco Giraldo, C.Ss.R.

La realidad del pueblo en la época de las lecturas bíblicas

En el tiempo del Éxodo, el pueblo de Israel sufría la esclavitud, la opresión y las humillaciones por parte de los egipcios que lo hacían gritar y lamentarse. Dios fue testigo y por eso dice: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos”. Por esa grave y dolorosa situación Dios decide actuar: “He bajado para librarlos de los egipcios y sacarlos de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel” (Ex 3, 7-8).

En los tiempos de Poncio Pilatos, Dios se encarna y se hace visible en Jesús de Nazaret (Rom 1,19-20). Esto acontece en “el país de los judíos”, dominado por el Imperio romano. Los romanos acostumbraban dar prebendas y libertades a las autoridades políticas, religiosas y económicas del país, y a las familias poderosas, a cambio de su lealtad y colaboración para garantizar el sometimiento del pueblo y el pago de los impuestos. Por esto, quienes asumían los costos y las consecuencias de la dominación romana eran, principalmente, las mayorías pobres y sencillas. Las familias poderosas y las autoridades políticas, económicas y religiosas tenían un doble juego: por un lado, tenían buenas relaciones con Roma, lo cual les permitía conservar el poder y el dinero, por otro lado, ante el pueblo aparentaban ser fieles a Dios y cumplir las tradiciones de sus antepasados que les impedían servir a la dominación extranjera. Esto explica el conflicto con Jesús de Nazaret, cuando empezó a mostrar su hipocresía, a desvelar su doble juego y el engaño al pueblo. Lo mismo ha ocurrido en todas las épocas de la historia.   

La situación del pueblo pobre era insoportable, y la injusticia evidente: “Lujosos edificios en las ciudades, miseria en las aldeas; riqueza y ostentación en las élites urbanas, deuda y hambre entre las personas del campo; enriquecimiento progresivo de los grandes terratenientes, pérdida de la tierra de los campesinos pobres. Creció la inseguridad y la desnutrición; las familias privadas de tierra se desintegraban; aumentó el número de jornaleros, mendigos, vagabundos, prostitutas, bandoleros y personas que huían de sus acreedores”[1]. La situación de los enfermos era muy dura porque, además la enfermedad era considerada consecuencia del pecado y de la impureza, lo que agravaba su marginación. La mujer carecía de reconocimiento y valor social, siempre debía estar representada o acompañada por los varones de su familia, además de esta situación, era considerada fuente de impurezas. Las mujeres enfermas, solas o viudas están en la indefensión y marginación total. Los extranjeros, herejes, infieles y pecadores públicos (publicanos) carecían de respeto y valor. A toda esta población, excluida social y religiosamente, Jesús dirige el anuncio de la llegada del reino, por quienes realizaba los signos milagrosos, que expresaban la predilección de Dios por ellos.    

Mensaje de las lecturas bíblicas

El libro del Éxodo (19,2-6a) cuenta que los israelitas acamparon en el desierto del Sinaí, que Dios llamó a Moisés desde el monte, y le mandó a decirle al pueblo que recordara lo que había hecho a su favor (sacarlo de la tierra de la esclavitud); y que si querían obedecerle y guardar su alianza serían su propiedad (de Dios) porque tierra le pertenece a Él. Por esta razón, dice Dios, “ustedes serán mí reinado, una nación y unos sacerdotes-ministros (cadósh) consagrados, dedicados y santos”.

En este encuentro entre Dios y Moisés, en el desierto, de camino hacia la liberación, hacia la tierra prometida, Dios propone una alianza: Él será el Dios del pueblo, y el pueblo lo tomará como su Dios, con el compromiso de no reproducir en la tierra prometida la esclavitud y sufrimientos vividos en Egipto. Aquí Dios se manifiesta en contra de la opresión y dominación social, que es exterior a la persona, pero la determina y le afecta, y decide liberar a todo el pueblo.

San Pablo en su carta a los cristianos de Roma (5,6-11) les recuerda que Dios les demostró su amor enviando a su Hijo para salvarlos siendo pecadores; que el Hijo fue fiel hasta la muerte, cuando eran aún pecadores, por eso afirma que “Cristo murió por los pecadores, cuando éramos débiles y frágiles”; que esta es la prueba de la gran generosidad y gratuidad de Dios, porque es evidente que por un justo o por una persona buena puede que alguien muriera, pero no por un pecador. Esta es la razón de la confianza de la liberación –salvación por la muerte de Cristo, porque si fueron reconciliados por la muerte de su Hijo cuando eran enemigos, con mucha más razón serán reconciliados por su vida, es decir, salvados-liberados por la vida de Cristo.  

Pablo afirma que la salvación-liberación-reconciliación personal y comunitaria se realiza por la presencia de Jesús Cristo en la comunidad, presencia que lleva a los cristianos a vivir de una manera nueva en todas las dimensiones de su vida. Aquí Jesucristo supera todas las opresiones y esclavitudes personales y comunitarias.   

Evangelio de San Mateo (9,36-10,8), describe la forma como a Jesús se le remueven las entrañas (esplanjnísthee) con la situación de las mayorías del pueblo, que estaban siendo arrojadas, acosadas, derribadas como ovejas sin pastor (están siendo víctimas del sistema que los empobrece y margina), y que les dice a los discípulos que el trabajo (cosecha) es mucho y los trabajadores pocos (para responder a esa situación) y les pide rogar al dueño (Señor) que envíe obreros a la cosecha (trabajo). Luego cuenta que llama a los doce discípulos y les da poder –capacidad- para expulsar los espíritus impuros-inmundos (que oprimen a las personas y  al pueblo) y para sanar-liberar de toda clase de enfermedades (las enfermedades físicas) y dolencias-debilidades (dolores, depresiones, miedos, angustias y sufrimientos del alma y del espíritu); y que luego nombra a los doce apóstoles, a quienes envía a proclamar por los caminos que el reino de Dios se ha acercado, y que como expresión de la presencia del reino deben sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, limpiar a los leprosos, expulsar a los demonios. Y hacerlo gratuitamente como lo hacen recibido.

Los doce, antes de ser apóstoles (enviados) deben ser discípulos (aprendices del maestro). Deben aprender a ver la realidad del pueblo sufriente con las actitudes de Jesús, hasta que se les remuevan las entrañas frente a los padecimientos, opresiones e injusticias. Y necesitan ver, como Jesús, con profundidad el sistema social y político que empobrece y margina, que destruye la vida y utiliza la religión para encubrir sus intenciones y realizaciones. Sólo este ver y actuar, a la manera de Jesús, es coherente con lo que Dios quiere, y realiza el reino de Dios en la historia presente.  

El reino de Dios comienza con la salvación-liberación-sanción integral: de las opresiones, angustias, miedos, sufrimientos, depresiones, inseguridades… que viven en su interior las personas; del empobrecimiento, marginación, exclusión, manipulación, engaño, explotación, discriminación que padece la humanidad por causa del sistema, del poder militar, político, económico, social y cultural como el impuesto por el Imperio romano, en los tiempos de Jesús, con la dominación por la fuerza, la violencia y la injusticia. Aquí la salvación-liberación abarca todas las dimensiones de la vida: personal, social, económica, política y religiosa. 

La realidad en la que hoy leemos los textos bíblicos

Las siguientes preguntas deben orientar la lectura de las Sagradas Escrituras para que sea respetuosa de la intención de los autores sagrados:

  1. Si los autores sagrados escribieron éste texto, en su tiempo y en su contexto social, humano y religioso dijo esto, ¿qué escribirían-dirían hoy?
  2. Si Jesús de Nazaret en su tiempo y en su contexto social, humano y religioso dijo e hizo lo que hizo y dijo, ¿qué diría y haría hoy?
  3. Si los apóstoles escribieron a las primeras comunidades cristianas lo que les escribieron, en su realidad concreta, ¿qué nos escribiría hoy?

Para ubicar los textos Sagrados leídos en la realidad actual debemos tener en cuenta los siguientes elementos:    

A nivel personal: hay discriminaciones, exclusiones, angustias, miedos, miseria humana, social, política y económica; pérdida del sentido de la vida, de ilusiones, de ganas de vivir y desconfianza del futuro. A nivel económico: el dinero colocado por encima de la vida humana y del planeta; el mercado, la ganancia y la concentración de la riqueza mueven el mundo, sin importar sus consecuencias:  empobrecimiento de millones de personas, el hambre, las migraciones forzadas y por el cambio climático, las violencias y la manipulación de los medios de comunicación de grandes grupos económicas. A nivel social: brecha cada día más grande y profunda entre ricos y pobres; restricción de los derechos fundamentales, etnocentrismos, racismos exacerbados; discriminación a los empobrecidos, los diferentes, los extranjeros pobres, los descartables de la sociedad… A nivel ambiental:  el calentamiento global, la contaminación del agua y del aire, la pérdida de los bosques, la desaparición de millones de especies animales, vegetales y de semillas; la acidificación de los mares, la desaparición de las fuentes de agua dulce, el deshielo de los casquetes polares. A nivel político: pérdida y reducción de derechos civiles y políticos a las mayorías; proliferación de partidos y movimientos políticos de extrema derecha, de supremacía blanca, anti inmigrantes; concentración de los grandes medios de información en manos de unos pocos grupos económicos.  

También debemos tener en cuenta hechos positivos: el aumento de respeto a las minorías, a las víctimas y a las personas diferentes; la conciencia ambiental, la pluralidad de pensamientos y creencias; el avance en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, de los indígenas, de los afrodescendientes, de las mayorías empobrecidos; el surgimiento de diversos medios de información; el reconocimiento del valor de toda persona, del respeto a niños y niñas; la crítica del economicismo y del tecnicismo… 

 
Y usted, que se ha tomado el trabajo de leer esta reflexión, puede añadir otros aspectos positivos y negativos, para contextualizar la lectura de las Sagradas Escrituras.  


[1] PAGOLA, José Antonio, Jesús. Aproximación histórica, PPC-Editorial Claretiana, Buenos Aires, 2010, 187.