II Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
15 de enero de 2023
Ciclo A: Jn 1, 29 – 34
Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.
El tema central de las lecturas de hoy es el desafío de vivir como el Cordero de Dios: Jesús. Tanto en la primera como en la segunda lectura, Dios llama a las personas a su servicio. El pasaje del Evangelio presenta tres temas, a saber, el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús, la revelación de Jesús (epifanía) y la identificación como el “Cordero de Dios”, y el llamado al discipulado. Los llamados van aceptando poco a poco la identidad de Aquel que los llama. Como Juan el evangelista, podemos optar por aceptar el Evangelio de hoy como un llamado personal y colectivo para convertirnos en testigos del Cordero de Dios.
La primera declaración de Juan probablemente trajo cinco imágenes del “cordero” a la mente de sus oyentes judíos. 1) El Cordero de la Expiación Anual (Lv 16:20-22) usado en Yom Kippur. 2)El Cordero de la Expiación Diaria (Ex 29,38-42; Nm 28,1-8). 3) El Cordero Pascual (Ex. 12:11ss). 4) El Cordero de los Profetas (Jer 11,19), (Is 53,7). 5) El Cordero de los Conquistadores. Podemos optar por aceptar el testimonio de Juan en el Evangelio de hoy como un llamado personal y colectivo de Dios para que seamos testigos del Cordero de Dios.
Además, el Bautista confiesa que su predicación y su bautismo están aún en la línea de preparación a la llegada de Jesús. Él va a inaugurar la Nueva Alianza con un bautismo que no es sólo del agua y de la purificación de los pecados, sino del Espíritu Santo. Por la acción del Espíritu nos transformamos en hijos de Dios, nos incorporamos a la Iglesia, comunidad de creyentes. Podemos llamar a Dios Abba, Padre. Somos conducidos por el Espíritu que produce en nosotros el fruto del amor que lleva a la comunión con los demás y que nos da la verdadera libertad llenándonos de alegría y paz. Estamos habitados y somos conducidos por el Espíritu. Esta enseñanza del evangelio de hoy nos debe hacer tomar conciencia del sentido y el alcance de nuestro bautismo.
El Espíritu que recibimos en el bautismo no nos ayuda automáticamente. Requiere nuestra colaboración libre y responsable. Él nos cuestiona e interpela a través de las circunstancias, las enseñanzas de la Iglesia, los signos de los tiempos. Tengamos presente:
1 ) Necesitamos vivir y morir como el Cordero de Dios: compartir nuestras bendiciones de salud, riqueza y talentos con otros en la familia, la parroquia y la comunidad. Dar testimonio de Cristo en nuestra enfermedad, dolor y sufrimiento. Ofrecer nuestro sufrimiento por la salvación de las almas y en reparación de nuestros pecados y los de los demás.
2) Necesitamos reconstruir vidas rotas: Como la llamada misionera del siervo en Isaías (Is 49,1-3) y “los llamados a ser santos” en la Primera Carta de San Pablo a la Iglesia de Corinto (1Cor 1,2ss), se nos informa que la llamada de Dios es confiable y verdadero. Por lo tanto, podemos creer desde lo profundo de nuestro corazón que nuestro Dios es fiel. Nuestra respuesta fiel a Dios es reconstruir las vidas rotas, reconciliándolas con el amor y la justicia de Dios por medio de Cristo Jesús, nuestro Cordero y Señor. A través del bautismo en el Cuerpo de Cristo, el Espíritu Santo nos empodera y capacita para ayudar a liberar y edificar a los oprimidos.
3) Necesitamos ser testigos del Cordero de Dios: El Evangelio de hoy nos recuerda que ser discípulo de Jesús significa que crecemos por la Fe para convertirnos en testigos de Él. Y dar testimonio de Cristo es una empresa activa, no pasiva, de por vida. Uno no puede ser un discípulo de Jesús a la distancia más de lo que uno puede ser un amante distante.
Finalmente, estamos llamados a testimoniar y proclamar el evangelio, la buena noticia de salvación como partícipes de la misión liberadora de Cristo que nos lleva a cuestionar todo aquello que se opone al proyecto de Dios. Estamos llamados, por el bautismo, a ser testigos de la vida y de la resurrección de Jesucristo y una señal del Dios vivo presente en el corazón del mundo y de la historia. Para ello contamos con la luz y la fuerza del Espíritu Santo recibido en el bautismo