VI Domingo de Pascua
Comentario dominical
22 de mayo de 2022
Ciclo C: Jn 14, 23-29
Por: Leiner de Jesús Castaño García, C.Ss.R.
- Tres verbos para vivir: amar, practicar y habitar[1]. Estos tres verbos son bien útiles en este evangelio de hoy. Empezamos por el amor. En cierta manera continuamos con el Evangelio del domingo pasado. Jesús dice: “Si me ama” o “el que me ama”. Este verbo es para nosotros como oyentes o lectores. Jesús pide ser amado en la línea del primer mandamiento: amar a Dios. Pide Jesús ser amado, pero no con imposición o dominación sino como un acto libre del ser humano, desde su libertad. Lo propio del amor es la libertad, por eso espera la respuesta de cada uno. Del amar se pasa a otro verbo: practicar la Palabra. Si en ti o en mi entra el amor, ocurrirán cosas hermosas y maravillosas. Se practicarán los mandamientos de Jesús. El Enviado del Padre habla de “mis mandamientos” que no son otra cosa que los mandamientos del Padre vividos por Él; en otras palabras, se trata de vivir la misma vida de Jesús. La vida de Jesús tiene que ser la medida de mi vida. Si amo a Jesús, mis pensamientos, acciones, actitudes, opciones y actos concretos de mi vida estarán en la línea de la vida de Jesús. Se trata de obedecer a Jesús, así como Él obedece al Padre. De ahí la necesidad de amar, perdonar y dar con generosidad hasta entregar la vida toda ella a los demás. En realidad es una nueva manera de amar. Si así es mi vida, en consecuencia, viene el tercer verbo: habitar. Dios en su realidad trinitaria quiere habitar en mí. Dios Padre encuentra en mí su casa cuando yo me identifico con Jesús. El sueño de Jesús es habitar en cada ser humano. Pero esta realidad no es posible sin la acción del Espíritu Santo. Sin el Espíritu el discipulado no es posible, la inhabitación de la Trinidad tampoco… quien es dócil al Espíritu su puerta tiene apertura, su corazón arde por amar y servir en las circunstancias que cada quien vive en su familia, en el trabajo y en la sociedad.
- El Defensor. Las palabras de Jesús son de despedida. Deja el Maestro el mandamiento del amor, pide con urgencia que los apóstoles y discípulos se mantengan unidos. Jesús es una persona que mira con anticipación las cosas y los acontecimientos. Lo hace con base en el conocimiento que tenía de sus apóstoles y discípulos. Sabe que son débiles, que les falta formación, que no han dado el “punto” a la hora de madurar. Necesitan una ayuda muy cercana a su mensaje: se trata del παράκλητος “Paracletós” o Paráclito: el abogado, el defensor, el intercesor, el que está al lado. Ante la debilidad e ignorancia de los apóstoles, viene esta ayuda maravillosa que es presentada por Jesús como el Maestro y la Memoria. Maestro porque será quien lo enseñe todo, un pedagogo que irá llevando al creyente a creer, a vivir, a anunciar el mensaje. También es la Memoria de todo lo que Jesús ha dicho. El Espíritu Santo, o Paráclito, o Abogado, será la ayuda invaluable del cristiano para recordar el mensaje de Jesús, sus palabras, su Anuncio Fundamental; también para recordar los hechos de Jesús: su predicación, milagros de curación, perdón de los pecados, amistad, cercanía y entrega en su vida, pasión, muerte, resurrección e intercesión constante ante el Padre. En esta despedida, Jesús quiere que sus discípulos se alegren, porque vendrá el Espíritu que procede del Padre y del Hijo. Y ciertamente necesitamos el Espíritu de Dios. Dentro de poco “vamos a celebrar la venida del Espíritu Santo. Si no tenemos ni la más remota idea de quién es el Espíritu Santo, ¿a quién le va a importar que venga o que no venga o a quien se le va a antojar que lo haga? * Y es importantísimo que el Espíritu Santo venga para recordarnos a los cristianos todo lo que Jesús nos ha dicho. *Porque hay muchas cosas de las dichas por Él que se nos están olvidando: – que ‘lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre’… -que ‘el que recibe a un niño, recibe a Jesucristo’… -que Pedro es la roca y que ‘sobre esta roca fundaré mi Iglesia’… y que Él estará con ella hasta el fin de los tiempos…”[2].
- El Shalom. La Paz que anuncia Jesús es la plenitud de todos los dones mesiánicos. Es un Don por excelencia. Es también una consecuencia de la habitación de la Trinidad en el creyente que le produce esa paz que nada ni nadie se la puede quitar. Como Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo habita en cada quien, la persona posee esta paz, este “shalom” que regala Jesucristo.
- Ni miedo, ni cobardía. Esta es la consecuencia de la inhabitación de Dios en el ser humano: ahuyentar el miedo y la cobardía que se oponen a la fe y al amor. Aunque el miedo está inscrito en todo cerebro humano y supone una predisposición para la lucha o la huida, desde la fe el miedo no puede existir en la persona creyente porque ha confiado en Dios, la Trinidad está habitando en ella, y posee las herramientas para asumir todas las situaciones que el creyente, evangelizador y misionero, tiene que enfrentar. Recordemos el libro de los Hechos de los Apóstoles y la variedad enorme de situaciones que le tocó sortear al grupo de apóstoles, discípulos y misioneros. Jesús se despide, y desde el Padre y por medio de su Santo Espíritu, continuará acompañando a su Iglesia en los desafíos que le tocará sortear.
- En conclusión. Permanezcamos escuchando y viviendo las Sagradas Escrituras. Mantengámonos en el amor y dejemos que en nosotros habite el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Seamos “casa de Dios” para que en el hogar, en el trabajo y en el mundo haya más amor. Formemos comunidad y preocupémonos por las personas, sobre todo por las necesitadas, como también responsabilicémonos de este mundo que nos han prestado las próximas generaciones, para que seamos responsables y lo dejemos mejor de como lo hemos recibido.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=IbhiwDQAkgo Pbro. Fidel Oñoro, eudista. De este audio he tomado algunas ideas para la reflexión de esta primera parte.
[2] Actualidad litúrgica, México, No. 214, mayo-junio 2010, pág. 39.