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ENCONTRARÁN DESCANSO PARA SUS ALMAS

Comentario dominical – Domingo XIV del Tiempo Ordinario

09 de julio de 2023

Ciclo A: Mateo 11, 25 – 30

Por: P. Luis Alberto Roballo Lozano, C.Ss.R.

TEXTO

Acción de gracias al Padre (Lc 10. 21-22; Jn 3, 5; 17, 2.25). 25En aquel tiempo Jesús dijo: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos. 26Sí, Padre, porque así lo has querido. 27Mi Padre me ha confiado todas las cosas; nadie conoce perfectamente al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera manifestar. 28Vengan a mí todos los que están cansados y oprimidos, y yo los aliviaré. 29Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy afable y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. 30Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

COMENTARIO

El evangelista Mateo nos refiere una expresión de júbilo de Jesús que se lo suele llamar el “Magnificat” de Jesús; el pasaje que sigue nos revela el misterio de Dios que se esconde en su persona y el misterio de la vida cristiana de quienes lo siguen, prometiendo que encontrarán el descanso propio de los hijos de Dios.

El pasaje es muy similar a algunos de Juan y pertenece al fondo más primitivo de la tradición sinóptica llamada fuente común o fuente Q.

El sentimiento dominante es de gran exaltación y gozo por la obra que el Padre hace en Cristo y hace también en los pequeños que lo aceptan. No se trata de un rechazo indiscriminado de los notables y sabios, de los ilustres, sino la convicción de que la verdadera grandeza solamente procede de Dios. Jesucristo es la revelación del Padre y conocerlo a Él nos pone en la jubilosa situación de experimentar su obra.

El pasaje menciona el desconocimiento del misterio de Cristo y de la misma vida cristiana y se sitúa en el regreso de los setentaydos discípulos a quienes se considera como los pequeños que han comprendido y aceptado el misterio del reino y la descalificación de las ciudades de Galilea que de manera altiva rechazan el mensaje de Cristo y se hacen merecedoras de la suerte de Sodoma.

El discurso de Jesús no es de indignación ni de amonestación, sino de profundo gozo y alabanza al Padre y de convocación a quienes dan señales de haber recibido del Padre la manifestación del mismo misterio de Cristo que es su mensaje. Apoyado en su condición de Hijo de Dios Jesús libera la multitud de prescripciones farisaicas que hacína dura y pesada la ley. La ley de Cristo trae exigencias radicales, pero se simplifican en el amor, y la gracia de Cristo hace su cumplimiento consolador.

Aquello por lo que Cristo da gracias y se expresa con brevedad como “sus cosas”, bien podría traducirse por “lo que sabemos”  y se refiere a las grandes cosas del evangelio, las cosas que pertenecen a nuestra felicidad. En Lucas 19. 42,  Jesús habla de lo que le da su plenitud a Él, y deberían darnos plenitud  a nosotros: todas las demás cosas son como nada frente a ellas[1].

 Hilario de Poitiers, sacrificado por su fe en 368 nos explica esta paradoja: «Los misterios y las maravillas de las palabras celestiales pasan inadvertidos a los sabios, mientras son revelados a los pequeños, pequeños por el grado de malicia, no de inteligencia; mientras que los sabios lo son no por su capacidad de juicio, sino por su arrogante estupidez. El Señor confirma la verdad de esta paradoja por la voluntad del Padre que ha decidido que quienes rehúsen hacerse pequeños ante Dios, enseguida ven convertida su sabiduría en estupidez »[2].

Las referencias al cansancio o incomodidad que produce el seguir a Cristo y la expresión “yugo” pesado que se aligera indican que la vida de seguimiento evangélico está libre de las ataduras de la ley pero no de la práctica de  las virtudes, de los esfuerzos y de la ascesis de una vida de compromiso.

La mención del yugo es muy apreciada en la pedagogía sapiencial: “Inclinen su cuello a su yugo y su alma reciba la instrucción” (Sirácida 51, 26). Jesús invita con bondad haciendo comprender que su camino no es una senda despiadada y que es necesario seguirla como Él lo hizo.

San Juan Crisóstomo ilustra así esta pedagogía sapiencial: “Si tú tiemblas y te estremeces de solo oír “yugo” y “carga”, tu miedo no viene de la naturaleza misma de la cosa sino de tu tibieza. Porque si fueras decidido y fervoroso, todo se te haría fácil y ligero. De ahí que Cristo, para darnos a entender que también de nuestra parte hemos de trabajar algo, no habló solo de lo fácil y se calló, ni tampoco solo de lo pesado, sino que juntó lo uno y lo otro. Nos habló de yugo pero lo llamó suave; nos habló de la carga, pero la calificó de ligera. Así ni por excesivamente trabajoso, lo huyeras; ni por excesivamente ligero, lo desdeñaras[3].

La referencia al descanso es un tema que surge del pasaje y lo concluye. No es el ocio o la vacación sin conexión con el trabajo,  sino la rica teología del sábado o descanso con que Dios culmina la semana de trabajo de la creación. Mateo introduce en este lugar la teología de la esperanza. Las comunidades que se inspiraron en la predicación de Jesús y de los apóstoles entendían muy bien lo que significaba “Shabat” como séptimo día o sábado que es la palabra que recoge el texto griego y que indica la reducción del movimiento externo y la agitación propia de quien trabaja y la reducción y relajación de los movimientos físicos y tensiones intelectuales y emocionales. la presencia más serena del espíritu en la persona y en su enrorno familiar y una prelación dada al aspecto cultual y religioso como memoria de las acciones históricas del Señor. La esperanza surge de la creación donde las tinieblas se separan de la luz y con la luz, donde el caos da paso a un piso firme y al transcurso del tiempo, afirmando que la vida es preciosa y útil por ser libre y poductiva y que merece que cada semana tenga un “shabat”. Nuestra experiencia cristiana une a la celebración del domingo esta esperanza del descanso que explica el júbilo con que Cristo se refiere a su Padre como plenitud de su descanso[4]. El séptimo día le da sentido a la sucesión de los días en la semana, la sucesión de los años le da sentido a la vida y la creación verifica nuestra libertad. La calidad de nuestro descanso (cfr. Hebreos 4, 1-10) debería corresponder a la calidad de nuestro trabajo, nuestra capacidad de creación debe corresponder a nuestra capacidad de libertad. Como Cristo también debemos estar en condiciones de expresar nuestro júbilo por las obra de Dios en nuestra vida y que nuestra alma tiene el merecido descanso, sin esperar a que nos muramos sino ya mientras vivimos[5].

Luis Alberto Roballo Lozano, C.Ss.R.

Seminario San Alfonso, Suba-Bogotá, 7 de julio de 2023.


[1] Matthew Henry. Commentary. Tomado de BibleWorks 10.

[2] Hilario de Poitiers, Comentario a Mateo 11, 11

[3] San Juan Crisóstomo, Homilía 38 sobre San Mateo, 2

[4] Luca Mazzinghi, Al cuore della sapienza,(2014) Edizioni Dehoniane, Bologna, pp. 13 ss.

[5] Maximilian Zerwick, S.J. & Mary Grosvenor (2010). A Grammatical Analysis of the Greek New Testament. Gregorian & Biblical Press (GBP), Roma. Y BibleWorks 10, Software for Biblical Exegesis and Research, Norfolk, Virginia.