P. Mauricio Monroy Cáceres, C.Ss.R.
Este año nuestra celebración mensual en honor al Señor de los Milagros coincide con el jueves santo. Con este día damos inicio al triduo pascual, cuyo centro es el misterio de la redención humana por la muerte y resurrección de Cristo. En el jueves santo celebramos la institución de la Eucaristía por Jesús en su cena de despedida, la víspera de su pasión y la llamamos “Milagro de Amor”, porque ella nos recuerda a Cristo que nos alimenta, bendice y renueva con su presencia.
Esta gran celebración del jueves santo nos recuerda cuatro compromisos que estamos llamados a vivir en nuestra vida de fe, y de manera particular se convierten en cuatro tareas que estamos llamados a implementar en nuestro ámbito familiar:
1. La Eucaristía:
Es el memorial de la pasión y muerte del Señor, con el cual celebramos la nueva pascua. Signos de la eucaristía son el pan y el vino que se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sacramento fuente de vida para quien lo celebra. Esto nos recuerda que en familia también estamos llamados a sentarnos a la mesa, compartir el alimento y nuestra vida para nutrirnos de fortaleza cada día.
2. La comunidad eclesial:
La Iglesia como comunión de todos sus miembros en Cristo Jesús, es signo visible de la nueva alianza. De igual manera, la familia debe fomentar la unidad en el hogar, compartiendo tiempo juntos, dialogando y trabajando para construir un ambiente donde reine la armonía y la felicidad.
3. El sacerdocio:
El mandato y deseo de Cristo: “Hagan esto en memoria mía”, es posible en la Iglesia mediante el ministerio sacerdotal de los obispos y presbíteros en continuidad con los apóstoles. Esto nos recuerda que en la familia debemos fomentar el espíritu de servicio, de entrega a los demás.
4. El amor fraterno:
El mandamiento nuevo de Jesús aparece como signo visible de la comunidad cristiana, pues es la señal por la que los demás conocerán que somos discípulos suyos. De igual manera, la familia está llamada a vivir el mandamiento del amor, que se expresa no con palabras, sino con acciones. Es el compromiso de desgastar la vida por el otro, dando siempre lo mejor.
Que el Señor conceda a nuestras familias vivir estos días con gran devoción, para crecer en la fe orando juntos en el hogar y, así, fortalecer los lazos de unión en la presencia de Dios fuente inagotable de amor.