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III Domingo de Adviento

Comentario dominical

11 de diciembre de 2022

Ciclo A: Mt 3 2-11

Por: P. Víctor Chacón Huertas, C.Ss.R.

“El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría”. El profeta . Ser creyentes es la alegría gozosa, profunda y sincera de no sentirse solos, de saber que caminamos sostenidos por el mismo Dios que ha dado existencia a todo cuanto nos rodea. Le experimentamos en nuestro mundo, en la naturaleza, y sobre todo, en los hermanos. Ésta es nuestra certeza alegre, ésta nuestra jubilosa esperanza.

1. “Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. ¿Qué nos sigue diciendo Isaías? Que al lado de Dios no hay carencias, ni miedos, ni discapacidades. Que eso son cosas humanas, distinciones absurdas. Que a su lado poco importan nuestras debilidades, porque recibimos de él la fuerza que nos plenifica. Como creyentes nos toca hacer esto: “Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: Sed fuertes, no temáis”. Ayudar a pasar a otros del miedo a la confianza alegre en Dios. Dejar de lado las propias inseguridades y temores, para abrirnos a la alegría del Evangelio como nos invita a hacer el Papa Francisco. Dice el refranero que las penas con pan son menos, y añadimos nosotros, ¡y con Dios mucho menos!

2. La Paciencia, clave de la alegría. “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía”. El apóstol Santiago invita a la comunidad a ser paciente, a saber esperar al Señor. Ésta es la única manera de ser buenos creyentes, con paciencia. Sabiendo que no todo está en nuestra mano, que sólo estamos llamados a sembrar –como los campesinos- y luego toca aguardar las lluvias, el sol, el tiempo de crecimiento… ¡paciencia! Lo contrario, la impaciencia, es una actitud estéril y sofocante que no ayuda a la alegría, más bien a la desesperación, pues por mucho que nos esmeremos no podemos hacer crecer ni controlar todos los factores de nuestra vida.

3. “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Inquietante pregunta que hacen a Jesús, de parte del Bautista. Jesús contesta a su manera, sin muchas palabras, les viene a decir “juzgad vosotros mismos”: “los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio”. De la realeza de Jesús, de su mesianidad, hablan sus acciones, habla su vida. Su pobreza, su sencillez, su amor y cercanía a todos, especialmente a los últimos. Por eso ¡dichoso, feliz, alegre, el que no se escandalice de mí! El que sepa ver la obra de Dios en los pequeños gestos que se abren paso en nuestra realidad.