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El Cuerpo y la Sangre Santísimos de Cristo

Comentario dominical

11 de junio de 2023

Ciclo A: Juan 6, 51 -58

Por: P. Luis Alberto Roballo Lozano, C.Ss.R.

El pasaje que nos ocupa en el Evangelio de Juan en el capítulo 6 ocurre en una época del año cercana a la fiesta de la pascua, muy marcada por la preparación de los panes ácimos y la cena pascual en que se consumía el cordero sacrificado especialmente para esa ocasión. Al otro lado del lago y opuesto a Cafarnaún, Jesús, al final de una jornada de enseñanzas realiza el signo de la multiplicación de los panes y los peces ( 6, 1-14)[1]. Esa noche pasa al otro lado del lago caminando sobre las aguas y llega a Cafarnaún (vv. 16-21). A la mañana siguiente la gente que había permanecido en el sitio del milagro, al ver que Jesús había atravesado el lago, lo siguió y lo encontró (vv. 22-25). Jesús recibe a la gente y les hace sentir que deben buscar no el pan material  y les habla de comer el pan del cielo (vv. 26-34). En un ambiente de críticas, Jesús se revela como el Pan de la vida (vv. 35-59). Es aquí donde se encuentran los versículos que nos ocupan.

El lugar adecuado de nuestro texto sería el c. 13, dentro del relato de la última cena. El evangelista lo traslada al capítulo 6, por la semejanza con la materia, para hacer un discurso completo sobre el pan.

No hay ninguna duda de que el discurso se centra en Jesús que se revela como “pan de vida”. El pan es la carne de Cristo para la vida del mundo. Quien lo come tiene vida. La carne y la sangre de Cristo comunican la vida definitiva.

Aunque el Evangelio de Juan no recoge el pasaje de la institución de la Eucaristía, este largo discurso de Jesús sobre “el pan de la vida”[2], rezuma por todos los costados aspectos eucarísticos. Comienza poniendo en boca de Jesús la afirmación “Yo soy el pan de la vida”, la primera de las siete expresiones cristológicas que constituyen el núcleo de su autorrevelación: la figura de Jesús como el Salvador, el Redentor y la fuente de la vida y de la salvación. El discurso del pan de vida tiene tres temas principales: el descenso del pan del cielo, la comparación con el maná, y la vida que ese pan comunica … “Es bajado del cielo por su Encarnación. Es pan en cuanto su carne ha sido sacrificada por la vida del mundo; su carne y su sangre son comida y bebida por la fe y por la participación eucarística…Finalmente, la tercera expresión enuncia de modo rotundo la eficacia del comer el pan bajado del cielo: ‘El que come este pan vivirá para siempre”. Después de narrar los signos de la multiplicación de los panes y del camino de Jesús sobre las aguas, el evangelista comenta la autoproclamación que el propio Maestro ha hecho sobre su condición de “pan de vida” y de la necesidad de comer su carne y beber su sangre para tener la vida[3].

El discurso del pan de vida tiene lugar en la sinagoga de Cafarnaún, con la presencia de partidarios y opositores de Jesús. Esta polémica tensión se ha acentuado con el signo del día anterior de la multiplicación de los panes y los peces. El discurso de Jesús supone un contexto de banquete sacrificial: en la sinagoga se entiende y se refiere al banquete de la pascua donde consumen el pan ácimo y la carne del cordero sacrificado, y su sangre  se vierte al ser sacrificado y se consumen las cuatro copas de vino de la vid  con sus respectivas bendiciones[4].

El ambiente de la pascua judía hace comprender más adecuadamente las figuras que Jesús emplea para hacer comprender la revelación: “Yo soy el pan de vida”. Pero la revelación va más allá de la celebración judía y es una catequesis y expresión cristiana de la Eucaristía donde los signos son el pan como cuerpo y el vino como sangre del Señor. La referencia a los antiguos padres que comieron los ácimos y el cordero y murieron, indica de manera expresa pero profundamente respetuosa el hecho de que no comunican una vida eterna. La comida que ofrece Jesús, su cuerpo y su sangre, sí comunida la vida eterna.

El Concilio Vaticano II expresó esta verdad así: “Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera”[5].

No es el propósito de este comentario abordar los aspectos eucarísticos de la celebración de la cena del Señor ni sus derivaciones en el culto y la adoración eucarística y la misma reserva del pan Eucarístico, las celebraciones de los Congresos Eucarísticos y las prácticas tan ampliamente difundidas como la visita al Santísimo Sacramento de la Eucaristía y la Comunión espiritual. La Eucaristía ha sido el motivo de la institución de la Solemnidad del Corpus, Cuerpo y Sangre de Cristo, con la edificación de templos como la maravillosa catedral de Orvieto. Todos estos aspectos los abordan los libros devocionales, una cantidad muy grande de expresiones del arte y decoración, el canto que hunde sus raíces en los cantos de la Pascua judía y después se expresa en poesía, grandes elaboraciones musicales o sencillos cantos populares compuestos para participar en las celebraciones eucarísticas. Recientemente, la figura y el entusiasmo del joven Carlo Acutis ha causado gran revuelo.  El Catecismo de la Iglesia Católica recoge así tales experiencias y enseñanzas: La Eucaristía es “fuente y culmen de toda la vida cristiana” (LG 11). “Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua[6]

Las expresiones comer la carne y beber la sangre de Cristo son figuras y símbolos inspirados en la pascua judía de esa revelación de Cristo que aparece en el Evangelio: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente (v. 51)[7]


[1] Texto de la Sagrada Escritura

[2] José Fernández Lago (2019). Eucaristía. Graáficas Lope, Santiago de Compostela, pp. 55 ss. Salamanca

[3] Sjef van Tilborg (2005). Comentario al Evangelio de Juan. Editorial Verbo Divino, pp. 137-141 Estella

[4] Texto de La Sagrada Biblia de América (2016),

[5] Concilio Vaticano II (1963). Constitución Apostólica Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, No. 47

[6] Catecismo de la Iglesia Católica, No. 1324

[7] Maximilian Zerwick, S.J. & Mary Grosvenor (2010). A Grammatical Analysis of the Greek New Testament. Gregorian & Biblical Press (GBP), Roma. Y BibleWorks 10, Software for Biblical Exegesis and Research, Norfolk, Virginia