image_pdfimage_print

XVII Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario social

25 de julio de 2021

Ciclo B: Jn 6, 1 – 15

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R

El problema del hambre en el mundo es uno de los grandes desafíos de la humanidad. Recursos no faltan para que todos podamos alimentarnos. El problema es la mala administración de ellos y el deseo de ganar más. Para aumentar los precios se tiran millones de toneladas de alimentos. Incluso el Papa Francisco afirma: “Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre”

En los países en vías de desarrollo (como el nuestro: Colombia) se aumenta su costo sin tener en cuenta las necesidades elementales de la población y cuando se envían ayudas solidarias no se distribuyen, sino que se transforman en fuente de ganancia para quienes detentan el poder y se dejan dominar por la corrupción. Es paradójico que en una sociedad “supuestamente desarrollada” mueran o enferman más personas por el hambre que por el virus del Covid – 19.

El episodio de la multiplicación de los panes que nos narra la lectura (2 Reyes 3, 42 -44) y el evangelio según san Juan (6, 1-15), nos muestra el interés que tiene Jesús por todo lo humano y, al mismo tiempo, nos señala el camino para resolver el problema del hambre en el mundo y otros problemas que afligen a la humanidad. Él no quiere partir de la nada para enfrentar los retos. Quiere nuestra colaboración; partir de nosotros, de lo poco o mucho que tenemos.

Nuestra reacción frente a la magnitud de los problemas es constatar lo poco que podemos hacer. Los discípulos le dicen al Señor: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”. Y Jesús realiza el milagro de la multiplicación a partir de la solidaridad de un muchacho que ofrece lo poco que tiene. Lo mismo experimentamos nosotros frente a los grandes desafíos del mundo de hoy, y le decimos al Señor: es muy poco lo que tengo, no soy capaz, no está en mis manos cambiar las cosas. Cristo nos pide poner en sus manos lo poco que somos y tenemos y Él hará avanzar el Reino en la historia con nuestra colaboración. Todos podemos hacer algo.

A la luz de la liturgia de la Palabra tomemos conciencia del problema del hambre en el mundo; trabajemos para crear conciencia en la sociedad en la que vivimos y en todos los países. Hace quince siglos San Juan Crisóstomo en una de sus homilías afirmaba: “¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo.”

En consecuencia, Jesús y Eliseo nos dan una gran esperanza en nuestra capacidad de hacer el bien con lo que somos y tenemos, porque es Cristo quien realiza las cosas a partir de nuestra buena voluntad que pone a su disposición lo poco que poseemos; nuestros escasos recursos, nuestra pobre generosidad, nuestros pocos panes y peces. Globalizar la solidaridad a partir de pequeños grupos multiplica las posibilidades de resolver fraternamente los grandes problemas que afligen a la humanidad. Celebrar la eucaristía, pan de vida que nos une en la fraternidad debería ser fuente de compromiso y de servicio que trabaja junto con Cristo para que el pan material llegue a la mesa de todos.