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II Domingo de Adviento

Comentario dominical

5 de diciembre de 2021

Ciclo C: Lc. 3, 1- 6

Por: P. Víctor Chacón Huertas, C.Ss.R. (Redentoristas de España)

Seguimos adentrándonos en el Adviento. Y lo hacemos conscientes, alegres y disponibles para celebrarlo bien. Y éste -como todo evento- requiere su preparación, su liturgia, su tiempo, su mimo… cualquiera de las comidas o fiestas navideñas a las que asistiremos habrá de ser preparada antes. Alguien se deberá preocupar de pensar el menú, los invitados, la acogida,… cada pequeño detalle de esos que hacen especiales las ocasiones, que muestran el cariño puesto y la importancia del momento y de lo celebrado. Ojalá que también esto se viva en nuestras comunidades cristianas y parroquiales, gente volcada en colaborar –cada cual desde sus posibilidades- en cuidar los detalles: montar el belén, la decoración, los símbolos,… ojalá que también los que participen del Adviento y la Navidad en nuestras comunidades sientan ese algo especial, ese mimo y empeño puesto, se sientan parte de algo importante y único, de alguien Grande que nace muy pequeño, casi insignificante, como esos detalles que casi no se notan, pero que lo cambian todo solo por estar ahí.

Detecto en la Palabra de este domingo tres invitaciones muy claras y oportunas para ayudarnos a profundizar en esta Espera gozosa:

1.    ¡Despójate! Es el grito que nos lanza Baruc en la primera lectura. ¡Quita de tu vida el vestido de luto y aflicción! Quita todo aquello que te sobra, que no te ayuda a recibir al Cristo que nace. “Recoge el vestido de gloria que Dios te da, Él te mostrará tu esplendor. Te dará un nuevo nombre –una nueva identidad- para siempre”. Son las palabras que Baruc dirige a la ciudad santa Jerusalén para que recupere su esplendor, y vuelva a ser lo que profundamente está llamada a ser: ciudad de paz y de encuentro. Ojalá así fuera también en estos días. Y aún le dedica una frase preciosa: “Dios se acuerda de ti”, él es el Dios providente que te acompaña y que vela por tu camino.

2.       Fíate de Dios. Nos lo dice San Pablo en su carta a los Filipenses y recoge una expresión fantástica que se usa en la Liturgia de Ordenación de la Iglesia: “Dios, que ha comenzado en ti la obra buena, él mismo la lleve a término”. Esa oración es una maravilla, le hace caer en la cuenta al ordenando –que seguramente anda nervioso y albergando dudas y temores en su interior por si dará la talla ante tamaña empresa- que no es él el protagonista, que él será sólo medio, canal, instrumento, en las manos del Dios providente que lo eligió por amor y porque confía en él. Ésa es la llamada que Pablo extiende hoy a cada uno de nosotros: Confía, estate tranquilo, es verdad que tienes que prepararte, pero ¡no controles demasiado! Disfruta de la fiesta, del Dios que danza con júbilo ante ti (Sof 3, 17). Hoy Pablo le pide a nuestro amor dos cosas más: que crezca en conocimiento (en consciencia) y en sensibilidad (¡qué importante la sensibilidad!).

3.       Recibe la Palabra que viene A TI, HOY. La mitad del Evangelio de Lucas que hoy escuchamos son reyes, sacerdotes, reinados y parentescos… que tienen una única función: decirnos ¡esto es verdad! Esto pasó, yo lo vi, fue así, en tal momento y quedó grabado en la historia, y no será olvidado porque ahora tú también lo sabes. Juan anunció al que había de venir, a Jesucristo, y lo hizo predicando un bautismo de conversión, llamando a todos a la preparación definitiva, al encuentro con el Dios que viene a salvarnos. Y para eso hay que quitar lo que sobresalga, lo que tenga demasiado protagonismo en nuestra vida y seguramente no lo merezca tanto; y levantar aquello que tenemos más descuidado y olvidado últimamente y que sí lo merece. Sólo así, allanando el camino, puede llegar hasta nosotros la Vida verdadera de este caminante que será Jesús de Nazaret.