SEAN COMO LA LUZ O COMO LA SAL
V Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
05 de febrero de 2023
Ciclo A: Mt 5, 13 – 16
Por: P. Pedro Pablo Zamora Andrade , C.Ss.R.
Introducción
El texto del evangelio de este domingo está enmarcado dentro del denominado «discurso evangélico». El Señor Jesús utiliza dos metáforas para aplicarlas a la misión que sus discípulos debían desempeñar en el mundo: sal y luz. Un cristiano no solamente es seguidor de Aquél que se autoproclamó «la Luz del mundo» (Jn 8,12), sino que, también, tiene que ser como la sal en los alimentos. En una época en que no existían las neveras o los congeladores, la sal desempeñaba una función de conservación de los alimentos. Es verdad que la sal también ayuda a salar, a dar sabor a ciertas comidas (y esa es una de las posibles interpretaciones), pero no menos importante es la que acabamos de mencionar hace un momento.
Comentario
Para que la metáfora sea concebida como tal, la traducción debería decir: «sean como la sal», «sean como la luz». En el parecido o en la semejanza está contenido el mensaje. Es imposible que el ser humano sea sal o luz; pero si puede asemejarse a la función que desempeña la sal o la luz.
-«Sean como la sal». ¿Para qué sirve la sal? Y la respuesta puede ser, al menos, doble: uno, para salar los alimentos y darles sabor; dos, para conservar algunos alimentos (como la carne o el pescado), y así evitar que se pudran o se descompongan rápidamente. Hay personas a las que la ingesta de sal les hace daño y otras, las que han perdido el sentido del gusto (ageusia), que no se enteran si la comida tiene sal o no. Pero esas son las excepciones. La sopa y otros alimentos saben mejor si se les agrega una pizca de sal.
Por tanto, y hablando metafóricamente, un cristiano debe darle sabor a su vida y a la de los que lo rodean. Tal vez ese «sabor» está en encontrarle un sentido, un norte, un propósito a lo que hacemos cada día. Allí puede estar, incluso, la clave o la tecla de la felicidad. Hacer cosas porque toca o realizar actividades porque están mandadas o impuestas, me puede llevar a vivir una vida insípida, descolorida, descafeinada.
Pero la sal también ayuda a que algunos alimentos (sobre todo, carnes) se conserven en buen estado y se puedan utilizar en el tiempo. En este segundo sentido, y hablando metafóricamente también, el cristiano tiene que ayudar a conservar los valores y los ideales del Evangelio. Es la única manera de que pervivan en el tiempo. Y más ahora que vivimos en unos tiempos donde las cosas cambian permanentemente. Lo que hoy es válido, mañana desaparece, y a las nuevas generaciones se les proponen nuevos valores y paradigmas.
«Un cristiano, nos decía el P. Gustavo Baena, debe ser el Evangelio andando por este mundo». De san Gerardo se dice que vivía con tanta dedicación las antiguas Constituciones y Estatutos («Regla») de la naciente Congregación, que bastaría con mirar su comportamiento para reescribirlas en caso de que se extraviaran.
Según algunos comentaristas, la sal también cumplía una función contractual en la antigüedad: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos. Por eso, incluso hoy en día, la retribución de un trabajo se llama «salario».
-«Sean como la luz». ¿Qué función tiene la luz? Iluminar. Durante el día nos ilumina el sol y durante la noche hemos inventado varios medios para quitarle espacio a la oscuridad (las teas, las lámparas, las velas, la luz eléctrica, etc.). La oscuridad es posible que nos genere miedo o inseguridad.
¿Cómo puede ser un cristiano «como la luz» para quienes lo rodean o entran en contacto con él? A través de sus palabras, de un consejo, de una corrección oportuna; pero también lo podemos hacer a través de nuestras buenas obras, de nuestro testimonio de vida. Por eso escuchamos en el salmo de hoy la siguiente afirmación: «En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo» (Sal 112,4).
Conclusión
Es probable que la vida cristiana implique otros elementos que no están incluidos en las dos metáforas que utiliza el Evangelio de este domingo, pero en esta ocasión se nos pide ser «como la luz» o «como la sal». Iluminemos, pues, a quienes nos rodean o nos frecuentan con una palabra sabia y con nuestro buen obrar. Démosle sabor a nuestra vida, es decir, encausémosla según el estilo de vida que nos mostró Jesús, nuestro Señor y Maestro. Y, para concluir esta breve reflexión, seamos instrumentos de conservación como la sal. No permitamos que los valores y los ideales del Evangelio se pierdan. Que pervivan en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestras palabras, en nuestra vida cotidiana. Dice una canción: «Yo soy la única Biblia que lee la gente todavía». Que los demás puedan leer en nuestras palabras y en nuestro comportamiento el Evangelio del Reino. Amén.