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XXI Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario social

21 de agosto de 2022

Ciclo C: Isaías 66,18-21; Salmo 116,1.2; Hebreos 12,5-7.11-13; Lucas 13,22-30

Por: P. Alberto Franco Giraldo, C.Ss.R.

La pregunta fundamental de los creyentes

En el evangelio de Lucas, uno le pregunta a Jesús: Señor, ¿Son pocos los que se salvan? Esta es una pregunta fundamental de los creyentes de todas las religiones. Pregunta relacionada con otras: ¿Quiénes son los que se salvan?, ¿Yo me salvaré? Preguntas que llevan a otra implícita, práctica y siempre presente en la vida diaria: ¿Qué tengo que hacer para salvarme?, porque la vida de una persona de fe está movida por el deseo, el afán, la necesidad y la esperanza de salvación. La búsqueda de la salvación mueve y determina las prácticas religiosas de los creyentes: cultos, sacramentos, oraciones, devociones, maneras de celebrar y vivir la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, las diversas lecturas religiosas y la manera de interpretarlas…. Y la manera como una persona comprende la salvación orienta su comportamiento ético y social, la valoración de la historia y de la humanidad, las creencias y comportamientos políticos, las maneras de relacionarse con otras las creencias, la actitud frente a “lo otro” y diferente, la relación con la naturaleza y la economía, las  formas de vestir, de comer, de recrearse, de educar sus hijos, de enamorarse, de conformar una vida en pareja, de tener o no hijos…

La vida cotidiana de una persona creyente está determinada por la pregunta: ¿Qué tengo que hacer, pensar, dejar de hacer, creer y practicar… para alcanzar la salvación?

Una mirada al texto del evangelio

La salvación es comprendida e interpretada de acuerdo con las corrientes y tendencias cristianas de la persona creyente. Comprensiones e interpretaciones, frecuentemente, contradictorias. Cada corriente o tendencia cree tener el verdadero sentido de la salvación, sin reconocer que habla y piensa desde una interpretación de la Biblia y una visión religiosa particular, que ni es la única, ni la absolutamente verdadera. Por otra parte, al hablar de la salvación cada persona piensa que su interlocutor la entiende lo mismo y que hablan un mismo lenguaje, lo cual ocurre pocas veces. Las diferencias y contradicciones en la comprensión de la salvación, si se asumen constructivamente, podrían ampliar, enriquecer y depurar su verdadero sentido, de acuerdo con la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret.

En el evangelio de Lucas (13,22-30), la salvación tiene un significado especial, para comprenderlo, lo mejor posible, recordemos el texto del evangelio:  

  • “Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén”: Jesús iba hacia Jerusalén, el centro de los poderes, que no aceptan su enseñanza. Allí le espera la muerte. Mientras que en los pueblos y ciudades marginales aceptaban su mensaje. 
  • “Uno le preguntó: Señor, ¿son pocos los que se salvan?”: “Uno” que represente a cualquier persona, de ayer o de hoy, y que busca salvarse y por eso pregunta a Jesús. 
  • Jesús le contestó: “Procuren entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán”. Es un llamado a tomar la decisión entrar, ahora, en este momento, en este mundo y en esta historia. No hay que dejarlo para mañana, para el futuro.
  • Es necesario hacerlo rápido, antes que “el dueño de casa cierre la puerta”, porque perderán el tiempo “golpeando la puerta y diciendo que les abra”; porque él les contesta que “no sé de dónde son ustedes”. En otras palabras, no pierdan este momento, no tendrán otra oportunidad.  
  • “Y ustedes dirán: Hemos comido y bebido contigo, en nuestras calles enseñaste”; y él les dirá que no los conoce, los apartará de la puerta por ser “malhechores”. En el tiempo de Jesús, la comensalía (estar a la mesa con alguien, con comer con él), obligaba a la acogida, por eso es tan significativo el rechazo.

“Las personas que llaman a la puerta recurren a la comensalidad. La comensalidad era la prueba de fuego de la unidad social en el mundo antiguo; de ahí que quienes no son reconocidos por el dueño de la casa digan que han comido y bebido con él: reclaman la solidaridad social. La nueva comunidad cristiana se caracteriza por la comensalidad de todas las naciones, no solo de Israel”[1].

Desconocer la comensalía y no permitir entrar, una vez cerrada la puerta, expresa la radicalidad de la negativa del dueño de la casa.  

  • Y mientras que “ustedes son  expulsados” al lugar del “llanto y el crujir de dientes”,  verán que “Abrahán, Isaac y Jacob y todos los profetas en el reino de Dios” han entrado al reino de Dios,  al que ustedes no han entrado por llegar después que la puerta fue cerrada.  
  • Y “Vendrán de oriente y occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. Es decir, que todos los pueblos podrán entrar en el reino de Dios y sentarse a la mesa, porque la salvación dejó de ser un privilegio para el pueblo elegido, para “gente buena y de bien” y quedó abierta para toda persona que entre antes que la puerta se cierre.
  • Porque”, así empieza la última frase del pasaje para mostrar quiénes y cómo entran, o no, por la puerta que lleva a la mesa del reino de Dios: “hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”. Es decir, la puerta que se abre o cierra es la actitud ante del poder que busca ser los primeros por encima de los otros. Asumir una lógica o actitud diferente a la del poder es el camino para entrar en el reino de Dios y sentarse a su mesa (Cf. Mc 10, 35-45; Mt 20,20-26).

La salvación, en este pasaje del evangelio, es entrar en el reino de Dios y sentarse a la mesa. Y hacerlo antes que el dueño de casa cierre la puerta. La prueba que es la salvación es que en el reino de Dios están Abrahán, Isaac, Jacob y todos los profetas. En adelante, la salvación está  totalmente abierta: vendrán de oriente, de occidente, del norte y del sur y entrarán y se sentarán en la mesa del reino de Dios. El reino de Dios es una mesa sin exclusiones por motivos de raza, sexo, clase social, clase social, creencias y prácticas religiosas establecidas, opciones políticas… Según este evangelio, la condición para salvarse es superar la tentación del poder, de los primeros puestos, que lleva a marginar, a excluir, a creerse superiores a los demás y a rechazar el reino de Dios anunciado por Jesús de Nazaret.

Las autoridades religiosas que discutían con Jesús creían que por ser el pueblo elegido, y por cumplir las leyes religiosas relacionadas con el culto, la pureza y los días de descanso, eran mejores y superiores a los demás pueblos y religiones, y tenían asegurada la salvación. Ellas habían establecido un sistema religioso y normativo que excluía de los lugares sagrados y de la salvación a impuros, contaminados y paganos, a los pobres, las mujeres, los pecadores, los enfermos, los mendigos, los extranjeros…. En contraste, Jesús de Nazaret le decía a sus seguidores que para entrar y sentarse a la mesa del reino de Dios tenían que ser los últimos, colocarse entre los marginados, los impuros, pecadores, excluidos…

El significado tiene la salvación en este Evangelio

La pregunta que le hacen a Jesús por la salvación en Lc 13, 23, en el texto griego original utiliza el verbo soozoo: salvar, sanar y ayudar. Al consultarlo en el Diccionario Exegético del Nuevo Testamento[2] -NT, llama la atención que está el verbo, pero no hay sustantivos o adjetivos relacionados con él. En comparación la otra expresión griega utilizada para referirse a la salvación si los tiene: Sooteer: salvador, redentor; sooteeria: redención, salvación; sooteerion: salvación, liberación; sooteerios: saludable, que trae la salvación[3]. Este hecho muestra que es un verbo especial y que es necesario analizar con cuidado. 

En el mismo Diccionario, al hacer una revisión del uso de soozoo (salvar, ayudar, sanar) en el NT, encontramos: que la acción salvadora del peligro de perecer o de naufragar es realizada por Dios, Jesús o la comunidad cristiana; que quien ayudó a otros no pudo ayudarse a sí mismo, “ni  siquiera Elías viene a salvarle”; que Jesús pide al Padre que lo salve “de esta hora”. En los Evangelios, casi siempre, se refiere a la sanación de los enfermos realizada por Jesús. Que es “la salvación en el sentido más extenso de la palabra” la que reciben ciegos, enfermos, paralíticos, moribundos (mujeres y hombres). La curación de los enfermos es descrita con este verbo de la misma manera que la liberación de un endemoniado. Soozoo significa, “casi siempre, la restauración de la integridad de la persona, haciendo desaparecer un daño permanente: hemorragia, ceguera, lepra, parálisis y posesión diabólica”. Igualmente, se utiliza con el sentido de salvar de los pecados y a los pecadores, salvar como regresar al hogar con el significado de arrepentimiento y conversión, salvar como “liberación para entrar en reino celestial”, salvar como recate de un peligro mortal o de  perdón de los diversos pecados. También salvar como entrar en la vida del reino de dios, la vida definitiva.

La salvación (soozoo) en los Evangelios es aceptar el mensaje de Jesús y entrar  en el reino de Dios, es creer que el reino está en medio de los seres humanos (Cf. Lc 17,20-21), que se ha acercado a su historia concreta, que como una semilla pequeña y sencilla va creciendo sin que se vea cómo ni cuándo (Cf. Mc 4,26-32), que va transformando profundamente las relaciones de las personas con Dios, los demás, la naturaleza y consigo mismo y así hace la sociedad más justa e igualitaria. La salvación acontece en esta historia, en este mundo y se prolonga más allá, porque el amor y la justicia trascienden la vida y la muerte.

Debemos reconocer que, en general, hemos desfigurado el sentido de la salvación que anunció Jesucristo, con la “espiritualización” que lleva a pensar que la salvación es, sólo, para la otra vida; con la “creencia” que la salvación se consigue, exclusivamente, con el cumplimiento de las normas, los ritos y las prácticas religiosas establecidas; con la convicción que tenemos que convertir a los otros (ateos, descreídos, científicos, “gente mala”… ) a nuestra manera de comprender el cristianismo, sin contrastarla con el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo o las enseñanzas del Magisterio, como el del Papa Francisco.


[1] MALINA, Bruce y ROHARBAUGH Richard, Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentarios desde las ciencias sociales, segunda edición, Verbo divino, Navarra, 2010, 275.

[2] BALZ Horst y SCHNEIDER Gerhard, Diccionario Exegético del Nuevo testamento, Vol. II, Sígueme, Salamanca, 1998, pp. 1635-1641.

[3] Ibídem, pp. 1655-1666.