Por: Junior Carlos Daniel Franco Ramírez, C.Ss.R
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica postsinodal Christus Vivit, en el primer numeral dice magistralmente: “vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida”. Con estas palabras nos recuerda a todos los jóvenes que Cristo está vivo y nos quiere vivos, quiere hacernos tomar conciencia de la alegría que debemos manifestar por ser jóvenes; al mismo tiempo nos provoca a asumir nuevos retos y desafíos con fuerza y valor; en su visita a Colombia desde el balcón del Palacio Cardenalicio en la Plaza de Bolívar señaló rotundamente: “vuelen alto y sueñen grande; y añadió también: “jóvenes, sueñen, muévanse, arriésguense, miren la vida con una sonrisa nueva, vayan adelante no tengan miedo”.
En pleno siglo XXI, ser joven es un gran desafío; son numerosas y complejas las realidades que debemos enfrentar; son diversos los problemas, las propuestas, los enigmas y los interrogantes que vivenciamos. Y, sin embargo, en los jóvenes está el presente y el futuro de la sociedad, de la Iglesia y de la humanidad; somos la savia de este milenio; la oportunidad y el cambio está en nuestras manos.
En este sentido, hemos podido comprender que como jóvenes es mucho lo que podemos hacer y dar, hemos vislumbrado que la Iglesia necesita de nosotros, y por eso hemos querido asumir el desafío de navegar mar adentro de la mano del Maestro, decir sí al proyecto de Jesús que nos llama a ser sus testigos. Hemos decidido consagrarnos libre y voluntariamente como religiosos convirtiéndonos en un signo profético y contracultural. Hoy podemos expresar que es la experiencia más desafiante que estamos viviendo; los retos son innumerables, y el miedo también acecha, pero la alegría y el gozo de estar con quien nos ha amado desde siempre, nos confirma y nos fortalece en nuestra opción existencial.
Por la consagración no estamos renunciando a nuestra juventud, a su fuerza y su vitalidad; es una manera de hacerla más fecunda; la consagración es expresión de una vida joven que se entrega por completo a la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.
Nosotros, con los pies bien puestos en la tierra, pero con la mirada fija en lo alto, hemos encontrado en Cristo por su redención abundante, la razón de ser, el sentido profundo y el mayor significado que podemos dar a nuestras vidas. El seguimiento del proyecto de Jesús, es para nosotros alegría plena, verdadera e imperecedera
Asumiendo los compromisos y los desafíos que exige la fidelidad, hemos querido consagrarnos libre y voluntariamente a Aquel que nos amó primero. Hemos profesado los votos de pobreza, obediencia y castidad como expresión de una vida que se dedica por entero a la obra de la Redención en la Congregación del Santísimo Redentor. A estos votos el Redentorista añade el voto y juramento de Perseverancia cono signo de fidelidad y estabilidad en su compromiso.
Aunque religiosos y consagrados, no estamos exentos de experimentar la realidad y la problemática que viven los jóvenes, en medio de esto nos proponemos testificar que ¡es posible en pleno siglo XXI ser joven, ser consagrado y ser feliz!
Feliz día para todos ustedes, consagrados, en la fiesta de la presentación del Señor; que avancemos “caminando juntos” como lo expresa el lema escogido para esta XXVI Jornada mundial de la Vida Consagrada. Que, en el diario vivir de nuestra consagración, podamos tener un rostro y un espíritu joven, disponible, vivo, alegre, entusiasta y decidido, pues la vida consagrada, como dice el P. Amadeo Cencini, es el alma permanentemente joven de la Iglesia, la VC presenta en sí algo bello y, por consiguiente, también joven y juvenil.
A 02 de febrero del 2022, en la fiesta de la presentación del Señor
Bogotá, D.C.