UN GRANITO DE MOSTAZA PUEDE MOVER MONTAÑAS, Y LA ORACIÓN PUEDE DETENER UN VOLCÁN EN ERUPCIÓN.
(San Alfonso y su confianza en la oración)
Por: Postulante Dixon Álvarez (Seminario San Alfonso, Bogotá – Colombia)
Mc 2, 1 – 12:
“Entonces vinieron a él unos, trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.”
Sabemos que San Alfonso es un apasionado de la oración, al punto de desarrollar un método que privilegia la oración mental, como diálogo con Dios para obtener su Redención. En sus obras ha dado pautas para ejercer esta comunicación con el Padre amoroso, a través de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor y Redentor. De forma especial, encontramos en su libro “El gran medio de la Oración” una frase que lo ha inmortalizado en este campo: “Quien ora se salva, quien no ora se condena”. Lo que demuestra su gran confianza en el Señor, que humilde escucha todas nuestras necesidades y lamentaciones.
Con base en esto, hoy les comparto una situación muy poco conocida, e incluso su interpretación suele exagerarse. El día 29 de julio del año 1779 (San Alfonso tenía 83 años) el Vesubio[1] aterroriza a toda la región napolitana. Una gran nube de humo, acompañada de intensas llamaradas y precedida de lava, bajan hacia Somma y Ottaviano, amenazando Pagani y otras localidades cercanas; el padre Rey – Mermet describe este acontecimiento como un “espectáculo alucinante”. Ante tal situación un padre llamado Corsano, corre a la celda de Alfonso y nuestro santo es llevado entre dos hermanos a la ventana de la casa, donde se puede ver en primer plano toda la erupción. Al ver este espectáculo frente a él, exclama: “Jesús”. Luego san Alfonso hace una gran señal de la cruz frente aquel volcán activo; curiosamente el Vesubio se precipita en su propio cráter[2] deteniendo el curso de la ardiente lava.
Es necesario aclarar que no fue un acto inmediato, sino que toda esta precipitación se dio de forma progresiva. Sin embargo, se tiene la idea de que fue nuestro Santo el que detuvo, con su bendición y oración, las llamas de este temido volcán italiano, haciendo una demostración de lo que años antes había publicado: “Las gracias recibidas, las meditaciones que hemos concebido sirven para que en los peligros y tentaciones sepamos rezar y con la oración obtengamos el socorro divino que nos preserva del pecado[3]”.
Días antes de este acontecimiento, Monseñor de Liguori (como se le decía) había dicho en una predicación lo siguiente: “¡Tened confianza!” ¿sería esto en referencia a lo que se avecinaba? Nunca lo sabremos, pero sí podemos tomar este consejo como una invitación de nuestro Padre fundador a tener confianza en Dios. Lo primero que pensó al ver la catástrofe frente a él, fue en acudir a Dios a través de la oración. Este acontecimiento nos hace recordar que si un granito de mostaza puede mover montañas, la oración puede detener un volcán en erupción. De esta manera, surgen las siguientes interrogantes: ¿Recurro a la oración todos los días? ¿Tengo la confianza de que Dios me escuchará? ¿Acaso ha dejado Dios suplicas sin escuchar?
En el Evangelio citado vemos la fe de un grupo de personas, que perciben en Jesús aquel que logrará salvar a este paralitico, y son muchas las reflexiones en las que podemos centrar nuestra mirada: la actitud de los escribas, la respuesta de Jesús, la acción salvífica que puede considerarse como el milagro frente a este discapacitado. Pero en el caso que nos compete, centremos nuestra atención en el versículo 5 y de forma especial lo siguiente: “Al ver Jesús la fe de ellos…”. Esto resulta interesante, debido a que cuando las llamas del Vesubio amenazaban a la población napolitana, el padre Corsano “corre” a la habitación de San Alfonso en busca de una persona que tenga confianza en Dios, como para pedirle que cese aquella situación.
El padre Corsano busca a San Alfonso para que interceda ante Dios, como lo hicieron también los hombres que relata el Evangelio, en busca de sanación para el paralitico. En ambos casos se puede ver la intercesión, la búsqueda de Jesús ante los problemas, unos de magnitudes ambientales y otros de carácter biológico. Sin embargo, tanto nuestro Santo, como los hombres del Evangelio según san Marcos, interceden ante Jesús y Él los ayuda. Quizás estos personajes no lo sabían, pero estaban ejerciendo la oración de intercesión al llevar a su amigo a Jesús. Ahora bien, ¿soy capaz de llevar a mis amigos ante Jesús? Cuando la tristeza, la rabia, la culpa, las pasiones o el dolor dominan a alguien, ¿le oriento a la oración, al encuentro con Jesús? O ¿hacia dónde los oriento?.
San Alfonso entendió que en la oración encontraremos la salvación para nuestra vida, alma, familia, hogar. Ante cualquier problema que se nos presente, no olvidemos que Dios nos espera con los brazos abiertos, en el Sagrario, en la Eucaristía, en la confesión y en diferentes acontecimientos de la vida. No perdamos la oportunidad de mirar otra vez a Dios, y si alguno no sabe cómo empezar, el mismo Jesús nos los enseño (Conf. Mt 6, 9 – 15 / Lc 11 1- 5) así que no perdamos la confianza en Dios y en su divina voluntad.
“Y usted, dedique todo el tiempo que pueda tener, todo, todo, absolutamente todo, a la oración; es decir, a pedir siempre a Jesús que la haga cumplir perfectamente su voluntad”[4] San Alfonso
[1] Volcán activo del tipo vesubiano, está situado frente a la bahía de Nápoles y a unos nueve kilómetros de distancia de la ciudad de Nápoles.
[2] [2] El Santo Del Siglo De Las Luces – Theodule Rey – Mermet – Capítulo V Pág. 724
[3] El Gran Medio De La Oración – San Alfonso M. De Liguori – introducción
[4] Carta de San Alfonso a la hermana María Giovanna Della Croce – Lettere I P. 57 – 58.