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CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES

Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.

No me des todo lo que pido. A veces pido para ver hasta cuánto puedo coger. 

No me des siempre ordenes, si a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto. 

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decídete y mantén esta decisión. 

Cumple las promesas, buenas o malas, si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un castigo. 

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano con  o mi hermana. 

Si tú me haces lucir mejor que los demás alguien va a sufrir y si me haces lucir peor que los demás sufriré yo. 

No me grites, te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mí también y yo no quiero hacerlo. 

Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mi yo nunca podre aprender. 

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices. 

Cuando yo hago algo malo no me exijas que te diga el “porque” lo hice. A veces ni yo mismo lo sé. 

Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti, y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también. 

Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que el hecho de que seamos familiares no quiere decir que no podamos ser amigos también. 

No me digas que haga una cosa y tú no la haces. Yo aprenderé y hare siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo que tú digas y no hagas. 

Enséñame a amar y conocer a Dios. No importa si en el colegio me quieren enseñar, porque de nada vale si yo veo que ustedes ni conocen ni aman a Dios. 

Cuando te cuente un problema mío no me digas: “no tengo tiempo para boberías” o “eso no tiene importancia”. Trata de comprender y ayudarme, pero sobre todo escúchame. 

Y, quiéreme y dímelo, a mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo. 

Tu hijo que te quiere.