1

ENFERMO Y EXTRANJERO, PERO AGRADECIDO Y CREYENTE

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario bíblico

9 de octubre de 2022

Ciclo C: Lc. 17, 11-19

Por: P. Luis Alberto Roballo Lozano, C.Ss.R.

Curación de diez leprosos (Mt 19, 1-2). 11Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasó por entre Samaria y Galilea. 12Al entrar en una aldea, salieron diez leprosos a su encuentro, que se detuvieron a la distancia 13y se pusieron a gritar: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». 14Al verlos, les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y mientras iban, quedaron limpios. 15Uno de ellos, al verse curado, volvió alabando a Dios en voz alta 16y se echó a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era samaritano. 17Jesús dijo: «¿No han quedado limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? 18¡¿No hubo quién volviera a dar gracias a Dios, sino este extranjero?!». 19Y le dijo: «Levántate, anda; tu fe te ha salvado».

Esta narración es propia de Lucas. Aunque incluye la curación milagrosa de los leprosos, se centra en la gratitud del samaritano y relaciona su fe con la salvación.

Jesús va caminando hacia Jerusalén, indicación reiterada en Lucas. El lugar del episodio es un pequeño poblado en los límites entre Samaria y Galilea y lejano aún de Judea. La maldición de la lepra ha agrupado a diez enfermos unidos por la separación muy estricta de la sociedad. El Antiguo Testamento ordena que se excluya a los leprosos y no se les permita vivir en una ciudad ni en un pueblo. Para el tiempo de Jesucristo esa separación es todavía muy rígida. Tras las catástrofes nacionales de llos últimos años del siglo I se volverá menos rigurosa. La palabra lepra indica una gran variedad de enfermedades dermatológicas y de alergias, cuya descripción en los textos bíblicos y también en el mundo antiguo están lejos de las investigaciones de Gerhard Henrik Armauer Hansen (médico noruego 1841-1912), descubridor del mycobacterium leprae, llamado también bacilo de Hansen. Pero ambos se encuentran con los dramas vividos ayer y hoy.   

Los textos bíblicos más amplios sobre la lepra y los leprosos están en el libro del Levítico, capítulos 13 y 14. En muchos lugares del Antiguo y del Nuevo Testamento aparecen casos de lepra y de su curación, en ocasiones considerada como milagrosa, como el caso de la curación de Naamán, general del rey de Siria por intervención del profeta Eliseo (2 Reyes 5, 1-19). La indicación de presentarse a los sacerdotes para restablecer al enfermo curado a su vida normal[1] es de interés y puede considerarse como signo antecedente del sacramento de la reconciliación ya en el Antiguo Testamento,  

En el Nuevo Testamento Jesús realiza varias curaciones de leprosos, (cfr Mc 1, 40-45 y paralelos. La súplica del leproso es muy parecida; “Señor, si quieres, puedes curarme” (Mc 1,40)

La lepra en la Biblia, más que una enfermedad clínica que puede contagiarse es una situación de alejamiento de la santidad de Dios que causa impureza y por tanto se aleja al leproso como impuro que contagia. Y lo hace por su vinculación con la muerte que aleja de Dios que es la fuente de la vida.

Gran parte de la tradición sinóptica sobre Jesús tiene qué ver con su actitud crítica frente a la religión judía y más concretamente frente al concepto antitético de puro-impuro. En nuestro pasaje Jesús se muestra respetuoso de la ley pero profundamente libre de ataduras y prejuicios que lo limiten frente a realidades como la enfermedad, la pertenencia a grupos étnicos, la muerte, la exclusión y la relación o ruptura  con las personas. Jesús escucha y se comunica con los leprosos, valora la reacción de saludar, alabar y agradecer de un samaritano frente a la indiferencia de nueve judíos y les recuerda a todos la formalidad de presentarse a los sacerdotes para su reintegración social. Pero a quien ha dado señal de fe, le anuncia la salvación. Comprendemos de modo concreto que ha venido a ofrecer la salvación, no en un festival de atracciones de libre elección sino como la oportunidad ofrecida para darle sentido a la vida y frente a la cual debemos expresar su aceptación[2].   

Agrupados por aquella maldición que los excluye, a la distancia los diez leprosos gritan: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros»[3]. La presencia de Jesús a los enfermos y necesitados y su súplica, desde el dolor y la desesperanza, abren la posibilidad de su curación.  

La realización del milagro se narra de manera muy discreta, luego de la indicación de Jesús de ir a presentarse a los sacerdotes para cumplir con lo ordenado en el Levítico y reconociendo que existe lo puro y lo impuro, lo que está sano y lo que contamina. La reciente experiencia universal de la pandemia no solo nos sensibilizó sobre esta realidad sino que en muchos casos se nos volvió precaución obsesiva.  Con las palabras “mientras iban, quedaron limpios” se constata lo que ha sucedido y Jesús, ante el agradecimiento del samaritano (el que menos se esperaba), manifiesta su satisfacción y el sentimiento que le causa la falta de gratitud por parte de los otros nueve judíos curados[4]. El agradecimiento es uno de los más nobles sentimientos del corazón humano y se sitúa más allá de los vínculos culturales, constituyéndose como un ejemplo de vida y una apertura a un mundo más fraterno[5].

Las Palabras: «…¿No hubo quién volviera a dar gracias a Dios, sino este extranjero?!» se refieren directamente a los judíos y a su relación con Jesús, muchas veces subrayada en las discusiones con los fariseos y los maestros de la ley. En Lucas,  el origen o la descendencia étnica no garantizan la salvación y el universalismo salvífico es una de las orientaciones que encontramos en su Evangelio y en su continuación en los Hechos de los Apóstoles.

«Y le dijo: «Levántate, anda; tu fe te ha salvado  (v. 19). La conclusión del relato nos abre a las realidades mayores del mensaje evangélico: la presencia de Dios y la persona humana. El llamado fundamental de Jesús es a la conversión para obtener el perdón y la misericordia de Dios. Pero la condición básica para que eso se realice (conditio sine qua non) es la fe como aceptación plena de la acción de Dios, llena de confianza y abandono en Él.

El leproso samaritano, es un enfermo, es un extraño; pero da señales de reconocer lo que ha sucedido en su vida y, antes de cumplir la formalidad religiosa de ir a presentarse a los sacerdotes, antes de reintegrarse en su familia, acepta que ha habido una acción de Dios y acepta no solo que ha sido curado sino que reconoce quién es el autor de lo que le ha sucedido[6]. Frente a las complicaciones en que a veces nos metemos cuando tratamos de expresar nuestra fe, el enfermo extranjero se vuelve, saluda, con su cuerpo hace el signo de postrarse; elevando su voz alaba a quien lo ha tocado con su poder y le da gracias por el favor que ha obtenido.

En los Evangelios nos encontramos continuamente con la expresión tener fe, todo es posible para el que cree (Mc 9,23), la fe que puede trasladar montañas (Mt 17, 20), las acciones de pedir, buscar, golpear a la puerta (Lc 11,9), la fe como un granito de mostaza (Lc 17, 6), la seguridad de que a cada día le basta su afán (Mt 6, 34), la espontaneidad con que el niño le pide a su padre pan o pescado (Mt 7,10)[7]. Ojalá podamos escuchar las palabras:  tu fe te ha salvado.   


[1] Rainer Dillmann – César A. Mora Paz. (2006),Comentario al Evangelio de Lucas,  Evangelio y Cultura, 2, p. 397-398, Ed. Verbo Divino, Estella.

[2] Romano Penna, (2010) I ritratti originali di Gesú il Cristo, 1. Gli inizi, Edizioni San Paolo, Cinisello (Balsamo), pp. 82-87

[3] La breve exclamación se ha tomado en la liturgia cristiana como invocación a Cristo, implorando su misericordia frente a la realidad del mal y del pecado (Nota del autor).

[4] Papa Francisco (3 de octubre de 2020). Carta Encíclica Fratelli tutti,n. 31. Asís. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

[5] La Sagrada Biblia de América, nota en edición de estudio, (2016) Luis Roballo, etc., San Pablo, Bogotá.

[6] Geza Vermes, (2002), La religione di Gesú l´ebreo. Una grande sfida al Cristianesimo, Citadella Editrice, Assisi, pp. 244-248

[7] Maximilian Zerwick, S.J. & Mary Grosvenor (2010). A Grammatical Analysis of the Greek New Testament. Gregorian & Biblical Press (GBP), Roma. Y BibleWorks 10, Software for Biblical Exegesis and Research, Norfolk, Virginia.