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PENTECOSTÉS: COMUNIDAD Y MISIÓN

Solemnidad de Pentecostés

Comentario dominical

5 de junio de 2022

Ciclo C: Jn. 20, 19 – 23

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

El tiempo de Pascua concluye con la celebración de hoy, la fiesta de Pentecostés. En Pentecostés celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén; este evento marca el comienzo de la Iglesia. Durante mucho tiempo el Espíritu Santo fue el gran desconocido en la vida y la reflexión cristiana. Por eso, predominó en la Iglesia el legalismo y olvidamos lo esencial que es el amor a Dios y al prójimo. La fiesta de Pentecostés nos recuerda la importancia de vivir en forma consciente esa presencia y acción del Espíritu en nuestras vidas.

La primera lectura de hoy, de los Hechos de los Apóstoles, describe muy vívidamente, y un poco simbólicamente, este evento que fue una experiencia para los presentes. La descripción de Pentecostés (Hechos 2,2-11) tiene alguna diferencia explícita con el relato de la Torre de Babel (Génesis 11,1-9) y que pueden ser aplicadas con nuestra realidad: la Iglesia de hoy, entendida como la comunidad de creyentes; la Iglesia que es inspirada y guiada por el Espíritu Santo, pero también es conducida por frágiles seres humanos; la Iglesia que inspira esperanza en el mundo, pero que también es producto de la historia de la humanidad.

En la segunda lectura de hoy, San Pablo escribe su primera carta a los Corintios casi 25 años después del primer Pentecostés, y el ideal de unidad en la diversidad se ha perdido. El Espíritu Santo es quien reparte en la Iglesia los carismas, es decir, dones que da gratuitamente para servicio de los demás. Por eso, San Pablo, habló de la Iglesia como un cuerpo con muchos miembros, cada uno con diversa función para común utilidad. Al Espíritu lo reconocemos por los frutos que produce en nosotros. Estos son especialmente tres: amor, comunión y valentía.

Anteriormente escuchamos el Evangelio de hoy en el segundo domingo de Pascua. En el contexto de la fiesta de Pentecostés, esta lectura nos recuerda la conexión integral entre los dones de la paz y el perdón y la acción del Espíritu Santo. Jesús saluda a sus discípulos con el don de la paz. Luego, Jesús comisiona a sus discípulos para que continúen el trabajo que él ha comenzado: “Como el Padre me envió, así también yo los envío a ustedes”. Mientras sopla el Espíritu Santo sobre ellos, Jesús envía a sus discípulos a continuar su obra de reconciliación a través del perdón de los pecados.

Este Evangelio nos recuerda que la Iglesia está llamada a ser una presencia reconciliadora en el mundo. Esta presencia reconciliadora de Cristo se celebra en la vida sacramental de la Iglesia. En el Sacramento del Bautismo, somos lavados del pecado y nos convertimos en una nueva creación en Cristo. En el Sacramento de la Penitencia, la Iglesia celebra la misericordia de Dios en el perdón de los pecados. Esta presencia reconciliadora debe ser también un modo de vida para los cristianos. En situaciones de conflicto, debemos ser agentes de paz y armonía entre las personas.

Finalmente, El Espíritu nos da valentía y audacia para vivir y testimoniar la Buena Noticia de salvación. Es el maestro que nos va ayudando a penetrar y comprender el mensaje de Cristo. El Espíritu es como el aire que respiramos: está cerca de nosotros, está con nosotros y está en nosotros. Cada vez que somos capaces de hacer algo bueno, de superar tentaciones, de perdonar, de mantenernos fieles a Jesús y a su seguimiento podemos percibir la presencia del Espíritu en nuestra vida.