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Por: Marco Stalyn Bueno y Carlos Daniel Franco

(Novicios Redentoristas – Noviciado San Alfonso, Colombia)

Contemplemos lo grande que ha sido el amor de Dios para con la humanidad, tanto que hasta quiso estar presente en medio de nosotros haciéndose hombre. Ciertamente, no tenía necesidad de hacerlo, pero aun así quiso redimirnos al enviarnos a su hijo Jesucristo. Velocci (2008) expresa. “El amor de Dios lo impulsa a salir de sí mismo, a encarnarse “amor extra rapit”. En la creación Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, en la encarnación Él se hizo a nuestra imagen” (p. 51).

A propósito, celebramos en este mes la solemnidad de la anunciación, el misterio de la encarnación, milagro que parece incomprensible para el entendimiento humano, pero que marca el inicio del cumplimiento de la promesa de Dios, Aquel que es la Palabra se hace hombre y habita entre nosotros, se hace carne en la persona de Jesucristo (Cfr. Jn, 1,14). “Volviendo a tomar la frase de San Juan (“El Verbo se encarnó”: Jn 1, 14), la Iglesia llama “Encarnación” al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación” (CIC, n. 461.)

En este sentido, es muy importante, no solo tratar de entender a Dios en su dimensión solamente divina, tan difícil o imposible de alcanzar; Él en el cielo y nosotros en la tierra; hay que comprender que Dios se revela en un Jesús profundamente humano, como amigo y hermano, tan sensible a las necesidades y fragilidades humanas. “Esto es lo que ocurre en el misterio de la Encarnación: Dios se revela a plenitud en el hombre Jesús, habitando en él de manera singular, definitiva e irreversible” (Safla, 2012, p. 50).

Con la encarnación han desaparecido grandes distancias: el mismo Jesucristo, el hijo de Dios, está con nosotros, instauró su morada dentro de la humanidad. Dios no nos quiere salvar desde lejos, sino que se hace nuestro compañero de camino, nos salva en este mundo, en nuestra historia. Con esto se puede comprender que Dios está con el pueblo, no ha enmudecido, ni mucho menos se ha encerrado en su misterio, sino que nos lo ha querido comunicar, ha querido hablarnos, expresarnos su amor, darnos a conocer su proyecto de salvación.

Por eso, este es un proyecto en el que no usa solamente el semblante humano, sino, que es “la Encarnación real del Hijo eterno del Padre, en el espacio y en el tiempo de los hombres mortales” (Ferrando, 2001, p. 83).

Por esta razón, los seres humanos se convierten en seres divinos, que en este siglo siguen hablando de Dios, y cuando se habla de Dios, es hablar de un proyecto de vida más humano, llevar por delante el anhelo de humanizar la vida que empieza por los últimos. Esto no se reduce a robustecer doctrinas o ritos religiosos cómo nos explica José Antonio de Pagola al decir que “Jesús no se dedica tampoco a exponer a aquellos campesinos nuevas normas y leyes morales. Les anuncia una noticia: Dios ya está aquí buscando una vida más dichosa para todos. Hemos de cambiar nuestra mirada y nuestro corazón. Su objetivo no es proporcionar a aquellos vecinos un código moral más perfecto, sino ayudarles a intuir cómo es y cómo actúa Dios, y cómo va a ser el mundo y la vida si todos actúan como Él. Eso es lo que les quiere comunicar con su palabra y con su vida entera”(Pagola, 2013, p. 32).

Incluso, la obligación de volver a Dios, queda en segundo plano, porque Dios mismo ya ha llegado antes a nosotros; haciendo vida el pasaje que nos cuenta Lucas, donde el Padre se adelanta al encuentro del hijo prodigo. Estando Dios aquí, en este mundo, en cada hombre y mujer, debemos ir en su busca y entrar en su Reino; es decir, sentir y preocuparnos por liberar a las personas de cuánto las deshumaniza y les hace sufrir. Haciendo una vida mejor, jugándose la misma existencia por amor y servicio al desamparado, al campesino, a la viuda y al huérfano. Destruyendo el mal que hay en la persona, mas, no a la persona que contiene ese mal.

Encarnarse hoy, evidentemente, es ser el rostro de Jesús, es decir, sentirse portador de una buena noticia para que nuestra vida sea un mensaje que genere una alegría grande frente a los miles de seres humanos pobres humillados, gente sin prestigio ni seguridad material, a los que tampoco desde el templo se les ofrecía ánimo y esperanza. Pues, el peor pecado que existe hoy en día es tolerar el sufrimiento de los pobres y observar silenciosamente cómo el pecado se encarna en jóvenes y niños que les hace desfigurar su verdadero rostro. La Encarnación queda abierta para toda persona que con ansias quiere que Dios Reine, y esto se consigue a fuerza de COMPASIÓN; ésta no solamente como una virtud, sino, como vida, como la presencia más acertada de Jesucristo entre nosotros.

BIBLIOGRAFÍA

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n. 461 en La Santa Sede. http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p122a3p1_sp.html (acceso el 8 de marzo de 2020).

Ferrando, M. (2001). Salvación y encarnación. Las mediaciones humanas de la salvación. Scielo. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492001000100005

Pagola, J. (2013). Jesús: Aproximación histórica (3.a ed.). PPC. https://www.espiritualidadpamplona-irunea.org/wp-content/uploads/2018/02/Jes%C3%BAs-Aproximaci%C3%B3n-hist%C3%B3rica-Pagola..pdf

Safla, M. (2012). “¿Quién es el Dios de Jesús?” (TFM). Pontificia Universidad Católica del Ecuador. http://repositorio.puce.edu.ec/bitstream/handle/22000/7581/5.F03.000157.pdf?sequence=4&isAllowed=y

Velocci, G. (2008). San Alfonso María de Ligorio, un maestro de vida cristiana (G. Londoño, Ed.). Kimpres Ltda.