Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.
Para comprender mejor la crisis de fe de los adolescentes y de los jóvenes conviene tener presente el proceso evolutivo del desarrollo a partir de la infancia. Los psicólogos están de acuerdo en señalar las cuatro etapas que recorre en su vida la persona humana. Son éstas:
- Anomía: desde el nacimiento hasta los 4 años. En esta etapa bueno para el niño/a es lo que le produce placer, malo lo que le causa dolor.
- Heteronomía: desde los 4 hasta los 8 años. En esta etapa concibe como bueno lo que le merece un premio, malo lo que le ocasiona un castigo. La figura de los padres y educadores es clave en este período.
- Socionomía: desde los 8 ò 10 años hasta los16. Es la etapa en que los amigos y compañeros de escuela, de equipo, influyen en el adolescente más que los mismos padres.
- Autonomía: de los 16 años en adelante. El joven se siente libre e independiente; pero es una autonomía relativa porque, sea en la familia, sea en la escuela o universidad, sea en el trabajo, en la sociedad, siempre habrá un superior, un patrón o un dirigente.
Según esta catalogación, las etapas en que los padres tienen un influjo pleno son las dos primeras; esto quiere decir que la siembra de los valores humanos y el cultivo de la fe cristiana se debe hacer en estos dos períodos, sobretodo; de lo contario, llegarán tarde. En la etapa de la socionomía son los compañeros y amigos los que influirán más en sus hijos; en la autonomía serán ellos a decidir.
El ejemplo de los padres de familia y de las personas mayores es fundamental; cuando son todavía niños gustan hacer lo que ven hacer a sus padres; la oración espontánea gusta a los adolescentes y jóvenes; no les atrae tanto la repetición. La oración es alabanza a Dios, acción de gracias, petición de favores, petición de perdón.
Una cierta firmeza de los padres es necesaria para no dejarlos escapar fácilmente de la vida cristiana; por ejemplo, no quiere ir a la misa dominical; la motivación para hacerlo y una cierta firmeza de los padres conviene. Formar la convicción de vida cristiana en vista a tener personalidad; así serán capaces de desafiar las burlas de compañeros porque son practicantes coherentes con su fe cristiana.
Es importante que los padres de familia estén prontos a saber responder a las objeciones que suelen hacer los adolescentes: ‘yo no creo en nada ni en nadie’, pero cree al amigo, cree al profesor, al médico; ‘papá no ora, ¿porque tengo que orar yo?’. Tú reclamas autonomía; pues, sé autónomo y creyente convencido.
El testimonio convencido y convencedor de los padres es algo básico, fundamental. El Concilio Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et spes afirma: “en la génesis del ateísmo moderno pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado, más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (n. 19). Es una sentencia que nos invita al cuestionamiento personal y familiar.