Sagrada Familia
Comentario dominical
26 de diciembre de 2021
Ciclo C: Lc. 2, 41 – 52
Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.
La Iglesia quiere que el domingo, dentro de la Octava de Navidad, sea dedicado a la contemplación y meditación del testimonio de la Familia de Nazaret. Es una fiesta de devoción, introducida por primera vez como celebración opcional en 1893. Esta devoción se hizo muy popular en el siglo XIX Canadá y luego se extendió por todo el mundo en 1920.
Los relatos de la infancia del Señor según San Lucas han estado respondiendo a la pregunta “¿Quién es Jesús?” a través de sus historias de los nacimientos de Juan el Bautista y Jesús. La lectura del Evangelio de hoy continúa con este tema. No tiene paralelo en los otros evangelios y es la conclusión de dicha sección.
María, José y Jesús se presentan en este Evangelio como una fiel familia judía. Están participando en la peregrinación anual a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, un evento compartido cada año con familiares y amigos. Pensemos en tantas familias que peregrinan a Buga, Chiquinquirá, el 20 de julio en Bogotá y tantos santuarios que son espacio para fortalecer el encuentro con Dios.
El diálogo entre María y Jesús contiene muchas referencias a las relaciones familiares. De hecho, en esta lectura del Evangelio, María y José nunca se identifican por su nombre. En cambio, se refieren a ellos por su relación con Jesús. En última instancia, esto enfatiza el punto de Lucas sobre la identidad de Jesús. Cuando María y José encuentran a Jesús en el templo, lo interrogan y expresan su preocupación. Jesús responde con palabras que muchos han considerado una falta de respeto. Jesús dice que nunca se perdió; él estaba en su hogar. Jesús es el Hijo de Dios y está en la casa de su Padre. Lucas seguirá sugiriendo que la fe en Jesús establece nuevas relaciones familiares a medida que describe el ministerio público de Jesús.
Sin embargo, en la angustia de María y José podemos encontrar la preocupación actual de tantos padres que quieren dar un mejor porvenir a sus hijos. La injusticia social y las dificultades derivadas de un sistema individualista y materialista ha afectado la vida familiar. La falta de comunicación en el hogar se ha convertido en una paradoja Hoy muchos hijos se extravían en la tecnología y en las redes sociales, establecen vínculos cibernéticos con otros grupos humanos, pero difícilmente relaciones de comunión con los padres o hermanos.
La celebración de la presente festividad nos puede dejar las siguientes lecciones:
- Escuela de valores: Eran una familia modelo en la que ambos padres trabajaron duro, se ayudaron mutuamente, se comprendieron y aceptaron, y cuidaron bien de su Hijo para que creciera no solo en el conocimiento humano sino también como Hijo de Dios. Jesús trajo santidad a la familia de José y María como Jesús nos brinda santidad al abrazarnos en Su familia
- El llamado a la santidad: Jesucristo ha instituido dos sacramentos en Su Iglesia para santificar la sociedad: el sacramento del sacerdocio y el sacramento del matrimonio. Mediante el sacramento del sacerdocio, Jesús santifica tanto al sacerdote como a su parroquia. Del mismo modo, mediante el sacramento del matrimonio, Jesús santifica no solo a los cónyuges, sino también a toda la familia. El esposo y la esposa alcanzan la santidad cuando cumplen con sus deberes fielmente, confiando en Dios y aprovechando la presencia y el poder del Espíritu Santo a través de la oración personal y familiar, la lectura meditativa de la Biblia y la participación devota en la Santa Misa.
- Nuevas realidades de la familia: Hoy las ciencias sociales nos exponen que la familia no puede ser categorizada en una sola definición. Pensemos en las madres o los padres solteros, en los abuelos, en los hogares separados. El Estado debe velar por el cumplimiento de los derechos fundamentales de los hogares: alimento, trabajo, vivienda, educación, salud y otros servicios básicos, que han sido afectados por el fenómeno de la corrupción o por nuevas ideologías que han reducido la concepción de la vida.
En el Evangelio encontramos la manera de vivir una existencia hermosa a nivel personal y familiar, una manera que ciertamente es desafiante, pero atractiva y omnipresente. Es un camino que todavía merece ser confiado y emprendido siguiendo el ejemplo y por intercesión de la misma Sagrada Familia de Nazaret. Si cultivamos vínculos de amistad y fraternidad, podemos generar relaciones fuertes capaces de proteger la dignidad y alegría de muchas familias que de otro modo se sentirían desamparadas.