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Jesucristo, Rey del Universo

Comentario dominical

21 de noviembre de 2021

Ciclo B: Jn. 18, 33b – 37

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

Con la solemnidad de Cristo Rey llegamos al final del año litúrgico. El domingo próximo será el primero del Adviento. El fin de un año y el principio de otro nos hacen tomar conciencia de la fugacidad del tiempo y de una historia que llegará a su término; de una historia que camina hacia el punto final que es Cristo. Esta solemnidad fue introducida por el Papa Pío XI en 1925 como una advertencia a los gobiernos totalitarios que provocaron dos guerras mundiales.

Aunque los ‘reyes y reinas’ se están convirtiendo principalmente en títulos del pasado, o se están volviendo simbólicos en lugares donde todavía existen, no estamos libres de gobiernos dictatoriales y regímenes totalitarios. En muchos de nuestros países, el propio Estado se está convirtiendo en un símbolo de tiranía. En otro frente, también estamos cada vez más dominados por la tecnología, los medios y la opulencia. Por lo tanto, esta fiesta todavía es necesaria para recordarnos quién es nuestro verdadero ‘Jefe’. Esta fiesta simplemente nos llama a ser más humildes para aceptar el amoroso reino de Dios en nuestras vidas.

En el evangelio de Juan, Pilato se muestra de una manera más favorable que en los otros evangelios. En la lectura de hoy, escuchamos uno de los dos diálogos entre Jesús y Pilato que se relatan en el Evangelio de Juan. Pilato interroga a Jesús sobre los cargos que se le imputan. Caifás y los sumos sacerdotes han acusado a Jesús de un crimen político, uno que requeriría un castigo de muerte. Pilato se distancia de los líderes judíos que acusan a Jesús; no es judío, y parece que le falta poco que ver con este asunto religioso.

En sus respuestas a las preguntas de Pilato, Jesús distingue su reino de los poderes políticos de este mundo. Rey y reino pueden ser términos apropiados para la misión y promesa de Jesús, pero solo por analogía. Jesús es rey, pero no el tipo de rey que imaginamos o esperamos. Ciertamente no era la clase de rey que Pilato temía que fuera.

Jesús se refiere a un reino que no pertenece a este mundo, pero está en el mundo: El Reino de Dios es un espacio.  Existe en todos los hogares donde padres e hijos se aman. Existe en todas las regiones y países que se preocupan por sus débiles y vulnerables. Existe en todas las parroquias que se acercan a los necesitados. El Reino de Dios es un tiempo. Ocurre cada vez que alguien alimenta a una persona hambrienta, da refugio a una persona sin hogar o muestra cuidado a una persona desatendida. Sucede cada vez que derogamos una ley injusta, corregimos una injusticia o evitamos una guerra. Acontece siempre que las personas se unen a la lucha para superar la pobreza, borrar la ignorancia, transmitir la Fe. El Reino de Dios está en el pasado (en la vida y obra de Jesús de Nazaret); está en el presente (en la obra de la Iglesia y en los esfuerzos de muchos otros por crear un mundo de bondad y justicia); está en el futuro (alcanzando su finalización en la era venidera). El Reino de Dios es una condición, sus síntomas son amor, justicia y paz. ¡Jesucristo es rey! Oramos hoy para que Dios libere a todo el mundo para que se regocije en su paz, se gloríe en su justicia y viva en su amor.

Por último, la verdad ha sido otro tema importante en el evangelio de Juan. Lo vemos enfatizado en la conclusión del diálogo entre Jesús y Pilato. Aquellos que conocen la verdad reconocerán a Jesús como rey y sabrán cómo interpretar esta idea. Sin embargo, la realeza de Jesús estuvo oculta a muchos de sus contemporáneos. Solo los elegidos, los que tienen los ojos de la fe, pueden ver. Como discípulos modernos de Jesús, a veces también luchamos por reconocer a Jesús como fundamento de la vida. El evangelio de hoy nos invita a ver con ojos de fe para que reconozcamos que Jesús, a través de su crucifixión y muerte, es en verdad el centro y horizonte de nuestra existencia