XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
31 de julio de 2022
Ciclo C: Lc. 12, 13-21
Por: P. Wilver Fabián Suárez Vargas, C.Ss.R.
Jesús conoció en Galilea una situación de crisis socio-económica. En Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras, y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes. Al respecto, Jesús habla con claridad a través de esta parábola, donde un rico terrateniente se vio sorprendido por una cosecha que superaba todas sus expectativas. Podemos realizar dos apreciaciones:
- La vida no depende de los bienes. El Evangelio, describe tres aspectos o intereses del rico: los bienes acumulados, los años que estos bienes parecen asegurarle y, en tercer lugar, la tranquilidad y el bienestar desenfrenado. Por otra parte, la palabra que Dios le dirige anula estos proyectos: ante la preocupación por los bienes acumulados, está la pregunta: “Las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”; en lugar de los “muchos años”, Dios indica la inmediatez de “esta noche; esta noche te reclamarán el alma”; en lugar de “disfrutar de la vida”, le presenta la “restitución de la vida; tú darás la vida a Dios”.
La vida y la felicidad no se mide por el dinero, por los bienes materiales, por el número de títulos o de amigos. Jesús en el Evangelio pide que el ser humano evite toda clase de codicia: la codicia de poder, de reconocimiento, de ser el más querido, de querer ser el mejor, de buscar continuamente el placer, de creerse autosuficiente, de pretender ser el salvador de todos.
También, San Agustín pronunció en una ocasión una frase que viene muy acorde con el Evangelio de hoy: “Nos hiciste Señor para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti…”. En la vida cotidiana, en algunas ocasiones el ser humano tiene tan inquieto el corazón que de inmediato busca y se apega a las cosas externas: Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida; acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida; acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor, la alegría, la solidaridad y la paz que viene de Dios.
- Hacer el bien: San Pablo nos recuerda en la segunda lectura: “Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra” (Col 3, 1-2). Esto significa buscar las cosas que tienen un verdadero valor: hacer el bien desde la misericordia que es el rostro del amor. La búsqueda ilimitada de bienes materiales y riquezas es a menudo fuente de inquietud, de adversidad, de prevaricaciones, de guerra y de división. Los conflictos personales, familiares, sociales y mundiales comienzan con la codicia y hoy Jesús nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón y distraerlo del verdadero tesoro que está en el Cielo.
La liturgia hace una exhortación a trasformar la historia de la persona humana en Evangelio de vida que implica: acumular riquezas desde la caridad ingeniosa con el prójimo; estrechar la mano de una manera sincera y amable; brindar alegría desde la bondad del corazón; dedicar amor y tiempo en familia; escuchar de manera atenta y receptiva la intervención de los adultos mayores y comprender que la verdadera riqueza está en el intentar amar al estilo de Jesús.
Finalmente, se quiere motivar a la reflexión de manera personal y conciencial en lo siguiente: Todo ser humano es rico en cualidades, energías, sueños, esperanzas, propósitos, la misma edad constituye una gran riqueza. A pesar de las dificultades, ¡no se puede remplazar el ser por el tener! Al contrario, se debe cultivar en el corazón grandes deseos de fraternidad, de justicia y bondad. No se trata de realizar gestos heroicos ni extraordinarios, sino de actuar haciendo fructificar los propios talentos y las propias posibilidades desde la fe y en el amor.
Que la Virgen María nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio.