IV Domingo de Adviento
Comentario dominical
18 de diciembre de 2022
Ciclo A: Mt 1, 18-24
Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.
Una de las aspiraciones de la humanidad es la de la liberación. Personas, grupos, pueblos y culturas no quieren ser objetos en mano de aquellos que detentan el poder. Desean ser protagonistas en una situación de igualdad, responsabilidad, participación y comunión. Y esto se vive cuando surgen nuevas formas de opresión, marginación y explotación de los más débiles. La liberación sigue siendo la gran aspiración de los individuos y de los pueblos. No se trata sólo de una liberación política y social. Se anhela una liberación integral que abarque todas las dimensiones de la vida humana. En este contexto, fácilmente surgen mesianismos humanos que conducen después a desilusiones.
Las lecturas de hoy nos presentan los verdaderos horizontes liberadores y nos invitan a la esperanza. Sobre todo el evangelio nos presenta a Cristo liberador que viene. Él libera de todas las esclavitudes del pecado personal y social. En la primera lectura de este domingo, Dios nos ha dado los signos más grandes y definitivos sobre el Mesías: “Una doncella está encinta, y pronto dará a luz un hijo, al que llamará Emanuel, que significa ¡Dios está con nosotros!”. Por lo tanto, las lecciones aquí incluyen que debemos permitir que Dios sea Dios sin tratar de anticiparnos a él. Segundo, debemos aprender a confiar en el juicio de Dios y en su buena voluntad para con nosotros. Tercero, ya no necesitamos correr tras las señales porque Dios nos ha dado la plenitud de la revelación en Jesucristo. La cuarta, es que, si nos humillamos, Dios nos revelará “el misterio de su voluntad, según el propósito que él manifestó en Cristo” (Ef 1, 9).
El Evangelio de Mateo cuenta la historia del nacimiento de Jesús desde la perspectiva de José. El pasaje evangélico de hoy es el segundo movimiento de esta historia. En los versículos anteriores del primer capítulo del Evangelio de Mateo, el evangelista ha enumerado la genealogía de Jesús, rastreando su linaje a través del rey David hasta Abraham. En el capítulo siguiente, Mateo habla de la visita de los Magos, la huida de la Sagrada Familia a Egipto y la masacre de los niños en Belén por parte de Herodes. (Las otras historias que asociamos con la Navidad, la Anunciación, la Visitación, el ángel y los pastores, se encuentran en el Evangelio de Lucas).
No debemos pasar por alto demasiado rápido las circunstancias difíciles descritas en el Evangelio de hoy. La forma en que José y María afrontan estas circunstancias nos dice mucho sobre este pueblo santo y su fe en Dios. José y María están comprometidos para casarse. Esto a veces se describe como un período de compromiso, pero es más que eso. Los esponsales en la cultura judía del primer siglo eran, de hecho, la primera parte del contrato de matrimonio. El incumplimiento de este contrato se consideraba adulterio. Se descubre que María está embarazada. Si se prueba el adulterio, el castigo podría ser la muerte. José tiene derechos bajo la ley mosaica, pero opta por actuar discretamente en sus planes de romper el contrato de matrimonio, para proteger a María. Entonces Dios interviene.
El mensaje del ángel del Señor dado a José en su sueño nos dice mucho sobre el niño que María da a luz y su papel en el plan de Dios. Es concebido por el Espíritu Santo. Su nombre será Jesús, que en hebreo significa “Yahvé salva”. Él será el cumplimiento de la profecía escuchada en la primera lectura de hoy de Isaías: “. . . La virgen concebirá. . . y le pondrás por nombre Emanuel [Dios con nosotros]”.
José hace lo que le indica el ángel del Señor. Toma a María por esposa y acepta al niño en su vientre como propio. José y María cooperan con el plan de Dios. Ambos son modelos para nosotros de lo que significa ser fieles servidores de Dios.
Finalmente, Jesús se presenta como quien viene a realizar las esperanzas del pueblo suscitadas y alimentadas, a lo largo de los siglos, por los profetas. Él se presenta como el Mesías-Siervo anunciado por Isaías (Is 42, 1-9; 61, 1-2). Estamos llamados a poner signos de solidaridad y servicio con los pobres, sufrientes y abandonados. Nuestra vocación es ser testigos de la vida y de la resurrección de Jesús y una señal de su presencia liberadora allí donde vivimos con pequeños gestos de un amor con dimensión social.