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IV Domingo de Adviento

Comentario dominical

18 de diciembre de 2022

Ciclo A: Mt 1, 18-24

Por: P. Alberto Franco G., C.Ss.R.

Navidad en una realidad cambiante

Existe una lamentación y nostalgia compartida por los cristianos la sociedad en general: “la navidad ya no es como antes”, “se perdió el sentido de la navidad”, “se han perdido las tradiciones navideñas”. Esto es cierto. Y la razón es que hay cambios profundos en todos los aspectos de la vida, incluida la fe cristiana.

También es cierto que, hay sed de espiritualidad y abundan nuevas formas de ritualidad y sacralidad, hay nuevas búsquedas de sentido y trascendencia. La mayoría de las personas, que abandonaron la iglesia católica y las iglesias “cristianas” y “evangélicas”, salen a buscar y practicar espiritualidades relacionadas con filosofías y creencias orientales y ancestrales, seudocristianas, exotéricas, chamánicas o con terapias alternativas… Estas espiritualidades son, frecuentemente, condenadas sin conocerlas, analizarlas y discernirlas para ver los reclamos, directos e indirectos, que hacen al cristianismo por su falta de conexión vital con sus vidas y búsquedas espirituales.

Vivimos un tiempo de cambios profundos en la comprensión del mundo, del cosmos, de la historia, de la humanidad y del ser humano. Está emergiendo una nueva sensibilidad en la sociedad, preocupada por la conservación del planeta y el calentamiento global, por la igualdad entre los hombres y mujeres, por la superación de las discriminaciones raciales, sexuales, sociales y de género, por los derechos de las víctimas y de la naturaleza que hace que muchas prácticas que antes eran muy significativas, ya no lo sean.

Está cambiando la comprensión de Dios y la relación con Él

Estos cambios, están influyendo en el cambio de la comprensión de Dios, del sentido de la salvación, de la manera de relacionarnos con Él, de lo que hemos considerado la voluntad de Dios y la identidad y misión de las iglesias cristianas. Además de los cambios necesarios por fidelidad a Dios que determinó el  Concilio Vaticano II, al pedir a toda la Iglesia, “volver a la fuentes del cristianismo”[1], es decir, a los evangelios, al nuevo testamento, a las primeras comunidades cristianas y a los padres de la iglesias (de los primeros tres siglos de la iglesia), en palabras del Papa Francisco, es necesario “Más Evangelio y volver a las raíces”[2].   

En esta realidad cambiante, es fundamental la escucha atenta a los gritos de los pobres y del planeta y la mirada contemplativa al momento presente, sin la autoreferencialidad eclesial de la que habla el Papa Francisco. Escucha atenta y mirada profunda para comprender lo que Dios dice, hace y pide en este momento, para ver los signos que señalan los caminos por los cuales debemos andar y la manera de hacerlo. La autoreferencialidad eclesial es ver el mundo, solamente, con los ojos de la iglesia (que no siempre coinciden con los de Dios), escuchar solamente las voces que están de acuerdo con nosotros y repiten lo que decimos, descalificando todo lo que viene de fuera de la Iglesia por considerarlo malo y demoníaco, sin ver las semillas del reino que germinan por todos los márgenes del mundo y de la historia.  

La comprensión de Dios, causa de muchas crisis

Frente a los cambios en la comprensión de la navidad, surgen preguntas como éstas: ¿Y antes se celebraba verdaderamente la navidad? Y si todo lo de antes era tan bueno, estaba tan bien, la iglesia tenía toda la razón y el influjo social ¿por qué tenemos la realidad a la que hemos llegado? ¿Puede ser que había muchas tradiciones y celebraciones festivas y poco Evangelio? ¿Podemos pensar que muchos de los problemas de hoy tienen sus raíces en equivocaciones de ayer? Los papas, desde Juan XXIII hasta Francisco, han reconocido muchas equivocaciones.

Una de las  causas de esta “crisis cristiana” es la comprensión de Dios. Aprendimos un Dios alejado del mundo y de la historia, un Dios juez o guerrero implacable. El lenguaje con el que nos hablaron de Dios era de poder, grandeza, omnipotencia, lejanía e inmensidad. Poco escuchamos de la encarnación, cercanía, humanidad, amor, sencillez o la humildad de Dios. Y todo esto es muy diferente al Dios que nos mostró Jesús con su vida y sus palabras, a lo que leemos en los Evangelios, a lo que experimentaron las primeras comunidades cristianas y de lo que nos habla del nuevo testamento, del Dios que se expresa en la creación.

Esta comprensión de Dios, alejado y desligado de la historia humana y social, desencarnado de la humanidad y de su creación, niega, en la práctica, uno de los misterios fundamentales del cristianismo: el misterio de la encarnación. En lo concreto, se olvida que Dios se hizo carne y estableció su morada, su habitación entre nosotros  (Jn 1,14) y que por tanto, y desde ese momento, toda carne, toda humanidad, toda historia es lugar de la revelación y manifestación de Dios.  Y este es el Dios que celebramos en navidad, pero que muchos de nuestros mayores no conocieron ni comprendieron.

Qué imagen de Dios nos presentan las lecturas Bíblicas 

Es fundamental ir a las Escrituras, especialmente al nuevo testamento y los evangelios, para comprender a Dios y conocer lo que nos quiere decir. Y sobre todo, para conocer lo que ellas revelan y manifiestan del ser y actuar de Dios.

En la carta a los Romanos, san Pablo se presenta como “servidor de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios”, Buena Noticia que es la llegada del reino de Dios, en la persona de su Hijo hecho ser humano: Jesús de Nazaret, “prometido, anunciado por medio de los profetas en las sagradas Escrituras, nacido por línea carnal del linaje de David, y constituido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder a partir de la resurrección”. Pablo recuerda que el centro de la vida y del mensaje cristiano es Jesucristo y su anuncio del reino de Dios, que es el mismo Dios que se acercó a la humanidad y a la historia, en el niño Jesús, el hijo de María de Nazaret. Al Dios que los discípulos y primeras comunidades conocieron, por los campos de Galilea y resucitado, en sus vidas, que los llevó a experimentar cambios profundos de vida, experiencia que compartieron con otras personas con las que fueron formando comunidades alrededor de la memoria de Jesús Cristo, lo que significó el nacimiento de la Iglesia.

El profeta Isaías, de diversas formas y en diferentes momentos, profetizó la venida del Salvador esperado por las diversas tradiciones religiosas de su tiempo. Cuando los discípulos de Jesús, buscaron en la Escrituras explicaciones a los acontecimientos, desconcertantes e impredecibles, de su muerte y resurrección, encontraron los pasajes que profetizaban la venida del Mesías, del Salvador.  

Uno de esos pasajes fue el anuncio de la venida del Emanuel. El pueblo estaba en riesgo porque Asiria estaba invadiendo los pueblos vecinos, y cuando el pueblo tenía miedo y el corazón agitado, el Señor por medio del profeta Isaías le dijo: “¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes”.  Y le dice el rey Acaz que le pida a Dios una señal, pero Acaz se niega porque consideraba “tentar a Dios” pedirle una señal

Entonces, el Señor le dice que le “dará” (futuro) esta señal: “la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel” (que significa Dios con nosotros). Cuando las primeras comunidades cristianas leyeron esta profecía, vieron en ella a Jesús, el Dios hecho ser humano, el Dios con nosotros y en la Joven embarazada que da a luz a su hijo, a María de Nazaret, la madre de Jesús. Y poco a poco fueron encontrando otros pasajes de las Escrituras que iluminaron la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús Cristo. En otras palabras, el Dios cercano a la realidad del ser humano y del pueblo es una idea recurrente en los diversos libros del antiguo testamento. Ejemplo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob… He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado para liberarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa” (Ex 3,6-8).

Esta clave profética ayuda a comprender mejor el evangelio de san Lucas, cuando cuenta la manera como nació Jesucristo: la joven María que quedó embarazada por obra del Espíritu Santo, cuando estaba comprometida con José su esposo, es decir, sin vivir juntos. José entró en crisis porque, de un lado, ese hijo no era suyo, pero, por otro lado, si la denunciaba como era su obligación porque lo mandaba la ley, moriría (si José cumple la ley, mueren María y su hijo). Como José era un hombre justo, decidió abandonarla en secreto. Entonces, el ángel del Señor le habló en sueños y le aclaró todo. Él se despertó e hizo lo que el ángel le había dicho y recibió a María como esposa, sin haber tenido relaciones y lo llamó Jesús. “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel, que significa: Dios con nosotros”.

En navidad conmemoramos el nacimiento de Jesús Cristo, Dios con nosotros, que sigue vivo y presente en nuestra historia, el Dios que “viene para que tengamos vida y vida abundante” (Jn 10,10), vida digna y feliz para todos los seres humanos, empezado por los pobres y marginados. Y celebramos navidad, cuando asumimos esta comprensión de Dios y la relacionamos con la vida personal, social y eclesial; cuando con Él y en su nombre, damos pasos para cambiar ideas, mensajes, palabras y acciones que legitiman y justifican (en nombre de Dios) injusticias, discriminaciones, opresiones, angustias, depresiones, exclusiones y marginaciones porque dañan la vida de los seres humanos y del planeta. Es decir, cuando empiezo a superar lo que degrada y daña la vida, porque Dios quiere que sus hijos e hijas vivan dignamente.

Aprovechemos estos días para reconocer las situaciones personales, sociales y eclesiales que debo mejorar y colocarlas en manos de Dios. Así empiezo a celebrar navidad.


[1] https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651207_epilogo-concilio-nazioni.html, consultado el 15 de diciembre 2022.

[2] https://www.fpablovi.org/entrevistas/712-claves-de-la-reforma-de-la-iglesia-mas-evangelio-y-volver-a-las-raices, consultado el 15 de diciembre del 2022.