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III Domingo de Cuaresma

Comentario bíblico

7 de marzo de 2021

Por: P. Luis Carlos Jaime Murillo, C.Ss.R. (Superior Provincial)

Ciclo B: Jn 13, 25

En este tercer domingo de cuaresma la liturgia nos ofrece para la meditación un pasaje del evangelio según san Juan en el que Jesús, realiza una acción profética que fue motivo de escándalos para sus paisanos. Es importante recalcar que los profetas de Israel fueron los abanderados de la justicia a favor de los pobres, se opusieron y denunciaron a quienes se aprovechaban del culto en el templo de Jerusalén para acrecentar sus bienes. Como los profetas, Jesús realiza acciones escandalosas para quienes estaban al frente del templo y sus finanzas, vieron en Él una amenaza y decidieron matarlo.

En la época de Jesús, con motivo de las fiestas importantes se organizaba en torno al templo un gran mercado que ofrecía los elementos necesarios para los sacrificios. Quienes poseían mayores bienes compraban ovejas o bueyes y los pobres compraban palomas. En el episodio que nos interesa los protagonistas del enojo de Jesús son los cambistas, que habían hecho del culto un auténtico negocio: “Quiten esto de aquí. No conviertan la casa de mi Padre en un negocio” (Jn 2, 16). Las palabras de Jesús evocan el sueño del profeta Zacarías quien desea que Jerusalén se rinda un auténtico culto al Señor: “…y aquel día no habrá más comerciantes en el templo del Yahvé Sebaot”. (Zc 14,21).

De igual manera, en esta acción que se denominada la purificación del templo, realizada por Jesús, resuenan las palabras del profeta Isaías: “¿A mí qué vuestros sacrificios? -Dice el Señor-. Harto estoy de holocaustos de carneros, de sebo de cebones; no me agrada la sangre de novillos, de corderos y machos cabríos” … (Is 1, 10-11) Un culto en el que se busque el lucro y la vanidad, está muy lejos de aquello que Dios Padre quiere.

La primera parte del episodio narrado por el autor del cuarto evangelio termina con una evocación que hacen los discípulos del Salmo 69,10: “El celo por tu casa de devorará”. Para Jesús el templo de Jerusalén no es solamente el lugar donde se ofrece culto a Yahvé, sino “la casa de mi Padre”. Con esa expresión hace ver que el templo no es el lugar donde se ofrecen una serie de ritos desencarnados de la realidad, a un Dios lejano, sino donde se reúnen los hijos con el Padre en el que no es necesario comprar la entrada. Por lo tanto, la relación del ser humano cambia totalmente: no se trata de una relación entre un fiel y su dios, sino de un hijo con su Padre, totalmente gratuita en la que los animales, las ovejas y bueyes ya no son necesarios.

La segunda parte del relato (Jn 2, 18-22) según la mayoría de los estudiosos es una redacción pos pascual en la que nos muestra cómo los cristianos recordaron este episodio de la vida de Jesús: la adoración a Dios es en espíritu y verdad y no está circunscrita a lugares específicos. El templo antiguo con todo su esplendor para su función sacrificial, fue sustituido por un nuevo templo: Jesús resucitado de la muerte. (Cf. Jn 4, 21-24)

El texto que se nos propone para nuestra meditación, invita a todos los creyentes a no usar el culto y la religión para el lucro personal o grupal y evitar ser mercaderes de lo sagrado. El enojo de Jesús contra los cambistas es porque ellos hacen parte de quienes explotan a los pobres por medio del culto, que normalmente frecuentan nuestros templos. De igual manera, nos exhorta a que el culto sea auténtico, lejos de ostentaciones y lujos que ofenden a Dios y humillan a los más sencillos: “Tu plata se ha vuelto escoria, tu bebida se ha aguado: tus jefes son sediciosos, aliados con bandidos; todos son amigos de sobornos y van tras los regalos. No hacen justicia al huérfano ni se ocupan del pelito de la viuda (Isaías 1, 22-23)