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VI Domingo de Pascua

Comentario dominical

14 de mayo de 2023

Ciclo A: Juan 14, 15 – 21

Por: P. Luis Alberto Roballo Lozano, C.Ss.R.

Introducción

El pasaje que nos ocupa en el Evangelio de Juan está situado en una parte que de manera común se denomina “El discurso de despedida de Jesús”[1]. Este discurso se extiende desde el capítulo 14 hasta el final del 17 y transcurre en un tiempo cronológicamente breve que se extiende desde la última cena y el lavatorio de los pies en el capítulo 13 y el comienzo de la narración de la Pasión en el capítilo 18[2].

Jesús prepara a sus discípulos para que comprendan el sentido y valor de su regreso al Padre y les da ánimo para que entiendan que esta separación no es algo lamentable. Es una salida en la que Jesús regresa al Padre. Aun en el caso de su salida y de que ya no lo puedan ver, seguirán teniendo la vida de Jesús en ellos. Esto supera los límites de la vida terrena y concreta “la vida eterna” que consiste no en la vida más allá de la muerte sino en una nueva manera de vivir con Dios después de la resurrección de Cristo y que además consiste en conocer y observar los mandamientos de Cristo y tener su Espíritu que es el Espíritu de la verdad[3]. Ese Espíritu de la verdad es llamado “Parakletos” y significa el que es llamado a estar junto, el asistente, el que nos colabora, nos acompaña y defiende. Cuando  estaba con sus discípulos Jesús cumplía esa función y al marcharse no los deja solos y el Espíritu “Paráclito” cumple esa función de asistencia.  El envío del Espíritu pertenece a la alianza que Dios ha establecido con Israel, pues no es algo exterior sino que es un designio de Dios profundamente grabado en su corazón (cfr Jr 31; Ez 37). La afirmación de Jesús es categórica: no los dejaré abandonados.

Comunicativamente esta afirmación es muy importante porque el “Paráclito” asume el papel de asistencia de Jesús ausente, enviando “otro defensor” a sus discípulos y superando su inseguridad y angustia.

La ausencia de Jesús no consiste en que deja a sus discípulos sino que regresa a su Padre. Lo que el Evangelio indica como “vida eterna” consiste en que Cristo regresa a su Padre una vez cumplida la misión de redimir el mundo que Él le ha encomendado y se produce una interacción del Padre con el Hijo y del Hijo con los que lo aman para establecer una comunión entre la humanidad redimida con la Divinidad, mediante Cristo Redentor. Esa relación se establece mediante el Espíritu de la verdad que es el Espíritu pedido por Cristo y enviado por el Padre. El Evangelio de Juan con mucha frecuencia menciona la suerte del “mundo” indicando con esa palabra un campo de contraste y oposición a la verdad de Jesús. El mundo no cree ni ama y se cierra a la participación de la “vida eterna” y eso establece un drama, el drama de la salvación[4]. Pero debe generar también una seguridad: quienes han creído y aman, quienes han conocido los mandamientos de Jesús y los observan reciben el amor del Padre y en eso consiste la salvación y la vida eterna. No hay que abrigar temores ni sufrir de tantos sobresaltos en medio de la incertidumbre de la vida ni hay que esperar a morirse para entrar a poseer esa vida divina sino que la vida de un cristiano que de veras cree y ama, necesariamente es la vida del que acepta y cumple los mandamientos de Jesús y ya posee esa vida eterna. Es la misma declaración hecha por Jesús a la mujer samaritana “el agua que yo le daré será para ti manantial que salta hasta la vida eterna” (4,14)[5]. En definitiva en su discurso de despedida, Jesús nos da la seguridad de su presencia y de la presencia de su Espíritu de la verdad y nos permite superar los temores tan recurrentes en la vida de nuestro mundo.


[1]  Ver, entre otros sitios https://discipulosymisioneros.wordpress.com/palabras-de-jesus-en-el-discurso-de-despedida

[2] Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, (2013). Jesús de Nazareth. La figura y el mensaje, pp.444 ss.Bogotá, Universidad Santo Tomás- Ediciones San Pablo.

[3] Alberto de Mingo Kaminouchi, (2019) La Biblia de principio a fin. Una guía de lectura para hoy, pp.318-319, Ediciones Sígueme, Salamanca.

[4] Sjef van Tilborg (2005). Comentario al Evangelio de Juan. Editorial Verbo Divino, pp. 293-295 Estella..

[5] Maximilian Zerwick, S.J. & Mary Grosvenor (2010). A Grammatical Analysis of the Greek New Testament. Gregorian & Biblical Press (GBP), Roma. Y BibleWorks 10, Software for Biblical Exegesis and Research, Norfolk, Virginia.