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V Domingo de Pascua

Comentario social

15 de mayo de 2022

Ciclo C: Jn 13, 31-33a.34-35

Por: P. Jesús Alberto Franco G., C.Ss.R.

Mensajes de la Palabra de Dios

Los Hechos de los Apóstoles dicen que, después de anunciar la Buena Noticia en Derbe, Pablo y Bernabé, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, donde animaron a los discípulos y exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que tenían que atravesar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”. El anuncio de la Buena Noticia, la perseverancia en la fe y atravesar las tribulaciones conducen a entrar en el reinado –reino de Dios; hacia él deben orientar su vida los seguidores de Jesucristo. La salvación es entrar en el reino, ahora en esta vida, con la certeza que se permanecerá en él después de la muerte, en la vida definitiva.

El Salmo 144 (145), el recuerda al pueblo que “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”, y que, frente a estas características, todas sus creaturas deben “dar gracias, bendecir y proclamar la gloria de su reinado; explicar a los hombres la gloria y majestad de su reinado, reinado que es perpetuo”. Esta comprensión y experiencia de Dios que tienen sus criaturas, es novedosa e impensable para los pueblos cercanos, y por eso deben dedicar su vida a servir a su reinado. Esto fue lo que Jesús el Cristo hizo en toda su vida y con toda su vida.

El Apocalipsis, cuenta que Juan vioun cielo nuevo y una tierra nueva” y que “el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido”; y oyó una voz potente que decía “Mira la morada de Dios entre los hombres: habitará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado. El que estaba sentado en el trono dijo: Mira, yo hago nuevas todas las cosas”. La fe en el Dios que nos revela Jesús de Nazaret lleva a transformaciones profundas en el ser humano, en todas las relaciones y dimensiones de la vida espiritual –trascendente (cielo), humana –histórico social (tierra) y humana –profunda (muerte, lágrimas y dolor). Estas transformaciones muestran que se está haciendo la voluntad de Dios, lo que Él quiere para la humanidad y para la creación, y este es el reinado-reino de Dios que Jesús hizo presente. La visión y el mensaje, recibidos por Juan, fortalecieron a los cristianos perseguidos y orientó su actuación en el mundo social, político y humano de acuerdo con los criterios de Jesús el Cristo. 

En el evangelio, san Juan cuenta que, cuando salió Judas del lugar de la Cena, dijo Jesús: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado por él… Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes…  Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que tengan unos a otros”. Ser fiel al Padre en la misión de salvar-liberar al ser humano de todas las esclavitudes y opresiones, con el amor, y hasta dar la vida, es la gloria del Hijo. Ver que el ser humano es salvado-liberado, por su amor transmitido por el Hijo, es la gloria del Padre. Esta salvación –liberación realizada por Jesús, haciendo realidad el Amor comunicado, vivido y experimentado por los discípulos, es la fidelidad al Espíritu Santo: el Amor de Dios manifestado en Jesús. El amor del Padre en Jesús, no fue derrotado por el odio del sistema-mundo, al contrario, su manera de actuar lo desenmascaró, y por eso la reacción violenta en su contra. Jesús eligió morir antes que transar con el sistema-mundo que usa a Dios para justificarse, mantenerse y someter al pueblo. Así la muerte de Jesús es el triunfo del amor sobre el odio, sobre la violencia y sobre todas las injusticias y opresiones. Este triunfo es la realización del reinado de Dios. Es importante entender que, en el evangelio de Juan, el amor abarca todas las relaciones y dimensiones del ser humano, por esto las profundas implicaciones humanas, sociales, económicas, culturales y ambientales del mandato del amor, cuando se asume de verdad.  

Sobre el reinado-reino de Dios

Las lecturas bíblicas hablan, explícita e implícitamente, del reinado-reino de Dios. El sustantivo reino lleva a pensar en un lugar o región concreta (el reino de Nápoles o el reinado de Mónaco) o en un hecho realizado definitivamente; mientras el reinado lleva a pensar en las acciones del rey con las cuales reina en su jurisdicción y en la obediencia de sus súbditos. Se usa la expresión reinado-reino de Dios para tomar conciencia que no se trata de un lugar o un estado, sino de la actitud que deben asumir los creyentes de dejar a Dios reinar y mandar, y en la respuesta de obedecerle y hacer su voluntad, comunicada de manera especial con la vida, las palabras y las acciones de Jesús de Nazaret. Así, el reino-reinado de Dios se expresaría en la manera de vivir de una comunidad, sociedad o grupo humano que hace la voluntad (obedece) al Dios de Jesús en su vida, en sus relaciones y en todas las dimensiones de su existencia.

Los evangelios y todo el Nuevo Testamento muestran la profunda relación entre Reino y Jesús de Nazaret, así lo describe J. A. Pagola[1]: “la causa a la que Jesús dedica  en adelante su tiempo, sus fuerzas y su vida entera es lo que él llama el “reino de Dios”. Es, sin duda el núcleo central de su predicación, su convicción más profunda, la pasión que anima toda su actividad… El reino de Dios es la clave para entender el sentido que Jesús da a su vida” (p. 90). Y al describir a Jesús dice que es “un profeta apasionado por una vida más digna para todos, que busca con todas sus fuerzas que Dios sea acogido y que su reinado de justicia y misericordia se vaya extendiendo con alegría. Su objetivo no es perfeccionar la religión judía, sino contribuir a que se implante cuanto antes el tan añorado reino de Dios y, con él, la vida, la justicia y la paz” (p. 91).

J.M. Castillo[2] analiza, detalladamente, el concepto reino de Dios en la Biblia, especialmente los evangelios y el Nuevo Testamento y concluye: “al Dios de Jesucristo, y a Jesucristo mismo, lo podemos encontrar en y relacionarnos con ellos, en la medida, y solo en la medida, en que encontramos el Reino de Dios y ponemos en práctica lo que esté a nuestro alcance  para que ese Reino se haga presente aquí y ahora. Esto es lo que constituye el centro del Evangelio, según lo que nos enseñan los sinópticos” –los evangelios sinópticos- (p. 34).  

En la práctica, y según el Evangelio, sin conocer, profundizar y asumir en el corazón y en la vida personal (de hombres y mujeres), religiosa, social, familiar, económica y ambiental los criterios y orientaciones del reino-reinado de Dios, el cristianismo no será fiel a Jesucristo y al Padre, y corre el riesgo de entregar la vida a una idea caricaturesca de cristianismo, respetable, pero no el del Evangelio.   

La realidad de Colombia, cuestiona la fidelidad cristiana de los cristianos/as colombianos  

El 76,6 % de los colombianos se declara cristiano (protestante, evangélico o católico), el 13,2% creyente pero no afiliado, el 2,9% de otras religiones; el 3,3% se declara agnóstico y el 3% se declara ateo. Es decir, que el 93,7 % se declara creyente[3] y cerca del 90% se declara cristiano de diversas “formas”, de acuerdo con el estudio de la Universidad nacional y otras instituciones, en lo que se reconoce como el mayor estudio del panorama religioso en la historia del país.

El hecho de una sociedad que se declara creyente, en su mayoría cristiana, contrasta con una realidad escandalosamente anti-cristiana, si se asume que ser cristiano es seguir Jesucristo, y en consecuencia ser constructor del reino-reinado de Dios cumplimiento del mandamiento del amor.

En este sentido es anticristiano que después de cultos, oraciones, predicaciones, misas o comuniones, las mismas personas reproduzcan miedos, odios, mentiras y condenas a sectores sociales solo por pensar distinto o ser distinto, por plantear cambios en el manejo del poder político, económico, social y cultural que se adueñó del país de desde hace un siglo y lo tiene como está.

Es anticristiana una sociedad con los niveles de injusticia, inequidad y corrupción política, económica, ética, social y religiosa como la nuestra; con el primer lugar mundial en desplazamiento forzado interno, asesinato de líderes ambientales, sociales, sindicales y defensores de derechos humanos, con los niveles de desaparición forzada, concentración violenta y tramposa de la tierra, una sociedad que elige la guerra en vez de la paz, como ocurrió con el “plebiscito por la paz” con un altísimo porcentajes de votos cristianos, como lo reconocieron muchos líderes cristianos (evangélicos y católicos). Claro que, manipulados y engañados, pero dejándose llevar por el miedo y el odio a los que consideraban enemigos, cuando el evangelio repite: “no tengan miedo” y manda “amar a los enemigos y orar por ellos”.

Son anticristianas, en contra de Cristo, las alianzas entre iglesias y líderes cristianos con los poderes corruptos económicos y políticos que han generado las violencia e injusticias sociales que vive el país y que en elecciones se presentan como los salvadores, del daño que ellos mismos han hecho.


[1] PAGOLA, José Antonio, Jesús. Aproximación histórica, PPC – Ed. Claretiana, Buenos Aires, 2009.

[2] CASTILLO, José María, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, Desclée De Brouwer, Bilbao, 6ª edición octubre, 2011.

[3] BELTRÁN, W. M., & LAROTTA SILVA, S. P. (2020). Diversidad religiosa, valores y participación política en Colombia. Resultados de la encuesta nacional sobre diversidad religiosa 2019, Universidad Nacional de Colombia y otros, p.17.