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Por: Equipo Misionero Redentorista de Colombia

El anuncio misionero de Jesús fue resumido por San Marcos en un pasaje que se considera la síntesis de la invitación convertida a la novedad del Evangelio. “El reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 14).

La misión, en el sentido global del término, puede entenderse como un llamado a la conversión, un llamado al cambio, una invitación a realizar el reino de Dios, una exhortación a entrar en el dinamismo creativo de la acción divina en el mundo, haciendo que todas las cosas sean nuevas. Esta invitación y pregunta es el “corazón” de la misión.

A través de las Santas Misiones, el Redentorista sale de casa, sintiéndose enviado a conocer al pueblo para presentarles esta llamada de Jesús. La actitud del misionero es la de aquellos que piden hospitalidad, quieren ser escuchados, escuchan, comulgan con las personas que lo reciben, presentándoles la propuesta de conversión de la vida.

Esa fue la postura de Jesús. Sus viajes y visitas a pueblos y aldeas ciertamente no eran turísticos: Tenía un mensaje importante y urgente que llevar, proponiendo una renovación radical que debería transmitirse. Jesús no era un líder preocupado sólo por arrastrar a las masas detrás de él, las bombardeó con mensajes fáciles y falsas promesas como lo hicieron muchos predicadores de su tiempo. La fuerza de su mensaje se unió con una gran capacidad para atraer la atención de la gente. Y se preocupaba por cada uno de sus oyentes, especialmente los pequeños y humildes.

Jesús no sólo expuso una buena doctrina a nadie, sino que entró en la vida de las personas, tocándolas profundamente y sus corazones. De esta manera, tocó a los ciegos que lloraban, bendijo a los niños que conoció, consoló a la viuda que perdió a su hijo, almorzó en la casa del fariseo, descansado en la casa de Marta y María. Su mensaje fue expresado a través de esta atención a todos y cada uno de ellos. Era como si cada persona en su auditorio fuera única.

El Misionero Redentorista, que se siente llamado a una misión, busca imitar a Jesucristo y es un signo de redención entre los marginados de nuestro tiempo. Él busca ser un signo de Dios que no olvida a nadie y que es, en primer lugar, cercano a aquellos que son considerados los últimos de la sociedad. Jesús, enviado del Padre, busca a las personas en el nombre de Dios y se pone en medio de ellos para servirles, interactúa con ellos, revelándose a sí mismo un Dios que sabe, que ama, que acoge como cada persona es, que perdona, y que pone a cada persona de nuevo de pie, con la condición de ver, oír, actuar, integrarse y participar.