Por: P. Jairo Díaz Rodríguez, C.Ss.R.
EL VUELO DE LOS GANSOS
… El Próximo invierno, cuando veas los gansos dirigiéndose hacia el sur para pasar el invierno, fíjate que vuelan formando una “V”.
Tal vez te interese saber lo que la ciencia ha descubierto del porqué vuelan en esa forma. Se ha comprobado que cuando el pájaro bate sus alas produce un movimiento en el aire que ayuda a cada pájaro que va tras de él. Volando en “V” la bandada completa aumenta por lo menos 70% más de su poder que si cada pájaro volara solo. Las personas que comparten una dirección común y tienen un sentido de comunidad pueden llegar a donde deseen, más fácil y rápidamente, porque van apoyándose mutuamente.
Cada vez que un ganso se sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo, rápidamente regresa a su formación para beneficiarse del poder del compañero que va adelante. Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos con aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección.
Cuando el líder de los gansos descansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar. Obtenemos mejores resultados si tomamos turnos haciendo los trabajos más difíciles.
Los gansos que van detrás graznan para alentar a los que van delante o mantener la velocidad. Una palabra de aliento produce grandes beneficios.
Finalmente, cuando un ganso se enferma, o cae herido por un disparo, otros dos gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan hasta que esté nuevamente en condiciones de volar o hasta que se muere, y solo entonces es cuando los acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo.
Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos uno al lado del otro apoyándonos y acompañándonos …
(Autor Anónimo).
Teniendo como telón de fondo esta historia, de autor anónimo, propongo a ustedes una reflexión que puede ayudar en la vivencia comunitaria.
- La vida comunitaria como principio vocacional de unidad.
Cada vez que un ganso se sale de la formación y siente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de volar solo y de inmediato se reincorpora al grupo, para beneficiarse del poder del compañero que va adelante.
En la vida comunitaria se debe experimentar el gozo de la formación, entendiendo esta como el crecimiento espiritual, intelectual y del reconocimiento dentro de una disciplina que depende del carisma. Es claro que la vida comunitaria es un encuentro, un trabajo común, que implica la ayuda, la preocupación de los unos por los otros y el sentir sus necesidades. Esto impediría sentirse en soledad, frente a la crisis o a una dificultad existente, para emprender un vuelo muy alto y alcanzar sus ideales o sus metas que en este caso, serían las del grupo comunitario o congregacional, el cual debe tener el principio de “unicidad en la diversidad”.
- La diversidad como factor de riqueza en la vida comunitaria.
Cuando un líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás
y otro ganso toma su lugar.
La vida comunitaria se construye en la diferencia de carácter, de pensamiento, de emociones; porque cada integrante se considera en su individualidad como parte de un todo. Es por ello que se debe experimentar la cultura de la diferencia, en la cual se proyecten visiones constructivas que parten desde la propia personalidad para construir la comunidad. De estas visiones diversas nace el dinamismo de la congregación.
Por tal motivo, lo personal debe construir lo comunitario y, de la misma manera, lo comunitario debe potenciar lo individual sin romper el propio carácter y la potencialidad personal de cada integrante.
“La justicia será el medio que restablecerá el orden al bien común y posibilitará la igualdad de derechos, según la dignidad humana. Por justicia, Santo Tomás comprende que: “se llama justo lo que según alguna igualdad corresponde a otro”; “la justicia versa propiamente, como sobre peculiar materia, acerca de aquellas cosas que se refieren a otro” y finalmente: “el nombre de justicia entraña igualdad, es de esencia el referirse a otro, porque nada es igual a sí sino a otro”[1]

- Estar dispuesto a asumir responsabilidades.
Los gansos que van detrás producen un sonido propio de ellos y lo hacen con frecuencia para estimular a los que van adelante para mantener la velocidad.
La vida, de suyo, es una responsabilidad, nadie puede vivir por otro, la vida religiosa es un compromiso pleno en la que los llamados al encuentro con Jesús se responsabilizan de su experiencia cristiana y se realizan como seguidores responsables de un evangelio que se hace vida a través de la propia experiencia del amor de Dios.
“No puedo realizarme sin responsabilizarme, no puedo responsabilizarme sin personalizarme, no puedo personalizarme sin definirme, no puedo definirme sin autodeterminarme, no puedo autodeterminarme sin comprometerme, no puedo comprometerme sin decidirme” (Sedano, José OP)[2]
- La Palabra como principio transformador de la vida religiosa.
Cuando un ganso enferma o cae herido, dos de sus compañeros se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo, y se quedan con él hasta que esté nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere.
La palabra que inspira, la palabra que alienta, la palabra que ordena, que anuncia que transforma. El poder de las palabras en la vida comunitaria proviene del poder mismo de la Palabra de Dios, que alimenta el espíritu y el alma misionera, que transforma proyectos de vida y enraíza en el corazón la voluntad de Dios.
La palabra debe ser constructiva y motivante, debe nacer de la experiencia del amor de Cristo, y por tal motivo, siempre será una palabra que impacte de manera directa la experiencia de vida de todos los que se acercan al encuentro cara a cara con quien evangeliza. Sigamos evangelizando dentro de nuestra propia comunidad.
Conclusión

SI SOLO TUVIÉRAMOS LA INTELIGENCIA DE UN GANSO, NOS MANTENDRÍAMOS UNO AL LADO DEL OTRO, AYUDÁNDONOS Y ACOMPAÑÁNDONOS.
Los desafíos impuestos por la pandemia nos hacen pensar que estamos cansados; que ya no nos asisten más fuerzas para seguir con las rutinas del autocuidado. Nos hacen tomar a veces riesgos temerarios sin darnos cuenta, de que, como los gansos, ésta es una lucha de esfuerzos individuales para logros colectivos.
Ninguno es un sujeto completamente solo e individual, somos individuos dentro del engranaje de la obra misma de Dios a la que llamamos Comunidad, Casa, Congregación, Barrio, Ciudad, Universo. Nuestras acciones tienen efectos en otros, por eso nos anima escuchar a alguien entusiasta y nos desalienta encontrar a alguien que siempre ve el lado oscuro de las cosas.
Por eso hoy, como los gansos, los invito a considerar:
“La vida comunitaria como principio vocacional de unidad.
Ya el Papa Francisco lo dijo al inicio de la pandemia: “nadie se salva solo”, la contribución de cada uno hace que el tránsito por este tiempo extraño, bajo la amenaza de un enemigo pequeño pero contundente, sea más llevadera: “Yo te cuido, tú me cuidas”, si cada uno cuida de su salud física y mental, la comunidad, la familia, se mantendrá saludable y así podrán animar, mantener la esperanza, unir a quienes ven en nosotros una opción de seguridad y compañía.
La diversidad como factor de riqueza en la vida comunitaria.
Los esfuerzos de todos construyen, cuando alguno abandona la estructura, ésta se tambalea. Cada uno de nosotros tiene una función, una misión fundamental y necesaria. Cada uno es parte de un engranaje, una pieza indispensable y valiosa; solo no se logra avanzar. Con los demás, es posible avanzar y a crecer.
Todos debemos estar dispuestos a asumir responsabilidades: ningún esfuerzo es mínimo, ninguna tarea es menor, toda acción de cada uno es parte fundamental para el logro de una vida comunitaria y familiar agradable, llevadera, estimulante y, sobre todo: fiel a la vocación y a la misión a la que todos fuimos llamados. La responsabilidad de cada uno es la seguridad y la confianza del otro. Cuando yo confío en la tarea y el cuidado del otro, me siento seguro, protegido y acompañado.
La Palabra como principio transformador de la vida religiosa
¡Cuánto valoramos un gracias!, ¡qué bien lo hiciste! … Cuánto agradecemos una sonrisa amable, una palmada en el hombro, una mirada serena. Estos gestos no cuestan mucho, pero hacen la diferencia. Nos animan cuando nuestra fragilidad humana nos hace desfallecer, nos recuerdan lo valiosos que somos y el impacto de nuestras acciones.
Recordemos:
- Mantener los hábitos nos ayuda a tener rutina, a tener estructura en el día y nos protege de la desorientación.
- Comer bien nos ayuda a cuidar nuestra salud física.
- Dormir alrededor de 8 horas, manteniendo un horario habitual para acostarnos, despertarnos y levantarnos, protege el estado de ánimo y mantiene la energía necesaria para el día.
- Balancear el trabajo, el ocio y el descanso nos ayuda a mantener una vida equilibrada, sana y productiva.
- Participar de la vida comunitaria y familiar mantiene vivo el sentido de comunidad y de familia, ayuda a sentirse parte de, a ratificar los valores de la Congregación, de la comunidad, de la familia y a fortalecer el sentido de fraternidad.
- Tomarse la vida en serio, riéndose de sí mismo, de lo jocoso que nos regala el día a día hace más llevaderos los momentos de angustia, de incertidumbre y de preocupación.
- Agradecer por todo y por todos nos ayuda a conectarnos y a agradecer todas las bendiciones recibidas.
- Sonreír estimula el movimiento facial, libera endorfinas y contrarresta el efecto del estrés.
- Cuidarme ayuda a cuidar a los otros, cuidarme es la manera de expresarle a los otros que los aprecio, que los valoro, que los protejo.
- Y finalmente: aceptar, de manera radical, el reto diario, lo que no puedo cambiar, lo que no me gusta, fortalece el espíritu, engrandece la voluntad y propicia una vida buena, una vida llena de sentido, una vida digna de ser vivida.
[1] “Cum nomen iustitiae aequalitatem importet, ex sua ratione iustitia habet quod sit ad alterum”. S. Th., II-II, q. 58, a. 2, corp.
[2] SEDANO GONZÁLEZ, FR. José de Jesús O.P. Pedagogía de la respuesta. Colombia: Bastilla. p.175.