Domingo de Ramos de la Pasión del Señor Jesús
Comentario dominical
02 de abril de 2023
Ciclo A: Mateo 21, 1 – 11
Por: P. Pedro Pablo Zamora Andrade, C.Ss.R.
Introducción
La celebración litúrgica del Domingo de ramos, dicen los expertos en Biblia, contiene dos acontecimientos históricos distintos y separados por –al menos– cuatro meses. El primer acontecimiento histórico es la celebración de Yahvé como Rey del pueblo de Israel. En esa celebración se batían palmas en su honor. El tiempo de la celebración oscilaba entre los meses de octubre-noviembre, según nuestro calendario. El segundo acontecimiento histórico era la celebración de la Pascua. El tiempo de su celebración oscilaba entre finales del mes de marzo o comienzos de abril. Así también sucede hoy en día entre nosotros. La denominada «semana santa», a veces cae a finales de marzo o –como en este año– a comienzos de abril. No tiene fecha fija en el calendario.
Comentario
Si miramos los evangelios sinópticos,[1] nos podemos dar cuenta que la denominada «entrada triunfal» del Señor Jesús a Jerusalén, termina en el atrio del templo, con la expulsión de los cambistas y los vendedores de animales. Según Mateo y Lucas, los dos hechos ocurren el mismo día; según la versión marcana, los dos acontecimientos (entrada y expulsión de los vendedores/cambistas) están separados por –al menos– un día (Mc 11,12). Por la tarde, el Señor Jesús salió para Betania con sus discípulos (11,11). La noche le serviría a él y a sus discípulos, dicen los expertos, para preparar el gesto profético del día siguiente.
¿Qué sucedió posiblemente? Los entendidos en Biblia dicen, más o menos, lo siguiente: el Señor Jesús subió a Jerusalén con algunos de sus discípulos para participar de esta celebración en honor de Yahvé Rey. En esa oportunidad, algunos paisanos suyos, venidos desde Galilea para la celebración, lo montan en un burro, le baten palmas y le lanzan algunos «vivas». Sería algo espontáneo, sencillo y que pasó desapercibido para la mayoría de la gente que estaba participando de la fiesta. Una anécdota que los evangelistas, luego, magnificaron.
La otra celebración que se incluye en el Domingo de ramos es la celebración de la Pascua. Es una fiesta posterior. En algunos años caía a finales de marzo; en otros, a comienzos de abril. Era la fiesta más importante de la fe judía. Era la celebración de la libertad: en épocas pasadas fueron esclavos en Egipto y Dios los liberó, de la mano de Moisés. La liturgia junta este hecho al Domingo de ramos cuando se lee el relato de la pasión como Evangelio del día.
Aplicación pastoral
¿Por qué los liturgistas de la Iglesia católica juntaron dos acontecimientos históricos que distan entre ellos en, al menos, cuatro meses? Lejos de nosotros pensar que no estaban informados sobre el asunto. Más bien, la finalidad pudo ser de tipo teológico. Manejemos algunas posibilidades.
–Primera. El Señor Jesús era el Mesías-Rey o real-davídico, pero lejos del triunfalismo que permeaba las esperanzas de gran parte del pueblo de Israel. De ahí la escogencia del burro y no del caballo para su entrada a Jerusalén (Zac 9,9). Su mesianismo está más cercano a la figura del «siervo sufriente» del profeta Isaías. Por eso, su referencia tan machacona en los textos litúrgicos del viernes santo. En otras palabras, él era el mesías real o davídico, pero con los rasgos del siervo que se entrega totalmente para que el pueblo tenga vida. Él nos ha enseñado a reinar en el mundo de una manera nueva: a través del servicio, de la entrega generosa, del amor sin medidas.
–Segunda. Para poner en evidencia las incoherencias del ser humano o del creyente. ¿Por qué decimos esto? Al colocar en relación los dos acontecimientos, es fácil concluir lo siguiente: los protagonistas del domingo de ramos, son los mismos que intervienen en el viernes santo. En otras palabras, los mismos que proclaman al Señor Jesús como rey, son los mismos que, días después, pedirán su cabeza en vez de la del bandido Barrabás. En este sentido, la liturgia nos pone sobre aviso de una limitación que tiene el ser humano y el creyente de cualquier confesión religiosa: con el mismo fervor o devoción con que proclamamos nuestra fe, con ese mismo fervor o devoción nos podemos convertir en causa de escándalo o de perdición para los demás.
Conclusión
La celebración más importante de la denominada «semana santa» es la pascua. Para ella nos hemos preparado durante cuarenta días. Su duración indica la importancia que la liturgia de la Iglesia católica le concede a este acontecimiento. Es el eje central de toda la fe cristiana. Ni siquiera el misterio de la encarnación recibe tanta atención. Al Adviento se le dedican cuatro domingos. A la pascua la anteceden cuarenta días de preparación. Sin embargo, son dos acontecimientos que se reclaman mutuamente: sin encarnación no es posible la pascua, y sin pascua, el misterio de la encarnación terminaría en un fracaso histórico.
La pregunta que deberíamos respondernos a estas alturas de nuestra reflexión es la siguiente: ¿Cuál es la pascua que yo debo vivir en este año 2023? Para el pueblo de Israel, la pascua significó pasar de la esclavitud a la libertad; para el Señor Jesús, la pascua implicó pasar de la muerte a la vida, y a la vida que nunca termina (Rom 6,9). Es importante participar en las distintas celebraciones litúrgicas de la semana santa; pero, de nada nos servirían, si el Señor Jesús no pasa por nuestra vida personal, familiar, comunitaria…, para cambiarla, para transformarla. Sería una semana santa más, sin ninguna repercusión importante. Tenemos que pasar de la oscuridad a la luz, del pecado a la gracia, de la tibieza espiritual al compromiso, de una vida viciosa a una vida virtuosa, etc. ¿Cuál es la pascua a la que el Señor me invita en este año? Respondamos esta pregunta con toda sinceridad, y pongamos manos a la obra. Recordemos, con humildad, que no se trata de una tarea individual, a «dos manos». Nuestras solas fuerzas son insuficientes. Se trata de un proceso a «cuatro manos»: las nuestras y las de Dios o las del Señor Jesús. «No yo, dirá san Pablo, sino la gracia de Dios conmigo» (1 Cor 15,10). Sólo así será posible emprender un camino serio de conversión. Que nuestra Madre del cielo nos acompañe en ese propósito. Amén.
[1] San Juan tiene otra cronología y otra disposición de los hechos: todo habría sucedido al comienzo de la vida pública del Señor Jesús, y la expulsión de los vendedores y cambistas está relacionada con la fiesta judía de la Pascua (2,13), y no con la celebración de Yahvé como rey.