Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.
El Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio (la Familia) dedicó a la oración un apartado de este documento en el que afirma:
“La iglesia ora por la familia cristiana y la educa para que viva en generosa coherencia con el don y el cometido sacerdotal recibidos de Cristo Sumo Sacerdote. En realidad, el sacerdocio bautismal de los fieles, vivido en el matrimonio-sacramento, constituye para los cónyuges y para la familia el fundamento de una vocación y misión sacerdotal, mediante la cual su misma existencia cotidiana se transforma en sacrifico espiritual aceptable a Dios por Jesucristo. (…).
La plegaria familiar tiene características propias. Es una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos. La comunión en la plegaria es a la vez fruto y exigencia de esa comunión que deriva de los sacramentos del bautismo y del matrimonio” (n. 59).
En este mismo documento el Papa afirma que “en virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con Él. Sobre todo en la familia cristiana importa que los hijos aprendan desde los primeros años a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según la fe recibida en el bautismo” (n. 60).
La tradición nos ha enseñado que la oración tiene 4 finalidades:
- es alabanza a Dios por las maravillas que ha hecho en la creación y en el ser humano;
- es acción de gracias por los favores que ha concedido a la humanidad, a nuestra familia, a cada uno de nosotros.
- es petición de perdón por los pecados con los que hemos ofendido a un Dios tan bueno y por los males que le hemos hecho a nuestros hermanos.
- Es, finalmente, súplica por las necesidades de todos los hombres y, desde luego, suplica por la salud, el bienestar nuestro, por la iglesia, por toda la humanidad.
La plegaria puede ser oración vocal o meditación, individual o en grupo. A Jesús de Nazareth lo encontramos en los evangelios orando al Padre celestial junto con sus discípulos y nos enseñó a orar diciendo: Padre nuestro… ; destacó la importancia de la oración en comunidad: “allí donde dos o más se reúnen en mi Nombre, allí estaré Yo” (Mateo 18,19-20).
El gran ‘doctor de la oración’ –S. Alfonso María de Liguori- reconocía que ”este es el modo de oración enseñado por Jesús a sus discípulos ‘perseverar’: “pidan y recibirán, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá” (Lucas 11,9).
El objetivo culminante de toda oración es ‘ser uno con la voluntad de Dios’. “Orar, decía Santa Teresa de Jesús, es tratar de amistad, estando muchas veces… con quien sabemos que nos ama”.