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Por: Novicios, Marco Estalyn Bueno (Provincia de Quito) y Carlos Daniel Franco (Provincia de Bogotá)

Durante estos días, como familia redentorista se recuerda la memoria de San Gerardo María Mayela, este joven nació en Muro Lucano, Italia, en el año de 1726. A pesar de sus limitaciones y dificultades, ingresa a la Congregación del Santísimo Redentor como hermano misionero, con un ideal muy claro: el hacerse santo; propósito que alcanza tras una vida misionera, humilde, obediente, de oración y Eucaristía; de perseverancia, generosidad, entrega absoluta, sobre todo de amor y servicio a los pobres. San Gerardo, es el patrono de las madres embarazadas y de los niños, pero de manera especial, ha sido un referente de consagración y entrega a Dios para todos los misioneros redentoristas, en particular para aquellos misioneros valientes que han querido ser hermanos religiosos.

Para algunos laicos cuando se hace referencia a un hermano redentorista, a veces no se tiene idea clara de quién es o qué hace dentro de la Congregación, muchas veces se ha quedado en el pobre y erróneo concepto de que “el hermano es aquel que no dice misa”, quitándole así toda la profundidad y riqueza de su valiosísima consagración. En este sentido, es necesario comprender que antes de hacer una distinción entre un sacerdote ordenado y un hermano religioso, hay que partir de la idea de que “todos somos hermanos y misioneros” (cf. Mt 23, 8; Mc 16, 15).

Desde los inicios de la Congregación del Santísimo Redentor, el hermano redentorista ha sido parte importante de esta. Aunque su figura y servicio hayan sido muchas veces mal entendidos, el hermano misionero nunca ha estado ni estará detrás del sacerdote, van en la misma línea y dirección: hacer posible aquí y ahora el anuncio afectivo y efectivo de la abundante redención a los más pobres y abandonados, pues tanto el sacerdote como el hermano son ante todo misioneros, han realizado la misma consagración, y por esto, no debe existir distinción alguna. “para realizar esta misión en la Iglesia, la Congregación reúne hermanos, que, viviendo en común, constituyen un cuerpo misionero… Todos somos redentoristas, movidos por el espíritu apostólico e imbuidos del celo del fundador, fieles a la tradición marcada por sus antepasados y atentos a los signos de los tiempos” (Const. 2)

El hermano João Batista de Viveiros[1], escribiendo acerca del perfil del hermano redentorista, menciona que el hermano es un religioso consagrado, un llamado a seguir a Jesucristo como discípulo y misionero, que vive en comunidad fraterna, señal profética y testimonio del Reino, que vive en misión y formación permanente. También el hermano es un hombre de oración, fraterno, hermano de hermanos que, viviendo su vocación en plenitud, es capaz de hacer posible en la comunidad la vivencia trinitaria en virtud del mandamiento del amor.

Por otra parte, el hermano redentorista por su tenacidad al servicio de Dios hace posible un gran servicio para la Iglesia; abierto siempre a la formación continua la misma que le es impulso y fecundidad para crear, inventar e innovar la vida religiosa, comunitaria y pastoral con lo que hace visible la misión redentora de Cristo.

Hermano Juan Bautista Stiehle

Uno de los grandes ejemplos de vida misionera es la del Hermano Juan Bautista Stiehle, el gran arquitecto de templos religiosos a nivel de Latinoamérica. Nació en 1829, en el pueblo alemán de Dachingen. Fue el décimo de dieciséis he8rmanos. Sus padres, personas de campo, que vivían ordinaria y piadosamente su vida. Para vestir el hábito redentorista salió de su natal Alemania, no queda allí, sino que le correspondió salir definitivamente a la misión de Latinoamérica dónde permaneció hasta su muerte.

Es así que desde 1870 su vida toma un rumbo al servicio de la Iglesia, como arquitecto de Templos y construcciones en las diócesis de Ecuador, Colombia, Chile, entre otros. Con la admiración y apoyo de su comunidad redentorista se impulsó para crear obras espléndidas que hoy en día son estudiadas en universidades y citadas en tesis universitarias. Unas de las más magníficas obras son la Catedral de Cuenca, los templos de san Alfonso, conventos y otras capillas, esto en Ecuador; otras obras se ubican en Buga-Colombia con la famosa basílica del Señor de los Milagros; en Chile y Perú colaboró con los planos para construir los conventos y templos parroquiales. Su vida expresada en estas obras expresa el potencial que Dios le ha dado como redentorista.

En una de las cartas del Superior general de su tiempo, padre Nicolás Maurón, le describió por esos días así: “Es un buen joven -ya tenía 41 años- capaz y agradable a Dios, quisiera que todos los hermanos tuviesen las mismas cualidades que él tiene…”[2] . Su vida indica que fue y sigue siendo un hermano ejemplar de vida misionera consagrada tanto para sacerdotes, hermanos, seminaristas y laicos que se entregan a la aventura de consagrarse a ser presencia viva de Jesucristo en este mundo herido.

Para concluir, es evidente como los hermanos son misioneros de la abundante redención, hombres que dan vida, dinamismo a la Congregación del Santísimo Redentor y que iluminan el sendero de las nuevas generaciones por su entrega generosa y ardua dedicación. De allí resulta tan importante que la vocación del hermano redentorista sea valorada, animada y promovida.


[1] Hermano de la Congregación del Santísimo Redentor de la Provincia de São Paulo. Ha escrito el Artículo “El Hermano Redentorista”.

[2] Edwin ROMERO, “Stiehle Juan Bautista”, Rodolfoperezpimentel.com. Disponible en STIEHLE JUAN BAUTISTA – Rodolfo Perez Pimentel