Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.
Un niño decía al papá: papi, me gustaron mucho todos los regalos que me diste hoy en mi cumpleaños. Sin embargo, deseo pedirte una cosa que realmente me hará más feliz que el carro, la fiesta, la ropa, los payasos. Quiero que me regales un domingo enterito y para mí solito.
Ese domingo deseo que me levantes tempranito, me saques al patio a enseñarme cómo se meten los goles, que me cuentes un cuento de hadas, y que me expliques muchas cosas que no entiendo.
Por qué dicen que quien no tiene dinero no vale y que todo tiene un precio en la vida?. Sabes … el chofer de mi bus es pobre; él habla mucho conmigo y un día me dijo: el dinero no hace mejor a la gente; es más, me contó que a veces la plata daña. Por eso quiero que me expliques por qué él piensa tan diferente?.
Papito, ese domingo deseo también que me digas por qué haces llorar a mamá y porque ella le dice a sus amigas que es mejor no casarse, que los hombres no valoran a las mujeres y que todos son unos sinvergûenzas y mujeriegos; qué es mujeriego, papi?’. Es cierto que mi tía Sofía es amargada, que mi mamá es una fresca, que tu amigo Ernesto es un cansón y que tú eres un machazo?.
Los niños son buenos observadores, captan las cosas a vuelo de pájaro y quieren explicaciones; por esta razón son tan preguntones, hasta cansar a veces a los papás. Normalmente, todos hemos sido preguntones. Es el ansia de saber; todos queremos saber muchas cosas. Preguntar y recibir buenas respuestas es la puerta que nos abre al saber, a la ciencia.
Con razón ha dicho el Concilio Vaticano II que ‘la familia es la primera escuela’; allí aprendemos a amar, aprendemos a hablar, a reír, a preguntar, a saludar, a servir, a respetar, a cantar, a estudiar… Y los padres de familia son los primeros maestros en esta escuela.
Un educador, un catequista, sin conocer a los papás de sus alumnos, pueden intuir qué clase de papás tienen los niños: la forma de comportarse de éstos revela el tipo de formación que están recibiendo en sus hogares. De ahí la importancia de que la familia y la escuela establezcan una buena relación de complementación.
No siempre los padres de familia están debidamente capacitados para ser los primeros maestros de sus hijos: por falta de experiencia, poca comunicación con personas competentes, desinterés, etc. En este caso, la complementación con la escuela será muy útil, la participación en la escuela de padres de familia, la consulta con un pedagogo o con un psicólogo.
Los niños son muy dados a la imitación de los mayores; por esta razón los padres de familia deberán cuidar mucho su lenguaje, sus actitudes, su forma de relacionarse con los demás. Alguien escribió estas sentencias que pueden ayudar a los padres en el trato con los hijos:
“LOS NIÑOS APRENDEN LO QUE VEN”.
- Si un niño vive criticado
Aprende a condenar. - Si no niño vive con hostilidad
Aprende a pelear. - Si un niño vive avergonzado
Aprende a sentirse culpable. - Si un niño vive con tolerancia
Aprende a ser tolerante. - Si un niño vive con estímulos
Aprende a confiar. - Si un niño vive apreciado
Aprende a apreciar. - Si un niño vive con equidad
Aprende a ser justo. - Si un niño vive con seguridad
Aprende a tener fe. - Si un niño vive con aprobación
Aprende a quererse. - Si un niño vive con aceptación y amistad
Aprende a hallar amor en el mundo.