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V Domingo de Cuaresma

Pautas para la homilía

21 de marzo de 2021

Por: P. José Samuel Torres Tangua, C.Ss.R.

Ciclo B: Jn 12, 20 – 33

En este camino cuaresmal nos acercamos a la celebración de la semana mayor, la Pascua del Señor. La celebración litúrgica de este V domingo de cuaresma muestra la nueva alianza que Dios prometió al pueblo de Israel, grabada en los corazones por la fuerza del Espíritu; alianza que tiene su cumplimiento en la vida y obra de Jesús.

El texto del profeta Jeremías que leemos en este domingo, forma parte del libro de la Consolación de Israel. El pasaje se caracteriza por sembrar la esperanza y el perdón en la reconstrucción de una vida nueva. Dios quiere iniciar un nuevo pacto con el pueblo no inscrito en la piedra sino en el corazón. El profeta anuncia una nueva alianza que no se queda en lo exterior, sino que se graba en el corazón, es decir, en la vida de la persona y de la comunidad. Surge la necesidad de circuncidar el corazón. Dios busca no solo la práctica externa sino, sobre todo la intimidad, la unión con la persona. La presencia de Dios en el interior del pueblo y en el corazón del hombre lo hace sensible a la realidad de dolor y sufrimiento. En otras palaras, lo humaniza. Una afirmación sobresale en el texto del profeta; dice Dios: “perdonaré sus culpas y ya no me acordaré de sus pecados”.

En la carta a los Hebreos, que es la profesión de la Iglesia primitiva, la vida, obra y pasión de Jesús es comprendida como una súplica que él hace al Padre para que lo libre de la muerte. Dios Padre, salva a su Hijo de la muerte eterna, del pecado y con ello se comprende el acontecimiento de la resurrección. Cristo asume la fragilidad de la condición humana. Él, que no pecó, asume y experimenta en carne propia las consecuencias del pecado de la humanidad. Acción que vivió hasta las últimas consecuencias. Es la obediencia al sacerdocio de Jesús: se hizo como nosotros para interceder por nosotros. Su sacerdocio no es funcional sino, se puede decir, existencial. Esta actitud de Jesús frente a su Padre es modelo de la vocación cristiana. En los quehaceres cotidianos ir hasta el final en obediencia a Dios, nuestro Padre, nos permite seguir las huellas de Cristo, nuestro salvador.

En el evangelio, personas que no pertenecen a la comunidad judía manifiestan el deseo de ver a Jesús. Entre ellos, algunos griegos, acuden a la mediación de Felipe con una súplica: “queremos ver a Jesús”. El discípulo de Jesús, por su cercanía con el Maestro, es puente para los que desean conocer a Jesús. Él, antes de dar repuesta a los que quieren conocerlo, les anuncia, por medio de una comparación, su muerte y resurrección. La imagen es elocuente: si el grano que cae en tierra no muere es infecundo; pero si muere da mucho fruto. Como el grano de trigo es sepultado para que la vida germine, del mismo modo, Jesús será enterrado para luego resucitar y ofrecer frutos abundantes a los que creen en él. La muerte no es una pérdida sino una ganancia. “Quien vive preocupado solamente por su vida, terminará por perderla”. Quien no tenga apertura, servicio y entrega a los demás no produce frutos de vida nueva en el Señor. Por el contrario, quien sigue el camino de Jesús, en su entrega hasta el final, sí logrará realizar su vida.

Jesús agrega “cuando yo sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacía mi”. Es la realidad de Jesús, un hombre que gasta y entrega su vida por amor para que todos tengamos vida plena. Al ser levantado en la cruz, Jesús atraerá a todos los pueblos. Atraer, es una expresión teológica cargada de honda significación para la vida cristiana. Permitamos que la vida de Jesús, en su comunidad cristiana, sea fascinación para todos los pueblos.