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Comentario dominical – Domingo XX del Tiempo Ordinario

20 de agosto de 2023

Ciclo A: Mateo 15, 21 – 28

Por: Alberto Franco Giraldo, C.Ss.R.

Gentiles y paganos: despreciables para los judíos piados

Los gentiles y extranjeros, en el tiempo de Jesús, eran los que no pertenecían al pueblo elegido, los impuros e incircuncisos, fuente de contaminación y un peligro religioso. El texto religioso y civil de los judíos era el Antiguo Testamento AT (con excepción de los siete libros[1] deuterocanónicos). Con base en el AT elaboraron un fuerte sistema legal para impedir la contaminación con las costumbres paganas de las naciones vecinas, que adoraban a otros dioses y tenían otras prácticas religiosas. Fundamental para el judaísmo eran las leyes de pureza que evitaban la contaminación y regular las relaciones con los extranjeros con normas, prohibiciones y rituales. Ellos consideraban que “Las casas de los gentiles son impuras”, así lo afirma la Misná[2] (Ohol 9,7).

Lo que dicen las lecturas de paganos y gentiles

El pasaje del profeta Isaías es escandaloso para su tiempo, porque el Señor afirma que la observancia del derecho y la práctica de la justicia es lo que garantiza la salvación y no el complimiento de las leyes del culto y la pureza; que llevará a su Monte Santo a su casa a los extranjeros, es decir, que los salvará, si se unen a Él, lo sirven, lo aman, guardan sus mandatos y perseveran en la alianza; y que aceptará sus ofrendas y se alegrarán en su casa de oración.

La salvación de los extranjeros era inaceptable para los judíos piadosos, que creían que era sólo para ellos por ser el pueblo elegido, que los demás estaban excluidos de la salvación. Los profetas denunciaban, como falsa esta creencia, más aún se “burlaban” del pueblo y sus dirigentes que “honraban a Dios con sus labios pero su corazón estaba lejos” (Is 29,13) creyendo que Dios no se da cuenta, y les recuerda que solo observando el derecho y practicando la justicia se salvaban.

Hoy, una mayoría de cristianos descalifican y condena a los nuevos gentiles y paganos: ateos, no practicantes, críticos de la religión…, sin darse cuenta que muchos están haciendo lo que Dios pide para salvarse: observar el derecho y practicar la justicia, mientras ellos, por criticar, no lo hacen.

San Pablo, en la carta a los Romanos dirige a los paganos, diciéndoles que es ministro y apóstol de ellos por decisión de Dios, y que espera despertar los celos en sus hermanos de raza (judíos) para ver si algunos de ellos se salvan, ya que habían el llamado de Dios a la reconciliación del mundo con la resurrección de su Hijo, rechazo que facilitó la predicación de la salvación a los gentiles, que antes eran enemigos de Dios y ahora alcanzaron su misericordia.

Hoy pasa algo parecido con muchos cristianos, religiosas/os, sacerdotes, pastores/as, obispos, cardenales, quienes piensan que por serlo, ya están salvados y que tienen toda la verdad y toda la autoridad sin observar el derecho y practicar la justicia es la exigencia fundamental, mientras hay una gran  cantidad de “gentiles-paganos” que lo hacen.

La mujer extranjera en el mundo bíblico

Para comprender lo que significaba ser mujer en el mundo judío, veamos dos fuentes “oficiales”:  

Primera, la Biblia que recoge en sus textos la mentalidad de la cultura mediterránea de su tiempo. Romanos, griegos y judíos eran culturas profundamente androcéntricas (un “ismo”  relacionado con los términos griegos aneer y andros hombre, varón) que colocaban al varón en el centro con todos los derechos, mientras las mujeres estaban totalmente sometidas a los varones y carecían de los mínimos derechos de un ser humano.  Vemos algunos ejemplos:  

  • “Cuando alguien venda a su hija como esclava, ella no marchará libre como marchan los esclavos” (Ex 21,7). Los esclavos varones tienen más derechos que las mujeres, incluidas las hijas esclavas.  
  • No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo” (Ex 20,17; Dt 5,21). La mujer era parte de los bienes de la casa (uno más) que era propiedad del varón.  
  • “Di a los israelitas: Cuando una mujer conciba y dé a luz un hijo, quedará impura durante siete días, como en la impureza por menstruación. El octavo día circuncidarán al hijo, y ella pasará treinta y tres días purificando su sangre: no tocará cosa santa ni entrará en el templo hasta terminar los días de su purificación. Si da a luz una hija, quedará impura durante dos semanas, como en la menstruación, y pasará sesenta y seis días purificando su sangre (Lv 12,2-5). Ya es un problema pensar que tener un hijo hace impura a la madre, pero el texto bíblico afirma que si tiene una hija su impureza será el doble. Doble discriminación, doble impureza, doble marginación.
  • “Como en todas las Iglesias de los consagrados, las mujeres deben callar en la asamblea, porque no se les permite hablar, sino que han de someterse, como manda la ley: Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus maridos en casa. No está bien que una mujer hable en la asamblea” (1Cor 14,34-35). Este texto representa la mentalidad de la época, y contradice otras cartas de Pablo donde las mujeres tienen el mismo protagonismo y los mismos derechos que los varones en la comunidad cristiana, también contradice lo que Jesús dijo e hizo al incluir a las mujeres en su grupo de seguidores.

Segunda, la Misná, que recoge las tradiciones orales que no están escritas en la Biblia. En una sociedad con muy poca lectura y escritura como la judía, las tradiciones orales determinan la vida cotidiana de los pueblos. Estos dos pasajes dan una idea del papel de la mujer en ella:

  • “Eliezer enseña: todo el que instruye a su hija en la Torá es como el que la instruyera en cosas frívolas… Yehosúa decía: un piadoso idiota, un malvado astuto, una mujer hipócrita, las heridas de los fariseos destruyeron el mundo” (Sot. 3,4). A la mujer les estaba prohibido conocer la Torá (el Pentateuco) que decidía y regulaba la vida del pueblo. Ella tenía que asumir lo que dijera el hombre al que estaba sometida (el marido, el papá, el hermano mayor) y creer lo que le dijeran.  Además, la coloca en lista de las personas despreciables que causan heridas, avergüenzan a los buenos que son los fariseos y ponen en riesgo el mundo.
  • “Si hay una imbécil en la ciudad, o una gentil, o una samaritana, todos los esputos que haya en la ciudad se considerarán impuros” Toh 5,8). Estas mujeres hacen impura la ciudad.

Una mujer despreciada al centro del evangelio 

Jesús fue a Tiro y Sidón, una región extranjera. Allí una mujer cananea le gritaba que tuviera compasión de ella porque a su hija la atormentaba un demonio. Como Jesús no respondió, sus discípulos le suplicaron que la “atendiera” para que no siguiera gritando. Él les contestó que había sido enviado a las ovejas perdidas de Israel. Ella se acercó y se postró suplicándole que le ayudara. Él le dijo que no está bien quitarle el pan de los hijos y echárselo a los perritos. La mujer le respondió que eso era verdad, pero que también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños. Jesús, admirado, le dijo que su fe-confianza era muy grande. Y su hija se quedó sana. 

Los hechos ocurren en territorio extranjero, lo cual es problemático para un hombre religioso porque los extranjeros y paganos son impuros, y la relación con ellos es restringida. La protagonista es una mujer extranjera, lo que agrava la situación. El encuentro es en público, y los judíos no deben interactuar en público con una mujer, que es impura. Para un judío piadoso, la mujer extranjera no solo carecía de valor, sino que era una fuente de contaminación, en este caso, se agravaba por tener una hija endemoniada. Esta mujer y su hija representan a las personas más marginadas y desprotegidas.

Este contexto ayuda a comprender al judío Jesús de Nazaret que se resiste a acogerla; la actitud despectiva de los discípulos que piden a Jesús despidirla (ἀπόλυσον –apoluson también significa repudiarla, retirarla, soltarla o dejar libre; la afirmación de Jesús de ser enviado, solamente, a las ovejas perdidas de Israel, lo cual contradice lo que ha dicho y hecho en otros mensajes; y las duras palabras de Jesús a la mujer, que προσεκύνει- prosekunei- postrada, reverenciándolo, suplicándole  le pedía socorro:  “no está bien (no es lícito) quitar el pan a los hijos y echárselo (arrojárselo)  a los perritos”.

La respuesta de la mujer fue sorprendente: asimiló  las palabras de Jesús, asumió su condición de extranjera y su marginación religiosas frente al judaísmo: “Es verdad, Señor”. Pero argumentó de manera inteligente, inesperada y contundente: “pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños”. La respuesta sorprendió a Jesús, quien le concedió lo que quería.

Este relato coloca a la mujer extranjera e impura un lugar muy relevante: ha sido la única persona que le ha “ganado” a Jesús en la argumentación, le hizo cambiar de actitud y logró su objetivo: la liberación-sanación de hija. Los tres pasajes bíblicos leídos cuestionan profundamente a judíos piadosos, rompen su manera de ver y vivir la fe. Cuando en diversos momentos de la historia, se ha leído con cuidado el Evangelio, se han producido cuestionamiento y  rupturas profundas con los “cristianos piadosos”, que nombran a Jesucristo todo el tiempo y predican sus enseñanzas, pero se oponían y atacaban a quienes  colocaban en práctica el mensaje de Jesús, que ellos predicaban. Eso mismo paso hoy.


[1] Libros deuterocanónicos: Tobías, Judith, Ester, 1 y 2 Macabeos, sabiduría y eclesiástico.

[2] “La Misná es el compendio de la ley oral judía, es decir, que no están recogidas en la Escritura”: FLOR SERRRANO, Gonzalo, Diccionario de la ciencia bíblica, Verbo divino, Estela Navarra, 200, 75. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de las personas no leían, por eso la importancia de la tradición oral.