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Por: P. Luis Alberto Roballo L. C.Ss.R.

Queridas hermanas y hermanos: La celebración del Señor de los Milagros nos vuelve a congregar en ambiente de súplica y de acción de gracias y es también oportunidad para renovar nuestra vida humana y cristiana. La Palabra del Evangelio nos invita hoy a ir más allá de las acciones normales que practica cualquier persona. Lo expresa muy bien Jesús durante el discurso programático al comienzo de su ministerio: “Han oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”.  Estas palabras resumen gran parte de los Códigos de Derecho Punitivo de los últimos 4.000 años. Hammurabi fue el sexto rey de Babilonia durante el Primer imperio Babilónico, desde el año 1792 al año 1750 a. C. según la cronología media. En el famoso Código de Hammurabi, Ley 200, leemos: Si un hombre libre arrancó un diente a otro hombre libre, su igual, se le arrancará su diente. Muchas de las determinaciones del Derecho Internacional se rigen por los la regla de la bilateralidad y de la reciprocidad que se resumen en el “ojo por ojo y diente por diente”, o Ley del talión de los romanos, ley de la correspondencia o reciprocidad. Algunos códigos, sobre todo en aplicaciones militares hablan de ley de la revancha o retaliación. Y estamos a un paso de los códigos de las maffias y de los movimientos subversivos con los códigos de los “asuntos del grupo” o “cosa nostra” o de los famosísimos códigos totalitarios que con el argumento de la “seguridad nacional” se han convertido el azote de regiones y detonadores de confrontaciones casi mundiales. 

A nivel más doméstico los judíos del tiempo de Jesucristo creían que podían odiar a los enemigos y lo leían en los mismos textos sagrados como Dt 28,7; “El Señor pondrá en fuga delante de ti a todos los enemigos que se alcen contra ti”. Cristo mismo se ve envuelto en esos rechazos como aparece en Jn 4, 9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». (Es que los judíos no se tratan con los samaritanos).

Cristo enseña que hay que amar incluso a los enemigos y esta radical exigencia será el signo por el que se reconocerán sus discípulos y lo expresa gráficamente en los episodios de recibir una bofetada y presentar la otra mejilla, caminar durante dos horas con una persona que ha pedido ser acompañada durante una hora y no sacarle el cuerpo a quien viene con el acostumbrado cuento de “présteme esa platica hasta pasado mañana”.

El migrante y el refugiado se convierten en personas tan vulnerables que muchas veces ni siquiera se puede pensar en la ley del talión sino en esa terrible tragedia que encierra el dicho popular “del árbol caído todos hacen leña”.

El Papa Francisco lo recordó en el mensaje para la Jornada del Emigrante y del Refugiado para el 2014. Muchas escenas de emigrantes y refugiados, entre las que figura la Sagrada Familia de Nazareth nos llevan a pensar en los millones de personas que se ven reducidas a la condición de un árbol desarraigado y sin esperanza de transplante, a merced de quien quiera convertirlo en leña que arde.

El Papa Francisco recuerda que cada migrante es imagen de Dios que lejos de golpear nuestra mejilla nos invita a ver a Dios cara a cara, a caminar con él por lo menos una parte de la peregrinación de nuestra vida y a compartir lo poco o mucho que el Señor nos ha prestado.

La ley del talión no es la ley que emplea Dios con nosotros sino la ley de su exagerada asimetría entre nuestra pobreza y limitación de pecadores y la extraordinaria misericordia propia del Buen Pastor.

Un motivo adicional para este día 14 son tantísimos numerales de la reciente Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, Baste como ejemplo, de la Introducción, las palabras: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad”. (Papa Francisco, Fratelli Tutti, 8).