Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.
La revista italiana –Famiglia cristiana– publicaba en años pasados la carta de una esposa y madre de familia al Director de la revista exponiendo una situación concreta de su familia: “padre y madre, ya mayores de edad, quieren en vida hacer la repartición de la herencia entre los tres hijos: dos varones y una mujer; la opinión del padre es a favor de una repartición por parte iguales para cada uno de los hijos, con una justicia matemática. La madre no está de acuerdo con una tal distribución; ella propone la distribución de los bienes en forma equitativa, teniendo en cuenta que los dos hijos mayores se hallan en buenas condiciones económicas y con una buena profesión; la hija menor, en cambio, vive en condiciones muy disimilares: casada y abandonada del esposo, con dos hijos a su cuidado, y es la que cuida a los padres ancianos. La madre propone que a esta hija se le debe una mayor consideración por cuanto sus necesidades son mayores y sus posibilidades económicas son menores. La propuesta de la madre consiste en aplica la ‘justicia equitativa’ que reconoce un derecho prevalente a quien tiene una necesidad mayor y una posibilidad inferior a la de sus hermanos”.
Los romanos tenían un sabio principio: ‘el derecho llevado al extremo de la exactitud se convierte en la máxima injusticia’. La equidad mira a mitigar el rigor de la ley que de por sí no tiene en cuenta las circunstancias que hacen la diferencia entre una situación y otra; algo similar a la ‘equidad’ es la relación entre ‘verdad y amor’, entre ‘teoría y práctica’, entre ‘ley y excepción.
Un caso concreto sucede en familia: el hijo ‘regordete’ no tiene necesidad del refuerzo alimenticio que sí necesita el chico flaco y débil. También aquí tiene aplicación la equidad.