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I Domingo de Adviento

Comentario dominical

28 de noviembre de 2021

Ciclo C: Lc. 21,25-28.34-36

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

El tiempo del Adviento marca el comienzo del calendario litúrgico de la Iglesia e incluye los cuatro domingos que preceden a la Navidad como preparación para la venida del Señor. En esta temporada, recordamos dos elementos centrales de nuestra fe: la venida final del Señor en gloria y la encarnación del Señor en la historia. Los temas claves que nos invita a reflexionar la liturgia son la espera vigilante, la preparación y la justicia.

Las lecturas de la liturgia dominical nos orientan en una doble dirección: por una parte, nos abren a la esperanza de un futuro mejor en el que la paz y los anhelos de felicidad se verán cumplidos porque caminaremos a la luz del Señor que nos llevará por sus sendas. Al mismo tiempo encontramos una invitación a no quedarnos en una espera paciente y resignada a que la realidad cambie. Estamos llamados a hacer algo: a “despertarnos del sueño” para con nuestra conducta ir haciendo presente, aunque sea en forma imperfecta, ese futuro por el que todos suspiramos.

En la primera lectura, Jeremías, expresa la esperanza de la restauración de la dinastía de David y del sacerdocio levítico después del regreso de Israel del cautiverio en Babilonia. Luego del destierro, los israelitas no tuvieron rey hasta la época de los Asmoneos, y el sacerdocio levítico ya no poseía la importancia que había tenido en el pasado. Los fieles yavhistas esperaban ansiosos la llegada de la restauración de dichas instituciones. El autor recoge textos proféticos para confirmar que la promesa de Yahvé sobre la dinastía de David y la perennidad del sacerdocio levítico estaba en pie y que algún día se cumpliría; por eso este pasaje está puesto en el libro de la consolación de Jeremías.

¿Cómo comenzamos esta preparación? Pablo nos da una pista en la Primera carta a los Tesalonicenses. Los cristianos, han de ir progresando hacia ese final glorioso, sin darse por satisfechos con lo alcanzado. Con los que se comprende la realidad escatológica de Pablo: los tesalonicenses ya están en el Señor, pero deben seguir progresando, porque no han llegado al final de la carrera, en lo personal como en comunidad. Si bien Pablo apunta a la vida eterna, su mirada se pone, también en la conducta individual, y colectiva en cuanto a la vivencia de la caridad, vivida dentro de la comunidad.

En este nuevo año litúrgico (ciclo c), el evangelista Lucas nos acompañará en la meditación y contemplación de la obra y acciones del Señor. El evangelio de hoy está tomado del último capítulo antes de la narración de la pasión en la que Jesús está enseñando en el templo. Escuchamos a Jesús hablar a sus discípulos sobre la necesidad de vigilancia y oración mientras esperan la venida del Hijo del Hombre en gloria.

La historia nos enseña que ha habido épocas más difíciles y desalentadoras y, que en ellas fue posible testimoniar la esperanza y proseguir en los esfuerzos por humanizar más al mundo. La fe en Cristo, Señor de la historia, y las exigencias del mundo de hoy nos piden ponernos en camino, es decir, no contentarnos con lo que hemos conseguido, creer que podemos alcanzar nuevas metas y superar el individualismo, el acomodamiento y el pragmatismo que son capaces de dañar la esperanza y de hacer que se abandonen proyectos, ideales y esfuerzos.

Finalmente, se requiere para ello una visión contemplativa de la realidad que lleva a descubrir a Dios en todas las circunstancias, a contemplar a Cristo en todas

las personas y a buscar su voluntad en los acontecimientos. Adviento es también la vigilancia y el compromiso por trabajar en la liberación integral -espiritual y social- de la humanidad. La esperanza activa es un don que se nos da en la venida de Cristo, pero que también se hace. Para eso, hay que estar vigilantes, atentos y fieles a nuestro compromiso de ser signos de esperanza desde nuestra fe en Cristo, Señor de la historia.