Solemnidad de Pentecostés
Comentario dominical
23 de mayo de 2021
Ciclo B: Jn. 20, 19 – 23
Por: P. Víctor Chacón Huertas, C.Ss.R.
Culmina nuestro camino pascual con Cristo resucitado. La semana pasada lo celebramos y es totalmente cierto: nos convenía que él se fuera, para que viniera “otro defensor”. Los malos líderes son los que se quedan siempre ahí; los buenos, los auténticos, saben desaparecer en el momento oportuno, no crean dependencias en las personas, ayudan a crecer y a caminar por sí mismos. Cristo resucitado es “nuestro Buen Líder”, el mejor de los posibles, por eso ahora dejará paso al Espíritu de la verdad, a su Espíritu Santo. Y llegará la hora de ver quién se decide a caminar por sí mismo.
1. “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería”. Y dicen que había un gran estupor y sorpresa: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?”. El gran don del Espíritu Santo es el entendimiento. El Espíritu Santo no sólo nos une a todos (y esta es probablemente la primera vez que absolutamente todos están congregados, en las otras apariciones siempre había faltado alguien: los apóstoles, las mujeres, Tomás…), en esta ocasión no sólo no falta nadie, sino que además se muestran como un grupo abierto al entendimiento a la comunicación con otros creyentes. Cada uno los oye en su propia lengua. No hablan un lenguaje de gueto, de catacumbas, no andan con temores a ser perseguidos ni temen abrirse a los demás. Es el Espíritu de Dios el que ha obrado esta maravilla en ellos, los ha hecho hermanos de todos y capaz de hablar y entenderse con todos; al contrario que en Babel donde reinaba la confusión de lenguas porque cada cual sólo ambicionaba y rivalizaba con otros queriendo levantar bien alta la torre del propio “ego”. ¿Soy capaz de entenderme con cualquiera, de hablar sincera y francamente con él sin rivalizar, de sentirlo como hermano aunque piense distinto?
2. “Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. El Espíritu Santo es Espíritu de fraternidad, que no sólo une, sino que hace hermanos. Estamos llamados a esto. La otra lectura de Pablo en la Vigilia de Pentecostés señala “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”. Ahí se reconoce nuestra procedencia, nuestro ser íntimo, en el dejar que Dios –su Espíritu- nos marquen el rumbo de la vida. En ser capaces de caminar hacia Dios libremente, reconociendo que el mismo Espíritu obra cosas diferentes en cada persona; siendo capaces de ver la obra de Dios en el que tengo al lado o en frente. “En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. ¿Respeto esa obra de Dios en mis hermanos o la quiero manipular y doblegar a mi gusto?
3. Somos enviados. «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Enviados de Paz, aunque no seamos “cascos azules”. Enviados para poner perdón y reconciliación allí donde no la hay. Somos cristianos encendidos por un fuego que no se extingue y que difícilmente nos dejará tranquilos si no lo apagamos. Un fuego que purifica mis relaciones, mis pensamientos, mis acciones y mi oración. ¿Cumplo mi encargo de ser tu enviado, Señor? Ayúdame, a hacerlo: por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse y danos siempre tu gozo eterno.
Cortesía: Misioneros Redentoristas de España