II Domingo de Pascua
Comentario dominical
11 de abril de 2021
Por: P. Laureano Hurtado Castaño, C.Ss.R.
Ciclo B: Jn 20, 19 -31
Por decisión del Papa San Juan Pablo II, este domingo se llama Domingo de la Divina Misericordia. Se trata de algo que va mucho más allá que una devoción particular. Como ha explicado el Santo Padre en su encíclica Dives in misericordia, la Divina Misericordia es la manifestación amorosa de Dios en una historia herida por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras: “Miseria” y “Cor”. Dios pone nuestra mísera situación debida al pecado en su corazón de Padre, que es fiel a sus designios.
Jesucristo, muerto y resucitado, es la suprema manifestación y actuación de la Divina Misericordia. «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16) y lo ha enviado a la muerte para que fuésemos salvados. «Para redimir al esclavo ha sacrificado al Hijo», hemos proclamado en el Pregón pascual de la Vigilia. Y, una vez resucitado, lo ha constituido en fuente de salvación para todos los que creen en Él. Por la fe y la conversión acogemos el tesoro de la Divina Misericordia.
El Evangelio de este domingo nos presenta dos escenas: La primera se sitúa en el “primer día de la semana”, nombre clásico para indicar el día de la Resurrección, el domingo, día por excelencia de la asamblea cristiana. Tiene dos momentos: la presencia de Jesús con los discípulos sin Tomás y el diálogo de estos con Tomás. Y la escena siguiente es “ocho días después”, cuando Jesús vuelve a estar con los discípulos y habla con Tomás.
A nivel eclesiológico (discipular), es un texto de movimientos, de avances, de transformación: del miedo a la alegría, de estar cerrados a a estar enviados, del no ver al ver, del ver o no ver al creer, del creer al vivir. Nada queda igual después de la resurrección; se inicia un nuevo itinerario radicalmente transformado y transformador. ¿Sentimos esa nueva fuerza en estos primeros días Pascua?
A nivel cristológico, se remarca la bondad, la misericordia de Cristo Jesús, que no sólo no reprocha a sus amigos el abandono y la soledad en que le dejaron, sino que les regala las primicias de la Pascua: la paz y el Espíritu Santo con el perdón de los pecados. Jesús es el mismo Jesús crucificado pero también el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios, Dios mismo. ¿Tiene el papel que sin duda merece en nuestra vida? ¿Experimentamos su misericordia en nuestra vida?
Y a nivel teológico, es impresionante la densa riqueza del misterio de Dios: Padre que envía, Hijo y Señor, Espíritu Santo. Tanto dinamismo de amor de Dios, ¿no choca con nuestra pereza espiritual?
Tres veces repite Jesús el saludo: “!Paz a ustedes!”. La paz y la serenidad interior es una marca de los discípulos “habitados” por Jesús. La paz que es un don del resucitado, se vuelve tarea de los discípulos en el envío misionero.
Con el Papa Francisco hoy es un buen día para recordar que estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la Misericordia. Que nadie mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada del sufrimiento de los hermanos. Y que por su dolorosa Pasión él tenga Misericordia de nosotros y del mundo entero.