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III Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario dominical

22 de enero de 2023

Ciclo A: Mt 4, 12 – 23

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

La mayor parte de las noticias que recibimos cada día a través de los medios de comunicación son malas noticias: guerras, hambre, epidemias, asesinatos, calamidades naturales, toda clase de injusticias. Por eso se extienden en el mundo el desaliento, el escepticismo, la desesperanza que fácilmente llevan al individualismo ante la convicción de que nada puede cambiar. Si de la perspectiva social las cosas se ven así, también desde la perspectiva eclesial ocurre algo parecido: nos encontramos con una Iglesia afectada por escándalos de su ministros, por divisiones internas y que vuelve a insistir en ritos y cosas secundarias, en moralismos que hacen que la evangelización, en lugar de ser buena noticia sea con frecuencia una mala noticia que comunica la idea de un Dios que no es el Dios de nuestro Señor Jesucristo.

La liturgia de la Palabra de este tercer domingo del tiempo ordinario nos habla, en cambio, de una luz que brilla en las tinieblas de un mundo sin sentido. Nos presentan a Jesús proclamando el Reino, es decir, una Buena Noticia.  En la primera lectura, Isaías eleva nuestra esperanza. Esta esperanza proviene del hecho de que Dios ha manifestado su luz sobre nosotros. Es un mensaje de liberación de la potestad de las tinieblas, que antes nos molestaron. Isaías declara: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; habitaban tierras de sombras, y una gran luz brillo.” La luz que es el mismo Dios es capaz de lograr tantos cambios imposibles en nuestras vidas. Sin embargo, debemos presentarnos delante de él. La luz de Dios rompe nuestro yugo. Nos muestra el camino. Borra nuestras dudas y temores, y aumenta nuestra confianza en Dios y en nosotros mismos.

En la segunda lectura, san Pablo expresó su decepción por la comunidad de Corintio. Él reprendió a ellos por su mal comportamiento. Esto es porque, todavía viven en la sombra de las tinieblas y la ignorancia. Para Pablo, la pelea y la división entre ellos no es una buena señal de que viven en la luz de Cristo. Por lo tanto, denunció su modo de vida. Pablo llama la atención sobre la esencia de la buena noticia. Es decir, despojarse de las sombras de la tiniebla y la ignorancia. Mayoría de las veces, nos peleamos por nada, incluso en la casa de Dios. Este fue el problema de esta comunidad Corinto. Cuando actuamos de esta manera, traicionamos la buena noticia. También, nos alejamos de la luz de Cristo. Ninguna comunidad cristiana buena recibe la luz y sigue siendo el mismo.

La primera parte del Evangelio de hoy sitúa el ministerio de Jesús en el contexto de los escritos del profeta Isaías. Mateo quiere mostrar que Jesús es el cumplimiento de las profecías dadas al pueblo de Israel, y para ello se remite a Isaías. Isaías dice que el Mesías comenzará su ministerio en Galilea, la tierra de los gentiles. Cuando Jesús comienza a predicar en Galilea, Mateo señala su ministerio como el cumplimiento de la profecía de Isaías, prueba de que Jesús es el Mesías.

Cuando Jesús llamó a sus primeros discípulos, el Evangelio nos cuenta que los pescadores (Pedro y Andrés, Santiago y Juan) lo dejaron todo para seguir a Jesús de inmediato. Sin embargo, este Evangelio nos dice poco sobre la experiencia previa que los pescadores tuvieron de Jesús. ¿Lo conocían? ¿Lo habían oído predicar? ¿Qué tipo de persona debe haber sido Jesús para invocar tal respuesta? Podemos imaginar que Jesús fue una presencia poderosa para provocar una respuesta tan inmediata y completa como la que dieron estos primeros discípulos.

Sin embargo, Cristo invita como primer paso a cambiar de mentalidad para poder cambiar de vida. Por eso llama a su seguimiento. Los cristianos olvidamos que lo que nos debe caracterizar no es el cumplimiento de normas y ritos, sino el seguimiento de Jesús, que compromete la vida y nos hace renovar en nuestra existencia cotidiana la experiencia que tuvo Jesús: Dios como Padre, los demás como hermanos y hermanas, el mundo como lugar de encuentro con Dios y los hermanos compartiendo los bienes que Él puso para todos. Tener esta experiencia y transmitirla se hace en nosotros Buena Noticia.

Finalmente, todos los cristianos estamos llamados a evangelizar, es decir, a transmitir la Buena Noticia de que Dios es un Padre que nos ama y que nos pide amarnos y vivir en la fraternidad el mandamiento del amor: “sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos” (1 Jn 3,14). Una de las cosas que más anhela el mundo de hoy y la Buena Noticia que espera es la de paz, la justicia, la fraternidad.