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II Domingo de Adviento

Comentario dominical

4 de diciembre de 2022

Ciclo A: Mt 3, 1-12

Por: P. José Pablo Patiño Castillo, C.Ss.R.

En el mundo, y sobre todo en nuestro país, hablamos hasta el cansancio, de reconciliación y de acuerdos. Actualmente, por enésima vez, se intenta entablar relación con el ELN y llegar un concertar que ese grupo se integre a un país en paz. La pregunta es ¿cómo llegar al acuerdo’, ¿cómo llegar a la reconciliación? En este asunto y en tantos otros que nos quitan la tranquilidad, en el país, en la vecindad, en la casa. No es sólo tratar de atraer a los demás a nuestras opiniones haciendo del diálogo un ejercicio de dialéctica o de filosofía. La meta no es lograr un documento en el que las ideas se compaginen y se concluya en un escrito firmado por los opuestos. Esto puede ser un paso, pero no el objetivo. Podemos estar de acuerdo en unos pensamientos y sin embargo seguir distantes- enemigos.

Otra es la llamada que nos viene de la próxima Navidad, mejor, del Señor de la Navidad. Juan desde el silencio del desierto llama a la conversión. Al cambio de actitudes desde nuestra mente y de nuestro corazón. Isaías, el profeta que vio de lejos la venida del Mesías, compara lo que se espera de nosotros con la presencia del Hijo de Dios entre nosotros a la convivencia de un lobo y un cordero, de un niño y una víbora…

Por contrarias que sean nuestras maneras de pensar y de sentir en lo religioso, lo político, lo deportivo, si acogemos a Jesucristo, sus actitudes y enseñanzas, podemos entendernos, respetarnos, trabajar juntos para hacer de este nuestro mundo y de nuestro entorno un lugar amable para todos. Esa es la verdadera Navidad. Es el núcleo de la celebración. 

La “metanoia”, conversión (no precisamente, penitencias, mortificaciones, oraciones y prácticas) que proclama el Bautista. Es el cambio de mentalidad, de actitud para acoger los nuevos valores que Jesús, el enviado de Dios, nos ofrece para crear en nosotros un nuevo modo de ser humanos: amar como Cristo amó, orar como Cristo oró, dialogar, perdonar, hacer el bien como El.                                                      

En estos días, estamos “bien ocupados” siguiendo la programación de los partidos de fútbol, sin preocuparnos demasiado por la corrupción y la violación de los derechos humanos que subyacen a Catar FIFA 2022 al correr de los balones; luego seguiremos con la tarea de llenar la casa con los adornos de la Navidad y la compra apresurada de regalos para familiares y amigos. Con lo que, sin querer queriendo, pensamos cumplir con las “vacaciones” y con “las costumbres cristianas”.   Así ni siquiera nos quedará un resquicio de tiempo para aquello de los “valores cristianos”, de que hablan algunas personas, aludiendo al pesebre, a la novena en familia, el canto de los villancicos y las visitas a los “nacimientos” en las iglesias.                                     

Y, sin embargo, todo es mero pasatiempo, aún las exterioridades piadosas, lejos de lo que de verdad quiere el Señor Jesús de nosotros, sus discípulos: que vivamos desde el interior de nosotros la espera de Jesús que llega, una vez más, para ayudarnos a cambiar desde nuestros actitudes y disposiciones para con los que nos rodean, incluso la misma naturaleza, a la que estamos destruyendo con nuestro derroche y consumismo irresponsable.    Para final de la reflexión, dejémonos inquietar un tanto con estos dos comentarios:

“Por una parte, celebramos el nacimiento de Jesús, su aniversario, pero Jesús murió hace mucho tiempo y nadie celebra el cumpleaños de los muertos. Si lo seguimos celebrando es porque no está muerto, sino tan vivo en nosotros que lo consideramos parte de nuestra vida… Y si esto es así, la pregunta inicial que acabamos de plantear nos lleva a otra pregunta mucho más importante: ¿Quién es Jesús para mí?… ¿Qué importancia tiene en mi vida?”  (Munaim).                                                      

Y esta otra consideración, siempre de actualidad, en nuestra realidad: “Hay un cuadro de Salvador Dalí con un niño que toma el extremo del mar y lo levanta como si fuera una alfombra, y revela debajo a un perro que duerme. Si levantamos la alfombra de nuestra sociedad, ¿qué vemos? La bestia inmunda de la exclusión, que gruñe y vocifera que el país y sus bienes les pertenecen a unos y no a otros. Y muchos desean que esa división se prolongue, para perpetuar un orden social basado en la inequidad. Depende de nosotros si lo permitimos o no”. JCB                                                                                                                               

“La voz del Bautista grita aún en los desiertos de la humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones duros, y nos reta a preguntarnos si efectivamente estamos recorriendo el camino justo, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como entonces, él nos amonesta con las palabras del profeta Isaías: «¡Preparen el camino del Señor!»” (Papa Francisco)