XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario bíblico
31 de octubre de 2021
Ciclo B: Mc. 12, 28b – 34
Por: P. Jesús María Ortiz Orozco, C.Ss.R.
El pasaje del evangelio que hoy nos presenta la liturgia de la Iglesia corresponde a Mc 12,28b-32. La escena se desarrolla con un diálogo entre un escriba y Jesús; cada uno interviene en dos ocasiones. El narrador es quien expone la situación y dirige el encuentro; al final, concluye con un comentario. Teniendo en cuenta la estructura de la escena y para una mayor comprensión, se ha organizado el texto para ser leído por tres personas (narrador, escriba y Jesús):
Narrador: En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
Escriba: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
Narrador: Respondió Jesús:
Jesús: El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos.
Narrador: El escriba replicó:
Escriba: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Narrador: Viendo Jesús que él había respondido sabiamente, le dijo:
Jesús: No estás lejos del reino de Dios.
Narrador: Y después de eso, nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Al leer Mc 12,28a: Un escriba que escuchó la discusión y al ver lo acertado de la respuesta. Se ve que este hombre había estado presente en la escena anterior y estaba de acuerdo con la respuesta de Jesús (Leer Mc 12,18-27). Ahora se atreve a preguntarle por el primero de los 613 preceptos del A.T., que los rabinos solían clasificar de diversas maneras. Jesús le responde citando Dt 6,4-5 y Lv 19,18. El escriba alaba esta respuesta, subrayando en su comentario que el amor es mucho mejor que los holocaustos y sacrificios (Am 5,21; Sal 40,7-9; 1Sam 15,22).
Al final del diálogo, Jesús afirma que el escriba no está lejos del Reino de Dios, que es en esencia amor filial y fraternal, pero le falta algo. La perícopa siguiente sugiere que lo que le falta al escriba es la referencia a Jesús, para lo cual lo invita a profundizar en el misterio de su persona a la luz de la Escritura (Leer Mc 12,35-37).
La Biblia de la Iglesia en América (2019) dice:
Jesús transforma el amor a Dios y al prójimo en los mandamientos más importantes e invita a vivirlos como querer de Dios que se exigen mutuamente, pues no se puede amar a Dios sin amar al prójimo ni al prójimo sin amar a Dios (1Jn 4,20-21). En el evangelio según Juan se le da el nombre de mandamiento nuevo porque tiene por fuente y modelo al mismo Jesús (Jn 13,34) (p. 1641).
El Papa Benedicto XVI (2005) en su encíclica Deus caritas est opina:
La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compendian el núcleo de su existencia: «Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (6,4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (19, 18; cf. Mc 12, 29-31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro (n.1).
San Alfonso María de Liguori afirma:
Toda la santidad y perfección del alma consiste en amar a Jesucristo, Dios nuestro, sumo Bien y Salvador. El Padre -dice el propio Jesús- los ama porque ustedes me han amado. «Algunos-expone San Francisco de Sales- cifran la perfección en la austeridad de la vida, otros en la oración, otros en la frecuencia de sacramentos y otros en el reparto de limosnas; mas todos se engañan, porque la perfección estriba en amar a Dios de todo corazón». Ya lo decía el Apóstol: “Y sobre todas estas cosas, revístanse de la caridad, que es el vínculo de la perfección. La caridad es la que une y conserva todas las virtudes que perfeccionan al hombre; por eso decía San Agustín: «Ama, y haz lo que quieras», porque el mismo amor enseña al alma enamorada de Dios a no hacer cosa que le desagrade y a hacer cuanto sea de su agrado (Práctica del amor a Jesucristo).
Con lo anterior se evidencia cómo Dios nos invita a vivir nuestro compromiso cristiano por medio del amor. Por eso, le pedimos que, al meditar su Palabra, podamos poner en práctica el mensaje que hoy nos ofrece: Amar a Dios y al prójimo con todo el corazón.