Novicios Carlos Daniel Franco Ramírez (Provincia de Bogotá) y Jhonny William Vargas Vargas (Viceprovincia de Caracas)
Partiendo del mensaje propuesto por el Papa Francisco para la 95ª Jornada Mundial de las Misiones “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos de los Apóstoles 4,20), como misioneros redentoristas nos sentimos profundamente identificados al ser testigos y continuadores de la abundante redención (Cfr. Constitución 23), no nos quedamos con lo que hemos recibido, sino que por el contrario, hacemos participes de ello a muchas personas que se disponen a escuchar nuestra predicación (Cfr. Constitución 10) y comparten nuestra misión. Esa copiosa redención, como sinónimo de salvación, es la Buena Nueva que estamos llamados a vivir y testimoniar a todo el mundo, desde la cercanía y atendiendo el rostro concreto de nuestros hermanos[1] que sufren y son excluidos por diferentes estructuras sociales. Ante estas situaciones, para el misionero redentorista, no debe existir excusa o justificación alguna para estar disponibles ante un mundo que clama liberación (Cfr. Estatuto General 09). Dicha salvación comienza en esta vida y en el contexto presente de nuestro tiempo y que abarca a toda la persona en su integridad.
“Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena”[2], para hacer palpable esta realidad, como provincia de Bogotá, se ha optado por la prioridad de la atención especial de los migrantes. Esto ha llevado a muchos congregados a salir al paso de nuestros hermanos, que por diferentes motivos, han decidido emprender un camino y nosotros somos parte de su historia de salvación, al hacernos hermanos de nuestros hermanos (cfr. Lucas 10,25-37). Por este motivo, hemos decidido hacer propicia nuestra espiritualidad del instituto, cuando se nos pide amar al pobre de forma efectiva y afectiva, no solo como un mero discurso, concepto o idea, sino como una realidad concreta. En ese mismo sentido, debemos darle el valor y dignidad que cada ser humano se merece, por ser hijo de Dios.
En suma, no podemos olvidar que Dios hace suyas nuestras situaciones, jamás se hace ajenas a ellas, sino que nos envía como sus mensajeros y misioneros, colaboradores de su obra redentora en el mundo. Por eso, estamos llamados a ser valientes y no reservarnos nada de lo que por gracia hemos recibido (cfr. Mateo 10,7-8). Que María, Nuestra Madre del Perpetuo Socorro, patrona de nuestras misiones redentoristas; San Alfonso, motivador de toda la obra de la Redención, nos ayuden a ser auténticos misioneros a ejemplo de Jesucristo, el gran misionero por excelencia.
[1] P. Juan Manuel Lasso de la Vega, Evagelizare Pauperibus et a pauperibus evangelizari, Comunicanda Nº 4, 30 de Marzo de 1986.
[2] Papa Francisco, Mensaje para la 95º Jornada Mundial de las Misiones, 6 de enero de 2021.