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XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario social

4 de septiembre de 2022

Ciclo C: Lc. 15, 25-33

Por: P. José Pablo Patiño Castillo, C.Ss.R.

La propuesta de Jesucristo a sus discípulos, de seguirlo es tremenda, nos toca en la fibra más íntima. Nos propone tenerlo a él como el más grande tesoro, por encima de cualquier otro amor el de los padres, o el de la esposa o el esposo. Sobre todo.

Comparto con ustedes la historieta de un sabio hindú. Al llegar el hombre santo, al atardecer cerca de un caserío, decide pasar la noche junto al camino; pero apenas se había recostado en su estera, los gritos de un vecino le despiertan y, sin más palabras, le pide el tesoro que tiene. El sabio le dice que no sabe a qué se refiere pero que busque en la bolsa que le alarga. El hombre busca dentro de ella y encuentra un brillante: “!Oh! ¡El diamante que Buda me dijo!”. Y se fue feliz. Pero, antes de amanecer, el mismo hombre llega apresurado para decirle: “!Deme el verdadero tesoro, el que le permitió desprenderse tan fácilmente de esta perla preciosa!”.  El hindú entendió entonces que su riqueza real estaba en su corazón, en lo que él apreciaba por sobre todas las cosas.

En todo tiempo, pero sobre todo en el nuestro, los medios de información, que no de comunicación, nos presentan multitud de ofertas que nos garantizan la felicidad: el logro de mucho dinero, con altos intereses, turismo para el goce de maravillas naturales o artificiales, el disfrute de tener a mucha gente a nuestro mandar…

No se puede negar que todo eso tiene su encanto y su valor. Pero si nos preguntamos por la duración de todo eso, o si hay aún mayores y mejores cosas de la técnica y de la riqueza, nos daremos cuenta que todo eso es relativo, que nos dejan con más sed y hambre; no nos satisfacen a plenitud. Nos puede suceder lo que el niño aquel a quien sus padres regalan toda clase de juguetes y, al poco tiempo, termina, rodeado de todos esos cacharros, aburrido de todo y esperando algo más… Así son muchos humanos, incluso jóvenes, y ricos, que estudian en la Universidad de los Andes, la de los superricos… terminado con su vida porque no encuentran ningún sentido…

 Agustín, el sabio maestro cristiano de Hipona, (354-430), escribió que “Dios nos creó y nos puso en el mundo para él y que nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en Dios”.

En el evangelio de este domingo Jesucristo quiere compartirnos su tesoro, el Reino de Dios, aquello que llenará plenamente nuestro corazón y dará sentido a nuestra vida. Decía Pablo, el apóstol, “Todo lo tengo por basura en comparación del conocer mejor y seguir a Jesucristo” ( . Por lograrlo y conservarlo ojalá estemos dispuestos a desprendernos de cualquier bien de la tierra, como lo hizo el sabio aquel de la historieta. Ahí, no podemos hacer componendas. Se trataba del tesoro de la Vida, de ahora y para siempre. En el manejo del dinero y en los negocios, en nuestras decisiones políticas, en las relaciones con la familia y con la comunidad civil o religiosa.

Conocer y seguir a Jesucristo, por encima de todo, y amar a Dios y al prójimo como El, es encontrar el sentido y valor de la existencia y comenzar a vivir “la vida en abundancia”.

“Seguir a Jesucristo es propiamente esto: ir por amor con Él, detrás de Él: el mismo camino, la misma vía. Y el espíritu del mundo no lo va a tolerar y nos hará sufrir, pero un sufrimiento como el de Jesús. Pidamos esta gracia: seguir a Jesús en el camino que Él nos ha revelado y que Él nos ha enseñado. Esto es hermoso, porque jamás nos deja solos. ¡Nunca! Siempre está con nosotros” (Papa Francisco).