Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.
Es un cuento de Daniel Samper: “Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios, sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación; nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre.
La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, ésta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.
Padre: quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey? Qué “berraquera” era el padre !!. Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el ‘padre’ y se convirtió en el ‘papá’. El mero sustantivo era una derrota. ‘Padre era una palabra sólida, rocosa; ’papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además, segunda derrota, ‘papá’ es una invitación al infame tuteo. Con el uso de papá el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre.
‘ Pero ‘papá’, me parece el colmo que no me prestes el carro!!. A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como lo hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos comenzaron a llevar a sus amigos a casa y organizar bailoteos y bebetas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban: ‘Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no en quién sabe dónde…
El papá marco el acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos comenzaron a comer en la sala mirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a coger el teléfono sin permiso y a sustraer billetes de la cartera de papá, y usar sus mejores camisas. La hija a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de ‘Sr. González’, como habría hecho el padre, lo llamara ‘Tato’.
‘Papá’ seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura procera del ‘padre’. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada. Y entonces vino ‘papi’. ‘’Papi’ es invento reciente, de los últimos 20 ó 30 años. Descendiente menguado y raquítico de ‘padre’ y de ‘papá’; ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica.
´Papi’, me llevo el carro, dame para la gasolina. A ‘papi’ lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entrenen en silencio por la puerta de atrás. Le tienen prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en la cocina. A papi le quitan todo: tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la rasuradora, el computador, las llaves… Lo tutean, pero siempre en plan de regaño: ‘tú sí eres la embarrada, no papi?. Papi, no me vuelvas a llamar ‘chiquita’ delante de Jonathan.
Aquel respeto que inspiraba el ‘padre’, con ‘papá’ se transformó en confiancita y se ha vuelto un franco abuso con ‘papi’. No sé qué se seguirá de ‘papi’ hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de ‘padre’, hijo de ‘papá’ y ‘papi’ de hijos, mis nietas han empezado a llamarme ‘bebé’. Hasta aquí el relato de Samper.
Nos hemos ido de un extremo al otro: del autoritarismo al permisivismo. El ‘justo medio’ o el equilibrio entre ‘respeto y confianza’ se debe recuperar para que la familia, como ‘primera escuela de la vida’, lo sea de verdad.