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Jesucristo, Rey del Universo

Comentario social

21 de noviembre de 2021

Ciclo B: Jn. 18, 33b – 37

Por: P. Jesús Alberto Franco G., C.Ss.R.

El imaginario de las palabras relacionadas con rey

El sentido y significado de las palabras rey, reina, reinado, reinar están condicionados por el uso cotidiano, y determinados por las imágenes en medios de comunicación, redes sociales, cuentos de niño, eventos sociales y la realidad social, política, económica y simbólica que hablan de reyes, reinos, reinas o palacios.

Desde niños oímos cuentos de reyes y reinas, con servidores, esclavos, cenicientas, palacios intrigas…. Las mujeres sueñan e imaginan ser reinas bellas con vestidos esplendorosos, joyas, lujos, sirvientes, riquezas y con el hombre ideal, según el modelo asignado por la sociedad. Los hombres imaginan ser reyes con grandes castillos, sirvientes, poder, riquezas, ejércitos y todas las mujeres bellas deseadas y, por supuesto, “coronar” a la mujer de sus sueños e ilusiones.

Nuestro inconsciente colectivo ha sido configurado por películas, series de televisión e imágenes en redes sociales de castillos, palacios y “realezas” de la antigüedad, el medioevo o la modernidad; por príncipes, princesas, reyes y reinas felices, reconocidos, valorados, admirados o servidos.

Por la historia sabemos de guerras, luchas, intrigas, traiciones, lealtades, muertes y destrucciones por una corona, por un reino, por reinar. Desde la antigüedad hasta hoy.

Por esta razón, para entender el verdadero significado de la solemnidad de Cristo Rey del Universo, debemos repensar las palabras.

Los reinos y reinados en la biblia

El pueblo de Israel vivió una fuerte tensión con los reyes y la institución de la monarquía: de un lado, la corriente sacerdotal se adecuó a ella, la legitimó con el culto de acuerdo a sus intereses y se benefició de la realeza. De otro lado, la corriente deuteronomista (los libros de José, Jueces, Samuel, Reyes y parte del Deuteronomio) se opuso a la instauración de la monarquía porque la consideraban un rechazo a Dios, el único rey de Israel (1Sam 8,7), y para evitar las consecuencias de las luchas por el poder.

La fuerte polémica por la petición del pueblo a Samuel de nombre un rey refleja la magnitud del conflicto (1Sam 8,10-18). Dios a través de Samuel advierte al pueblo lo que harán los reyes: “tomar sus hijos para destinarlos a la guerra, a labrar sus campos y fabricar armas; tomar sus hijas para perfumistas, cocineras y reposteras; tomar sus mejores campos, viñas y olivares para sus ministros; tomar sus criados y criadas, sus mejores burros y bueyes para sus haciendas; exigir el diezmo de sus rebaños; esclavizar al pueblo”; y a pesar de esta advertencia el pueblo tomó la decisión de nombrar un rey. Saúl fue ungido rey. Luego la misma biblia cuenta las consecuencias desastrosas de esta decisión.

En el libro de los Jueces cuenta la historia, escabrosa y actual, de la estrategia perversa, violenta, engañosa, del nepotismo y la manipulación utilizada por Abimelec para hacerse elegir rey, igualmente las consecuencias de su elección (Jue 9,1-57).

Los profetas se opusieron a la instauración de la monarquía y más tarde fueron los principales críticos de las injusticias, crímenes, lujos y legitimación religiosa de la manera abusiva como lo reyes ejercieron el poder, criticaron el culto desligado de la vida y en medio de atropellos y opresiones (Cf. Is 1,10-20; 58,1-12). Los profetas fueron víctimas de los reyes, de los sacerdotes y de la gente piadosa y religiosa. 

El rey justo era quien garantizaba a los más desprotegidos de su tiempo, el huérfano y la viuda, lo mínimo necesario para vivir dignamente. Este era el rey cumplidor de la alianza, humilde y fiel a Dios.

Una realidad dolorosa

Después de Constantino en el siglo IV, cuando cesó la persecución y el cristianismo fue reconocido como la religión oficial del Imperio Romano, paso a paso, la iglesia fue actuando con los criterios de los reinos y reyes de su tiempo. Papas, cardenales, obispos, sacerdotes y abades fueron asumiendo las actitudes de emperadores, reyes, príncipes, títulos nobiliarios, y las formas imperiales de gobernar y dirigir. Los vestidos, los lujos, estilos de vida y vicios fueron copiados de esas esferas de poder y se alejaron del mandato y el ejemplo de Jesús de Nazaret.

Esa relación de la Iglesia cristiana católica con el poder y los reinos temporales afectó profundamente su credibilidad, la desvió de su misión y la concentró en peleas internas y externas poco relacionadas con el Evangelio, con el servicio a la humanidad, a los pobres y con la realización del reino de Dios.  Por esta razón son tan importantes las palabras del Papa Francisco a cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos recordándoles que la Iglesia no debe ser un palacio, que debe ser un hospital de campaña y que ellos no deben ser príncipes sino pastores con olor a ovejas.

Los reyes según Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret es la antítesis del imaginario de reyes, reinos y de reinar. Es la imagen más contradictoria de un rey: un derrotado, humillado, crucificado, un “don nadie”, un “sin poder”. Quién rechazó con su vida, palabras y acciones el poder, y los símbolos jerárquicos, fantásticos y llamativos. Quién eligió medios sencillos, humildes y pobres para el anuncio del reino-reinado de Dios. Y pidió a sus seguidores colocar en el centro de su vida y misión lo pequeño, lo que no vale, los niños, los pecadores, los marginados e impuros sociales y religiosos.


Leímos en el evangelio una parte del proceso “amañado” que culminó con la condena a muerte de Jesús. En el proceso, Pilato insistió que Jesús le dijera, si era o no, el rey de los judíos. Ante la insistencia le respondió: “Tú lo dices: soy rey”. No de los judíos, ni un rey de “este mundo”, “ni de aquí”. Un reino sin violencia, sin la fuerza del poder: “si fuera rey guardia para evitaría que cayera en manos de los judíos”.

La expresión “mi reino no es de este mundo”, se refiere a los principios que orientan este mundo: poder, violencia, acumulación, deshumanización y utilización de la religión para legitimar la injusticia, no significa que Jesús se despreocupe de la realidad histórica, de la vida humana y física de las personas, no se refiere a una realidad “espiritualizada”.

Jesús afirma que la razón de su venida al mundo es “ser testigo de la verdad”, por esto “todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Una vez más Jesús establece la relación entre su palabra, escuchar su voz, ser discípulo, conocer la verdad, y la libertad que es fruto de la verdad (8,32).

 El Apocalipsis cuenta que las comunidades cristianas, perseguidas y en crisis, se fortalecían con la presencia de “Jesucristo el testigo fiel, que ama, libera, convierte a su reino y es el principio y el fin”. El libro de Daniel, presenta la figura del “hijo del hombre” que aparece en medio de signos apocalípticos: visión nocturna, nubes del cielo, un anciano ante quien se presenta y del poder real que recibe. El hijo del hombre que aparece es un mensaje de esperanza en medio de las crisis del pueblo. Jesucristo dice que es el hijo del hombre, es decir, el hijo de la humanidad que hace presente al Dios humanizado.    

Un mensaje actual

 “Jesús murió crucificado, no porque Dios quiere el sufrimiento, sino porque no lo quiere. Vivió para hacer el bien y aliviar el dolor del mundo y eso lo llevó a la cruz. Así es como Jesucristo es Rey… Si queremos ser creyentes en Jesús, con todas sus consecuencias, lo lógico es que seamos más sensibles a la solidaridad con los pobres, los marginados, los que sufren, los que son atropellados por la ambición del capital”, recuerda J.M. Castillo[1].

Los avances de la ciencia y la investigación bíblica de los últimos 60 o 70 años y la decisión del Concilio Vaticano II de volver a las fuentes: estudiar y analizar los evangelios, el nuevo testamento, las sagradas escrituras y los primeros siglos de la Iglesia, están recuperando los elementos centrales del cristianismo y revisando las prácticas de la Iglesia con la vida y las enseñanzas de Jesucristo. Estamos volviendo al seguimiento de Cristo.

El Papa Francisco insiste en la renovación de la Iglesia volviendo a la centralidad de Jesucristo y al ejemplo de las primeras comunidades cristianas. Renovación que se expresa en la solidaridad con las personas empobrecidas y descartables, con la “hermana y madre tierra” profundamente herida y pisoteada, con la recuperación del sentido bíblico y actual de la santidad cristiana (Gaudete et exsultate), y con la vuelta al tema central predicado por Jesús: el reino o reinado de Dios. El reinado de Dios con la dimensión histórica y espiritual, la realidad humana y trascendente, la encarnación en lo humano. Reino-reinado de Dios que el prefacio de la solemnidad de Cristo Rey del universo define: “Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz”. Retomando esta realidad recuperamos el sentido bíblico e histórico de esta solemnidad: el punto de llegada del camino recorrido durante este año litúrgico.  


[1] CASTILLO José María, La religión de Jesús. Comentario al evangelio diario-2021, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2020, 402.