XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
11 de septiembre de 2022
Ciclo C: Lc. 15, 1-32
Por: P. Óscar David Tarazona Trujillo, C.Ss.R.
Nuestra naturaleza humana es susceptible a caer en todo aquello que puede determinarse como alejamiento del plan de amor que Dios quiere para sus hijos. Hoy encontramos en la liturgia textos que nos recuerdan de manera atrayente ese desborde de amor, que incluso se entremezcla con paciencia, dulzura, diálogo y otras tantas virtudes que permiten vislumbrar la esencia del Dios cristiano.
En la primera lectura, está la preocupación por los hijos de Israel, quienes están perdiendo el rumbo y se han dejado fascinar por cosas ajenas al querer de quien los ha amado y acompañado. Esos hijos pueden ser el reflejo de todas nuestras actitudes que, en el afán de búsqueda existencial y complacencia de nuestros intereses, se pierde en las ofertas de la vida y en la complejidad de la misma. Basta con que nos seduzca un personaje de moda, una idea, una persona, una circunstancia, la cultura, etc., para automáticamente dar pasos de lejanía. Nos ayuda a contrarrestar esta lógica denunciada, el poder entender qué tanto de dureza hay en nuestro corazón o cuáles son nuestras motivaciones y si las mismas están cargadas de divinidad.
Por otra parte, en la carta de San Pablo a Timoteo se refleja la opción de Jesús, una opción que no está dada por lo bueno, lo perfecto, lo estético, bello, etc., sino, por todo lo que es digno de redención; ejemplo claro es el mismo Pablo que se atribuye adjetivos como: “blasfemo, perseguidor e insolente”. El apóstol Pablo, pasa a ser uno de los tantos referentes que la historia nos deja para decir que hay un Dios fascinado en la búsqueda de sus hijos; Él llama, seduce, atrapa y está en el ser humano la respuesta en libertad a tal generosidad. No obstante, el poder entrar en la perspectiva del que se siente redimido, requiere reflexiones muy profundas, grados de humildad y abajamiento, puesto que se puede también estar en la posición del buenismo enmascarado presente en la religión, las iglesias, y grupos que “cumpliendo con el deber” imposibilitan el accionar Redentor que va más allá de lo “normalmente bueno”.
Por último, nos encontramos con las tres parábolas del perdón de Dios, llamadas también el corazón del Evangelio de Lucas. Cada personaje contenido, debe animarnos a que después de haber sido misericordiados expresemos tal efecto al mundo. Donde en ocasiones reina la indiferencia, el egoísmo, el individualismo, no caen mal las dosis de bondad, de preocupación por lo que está perdido, alejado, incomprendido; no cae mal dejar de lado los gestos de hermano mayor que se quedan en la comodidad de lo establecido y funcional y se enceguecen frente a lo que también es amado por el Padre; no cae mal repensar el camino de regreso a quien siempre ama y espera.
Que esta semana te sientas inmensamente amado por Dios.