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Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.

Es una sentencia de Jesús de Nazareth respondiendo a un reproche que le hacían los judíos: ‘¿por qué los discípulos de Juan Bautista ayunan y los tuyos no?. (Lucas 5,37-39). Jesús les respondió acudiendo a la parábola que dice: “nadie echa vino nuevo en odres viejos; el vino nuevo rompería los pellejos y se echaría a perder el vino nuevo. A vino nuevo odres nuevos”. 

La parábola del Maestro alude al cambio de estructuras: si se intenta remodelar la casa vieja, es necesario pensar en los cimientos, en las vigas del techo, en la conexión de la energía eléctrica, en la conexión del agua, etc. Para casa nueva, todo nuevo. 

El pensamiento de Jesús iba todavía más al fondo de la cuestión: Él se refería a la vida nueva que venía  instaurar en el mundo, a la venida del Reino de Dios, la gran novedad de la historia, que conlleva un nuevo estilo de vida. El Evangelio de S. Mateo recoge una sentencia de  Jesús en que revela esta exigencia de un cambio radical: “si vuestra justicia, decía a sus discípulos, no es superior a la de los judíos, no entraréis al Reino de los cielos” (5,20). 

Estamos viviendo una época nueva; los estudiosos nos hablan del paso de la Modernidad a la Postmodernidad, paso de lo viejo a lo nuevo. Esta nueva época, con sus signos positivos, también con signos negativos, nos coloca en una situación de cambio. Cambia el individuo que era dependiente y ahora reclama autonomía; cambia la familia: de la condición patriarcal y agraria pasa a la condición urbana y nuclear; cambia el estado civil que conoció la monarquía y ahora prefiere la democracia; cambia la iglesia  que consideraba a los fieles como ‘menores de edad’ (sin participación directa) y ahora los llama a participar como agentes de la reflexión doctrinal y de la acción pastoral. Cambia, incluso, la pedagogía familiar: antes el castigo físico era normal; ahora está prohibido por la ley civil. 

El cambio es un ‘signo de los tiempos’, algo que marca nuestra época presente.  El cambio llega con muchas novedades; nos exige reacomodarnos a tiempos nuevos, con nuevas inquietudes, con nuevos ideales, nuevas perspectivas.  Se supone que estos nuevos ideales, inquietudes y perspectivas caminan por buen camino, en favor de una mayor humanización de la vida humana. 

‘Vino nuevo’ en el contexto familiar quiere decir la novedad que el amor conyugal debe generar entre los esposos: ‘el amor que no crece, decrece y llega a morir’; los enamorados suelen decirse: ‘hoy te amo más que ayer, pero menos que mañana’. El amor conyugal es el mismo amor de Dios que el esposo manifiesta a la esposa con su protección; es el mismo amor de Dios que la esposa expresa al marido con su ternura y dedicación. Y ambos juntos expresan también el amor de Dios a sus hijos mediante la dedicación a los hijos.  

‘Odres nuevos’ en el contexto familiar quieren expresar la forma nueva como esposos y padres de familia cultivarán el amor conyugal y familiar: diálogo y comunicación, entrega recíproca y servicio, bienes compartidos, crecimiento y desarrollo de la conciencia de ser pareja (‘serán una sola carne’), fidelidad a toda costa y amor creciente.  Cuando Jesús de Nazareth pronunció esta sentencia –“vino nuevo en odres nuevos”- no solo pensó en sus discípulos; pensó también en los esposos que construirán con su vida ‘una pequeña iglesia’.