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Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.

El acompañamiento  pastoral es una expresión reciente dentro del Magisterio  eclesiástico. El Papa Juan Pablo II aludió a él en la Exhortación Apostólica Familairis consortio: los pastores y la comunidad  eclesial se preocuparán por conocer tales situaciones y sus causas concretas, caso por caso; se acercarán a los que conviven, con discreción y respeto; se empeñarán en una acción de iluminación paciente, de corrección caritativa y de testimonio familiar cristiano  que pueda allanarles el camino hacia ala regularización de su situación” (n. 81). 

 Más explícito todavía ha sido el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium  al referirse al ‘acompañamiento personal de los procesos de crecimiento’: “más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos  donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos  a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño” (n. 171). 

Todos en la vida necesitamos de compañía: el niño, el adolescente y el joven, incluso el adulto anciano enfermo; ya El Creador cuando formó al varón y lo puso de frente al paraíso, advirtió que ‘el hombre no puede estar solo’ y concibió la idea de darle una compañera en la persona de Eva. Fue entonces cuando Adán la acogió con un grito de júbilo: “ésta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. Lastimosamente aquella unidad de un principio se rompió y por siglos hemos conocido la rivalidad entre los sexos. Hoy se trata de ‘recuperar el paraíso perdido’, y el acompañamiento pastoral es una forma privilegiada para lograrlo. 

La Exhortación Apostólica Famiiiaris consortio  propone el acompañamiento en esta forma: “es necesario un empeño pastoral todavía más generoso, inteligente  y prudente, a ejemplo del Buen Pastor, hacia aquellas  familias que a menudo e independientemente de su propia voluntad, o apremiadas por otras exigencias de  distinta naturaleza, tiene que afrontar situaciones difíciles” (n. 77). Al referirse a situaciones difíciles alude a las parejas en situación irregular como son: las uniones consensuales, las parejas ‘gay’, las madres solteras, los hogares ‘monoparentales’, los divorciados y divorciados vueltos casar, el matrimonio civil, etc. 

La Conferencia Episcopal Latinoamericana publicó en 1.985 un opúsculo titulado Uniones consensuales  en el que ofrece orientaciones pastorales para tres tipos de convivencia marital: convivencia cultural (campesinos e indígenas), convivencia  ideológica (universitarios  y profesionales), convivencia situacional (divorciados y otras situaciones).  En otro tiempo cuando prevalecía la ley, eran frecuentes las condenas de determinadas situaciones irregulares; hoy prevalece el recurso a la benignidad pastoral, a la misericordia, ateniéndose al último canon del Derecho Canónico que reconoce como ’ley suprema de la iglesia  la salvación de los hombres’ (c. 1.752). Todos, en una forma o en otra, podemos ser acompañantes de tantos hermanos necesitados de nuestra amistad, de nuestra ayuda, de nuestra cooperación. ‘El que salva a un hermano, se salva  a sí mismo’.